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Crítica | Háblame

|| Críticas | ★★★★☆
Háblame
Danny Philippou, Michael Philippou
Te dejo entrar...


José Martín León
Telde (Las Palmas) |

ficha técnica:
Australia, 2022. Título original: Talk to Me. Dirección: Danny Philipou, Michael Philipou. Guion: Michael H. Beck, Danny Philipou, Bill Hinzman, Daley Pearson. Producción: Kristina Ceyton, Samantha Jennings, Christopher Seeto. Productoras: Causeway Films. Distribuidora: A24. Fotografía: Aaron McLisky. Música: Cornel Wilczek. Montaje: Geoff Lamb. Reparto: Sophie Wilde, Alexandra Jensen, Joe Bird, Otis Dhanji, Miranda Otto, Zoe Terakes, Chris Alosio, Marcus Johnson, Sunny Johnson.

La confirmación de que los hermanos Danny y Michael Philipou se encargarán de relanzar la franquicia de los juegos de lucha libre de Capcom, Street Fighter, en la gran pantalla, después de los estrepitosos fracasos de intentos anteriores, coincide con la auténtica sensación que los debutantes directores están cosechando, desde su estreno en el Festival de Sundance, con Háblame, la película de terror de la que todos hablan (y muy bien), y que llega desde Australia. El caso de estos jóvenes realizadores es curioso, ya que provienen de un mundo, aparentemente tan alejado del cine, como es el de los youtubers, donde vienen triunfando desde hace una década, desde su popular canal RackaRacka, esencialmente conocido por sus contenidos cómicos y de terror, con diferentes parodias de sagas cinematográficas de éxito, como aquella Harry Potter vs Star Wars que superó los siete millones de visualizaciones en solo una semana, lo que habla por sí mismo del tirón mediático de estos gemelos de oro. Ya habían formado parte del equipo técnico de otra de las grandes cintas del género de terror provenientes de Australia, Babadook (Jennifer Kent, 2014), pero su prueba de fuego acaba de llegar con una historia que, sobre el papel, poco aporta a una modalidad del género en la que poco (o nada) queda por descubrir, el de las posesiones demoníacas tras tener contactos con el más allá. Lo más novedoso de Háblame es que sustituye la clásica ouija que convirtiera a la pequeña Regan en la posesa más famosa de la Historia del Cine en El exorcista (William Friedkin, 1973), por un objeto mucho más macabro: una mano amputada, de procedencia desconocida (las teorías oscilan entre que su dueño fuera un satanista o un médium), que, al entrelazarse con la de la persona que quiere vivir la experiencia, tras una invocación, a través de la palabra «háblame» y la consiguiente invitación de «te dejo entrar», hace que esta sea poseída por un espíritu, durante noventa segundos –superar este tiempo podría favorecer que la entidad ocupara el cuerpo para siempre–.

Partiendo desde la base de que estamos ante la enésima variante cinematográfica de esas maldiciones que persiguen a los protagonistas, después de que su curiosidad les empujase a jugar con lo desconocido, los Philipou han sabido jugar muy bien sus cartas para entregar la que podría ser su visión sobre el tema, especialmente destinada a la generación Z, mostrando a una juventud, fácilmente reconocible, obsesionada con las redes sociales, compartiendo con sus círculos de seguidores virtuales cada movimiento de su día a día y prestándose a cualquier reto viral que sirva de excusa a la grabación de un nuevo vídeo que arrase en visualizaciones en YouTube. Una realidad, a priori, bastante frívola, que, sin embargo, no ha impedido para que los guionistas construyan unos personajes joviales y rebeldes, sí, pero también muy de carne y hueso y completamente alejados de los típicos jovenzuelos descerebrados que han poblado el subgénero en las últimas décadas. La protagonista principal es Mia (fabulosa Sophie Wilde), una chica sin miedo a nada que, bajo su apariencia despreocupada, arrastra un duro trauma tras el aparente suicidio de su madre. La mala relación con su padre y el amor no correspondido hacia el novio de su mejor amiga, casi una hermana, son otros elementos que ayudan a hacer a este personaje lo suficientemente complejo como para que el público entienda a la perfección sus motivaciones a la hora de verse cada vez más enganchada al peligroso juego de dejarse controlar por espíritus, una práctica de moda que comienza como diversión entre su círculo de amigos y termina convirtiéndose en una enfermiza adicción, desde el momento en que descubra que puede ser una forma de contactar con su madre en búsqueda de respuestas que nunca ha encontrado. Este planteamiento de coquetear peligrosamente con el más allá puede recordar al de aquel pequeño clásico que es Línea mortal (Joel Schumacher, 1990), donde sus protagonistas también llevaban cada vez más lejos sus experiencias «al otro lado».

Háblame, como buena propuesta de terror, sorprende también por la efectividad de sus momentos más terroríficos. Los momentos de posesiones están rodados con brillantez y cierta originalidad, sin abusar de los sustos efectistas. Su propuesta juega en la misma liga de otros triunfos recientes como It Follows (David Robert Mitchell, 2014) o Smile (Parker Finn, 2022), y, al igual que aquellas, ofrece un buen puñado de escenas icónicas, de esas que quedarán grabadas para siempre en el imaginario del género. Los Philipou son conscientes de que tienen entre manos un material que se presta a ser una más que posible nueva franquicia. La anécdota de la mano embalsamada que funciona como umbral al mundo de los muertos puede ser una nueva Insidious, funcionando como esa vuelta de tuerca a las ouijas de siempre que el género necesitaba para abrir nuevos caminos. Lo que es igual, viene a ser la misma receta de siempre, cocinada de una forma diferente, con todos los ingredientes perfectos, agregados en sus dosis adecuadas, con la suficiente pericia para que nos sepa a algo novedoso. Un filme con una historia muy sólida, que prefiere no arrojar demasiada información sobre los orígenes de la mano de turno para generar un mayor halo de misterio. Tiene buenos personajes, muy bien interpretados. Además de como escaparate de terror, considerablemente perturbador, acierta al mostrar una contundente radiografía alrededor de las enfermedades mentales, con su protagonista principal lidiando con el duelo tras la pérdida de la madre y una soledad que ni sus amistades más allegadas pueden curar. Hay una escena, magníficamente enfocada, en la que Mia se encuentra con un canguro agonizando en medio de la carretera y, pese a la tristeza que le supone, se siente incapaz de acabar con el sufrimiento del animal, algo que habla de cómo la chica es incapaz de enfrentarse a un tema como la muerte. Todo esto suma en uno de los mejores filmes de terror de los últimos años, que afianza a sus directores como dos nuevos talentos con mucho que decir fuera de sus conocidos confines de las redes sociales.




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