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Jugársela cuando, cómo y donde toca (La vida de los demás)

Jugársela Cuando, Cómo Y Donde Toca (La Vida De Los Demás)
A la espera de la nueva película de Mohammad Rasoulof --La semilla del higo sagrado (2024), presentada en Cannes--, terminada a toda prisa ante la inminencia de su detención y que provocó su precipitada salida de Irán, me lanzo a ver La vida de los demás (2020), que es el filme con el que comenzaron sus problemas con la justicia de la república islámica. Básicamente porque se atrevió a poner y decir cosas en una pantalla que la mayoría sólo se atreve a susurrar en ese país. No todos tenemos el valor de hacerlo; pero él sí, y por eso se pasó buena parte de 2022 en la cárcel, encerrado con Jafar Panahi, otro cineasta represaliado por sus películas. Las circunstancias de la vida han otorgado a Rasoulof el penoso honor de ser admirado por ser una víctima de la censura y la persecución política, por expresar sus discrepancias críticas a través del cine. Aun así, sus dotes narrativas brillan con luz propia a pesar de sus argumentos abrasadores, capaces de eclipsar cualquier otra instancia del filme.

La cosa es que su estilo recuerda mucho al del polaco Krzysztof Kieslowski, que durante un breve tiempo en los ochenta fue considerado algo así como la voz moral y cinematográfica de Europa, básicamente por su cine ético de raíces cristianas. Su miniserie Decálogo (1989-1990) tuvo tanto éxito que dos de los episodios más impactantes se convirtieron en largometrajes: No amarás (1988) y No matarás (1988), este último alineado con el tema principal de La vida de los demás. La cosa es el tanto el polaco como el iraní comparten ese gusto por la lentitud expositiva, la presentación de los personajes y el conflicto y, por supuesto, en la revelación de los motivos ocultos o diferidos. De los dos, es Rasoulof quien mejor parece haberse adaptado a las narrativas que exigen las audiencias que le han tocado, modulando mucho mejor los objetivos de su crítica y la forma dramática de presentarlos (el polaco, en cambio, se perdía en las paradojas morales y no conseguía perfilar del todo protagonistas y/o situaciones verosímiles). Estoy convencido de que sus películas aguantarán mejor el paso del tiempo que las de Kieslowski.


La vida de los demás se compone de cuatro episodios con un tema en común: las terribles consecuencias personales y familiares que provoca la pena de muerte. Aparte de la brutalidad que se ejerce sobre el condenado, toda ejecución arrasa la vida de las personas que hay alrededor (arrepentimiento, dudas, dolor, silencio, mentiras...). La primera sin duda es la más demoledora porque no se ve venir en absoluto; a las otra tres, aunque no rebajan la tensión ni el interés, se les ve venir cuál será el centro de gravedad del drama. Insisto: Rasoulof no rueda su película en la tolerante Francia ni en los securizados EE UU, sino en el interior de un régimen autoritario que utiliza una deformada idea de una religión para aplicar justicia. Ese simple detalle basta para potenciar aún más el efecto de un guión contundente y directo y de un equipo técnico y artístico que se ha jugado literalmente la vida (y la de sus familias) para hacer esta película.


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