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Entrevista: Serge Bozon, director de «Don Juan»

El peculiar y rompedor director francés Serge Bozon estrena su nueva película, una relectura del personaje clásico de Don Juan desde la actualidad. Nos recibe disculpándose entre risas por no hablar español después de haber utilizado en su película un personaje de orígenes españoles. Charlamos con él sobre Don Juan.



Entrevista a Serge Bozon
Texto de Alfonso Cañadas | | Madrid


¿Cuál es la finalidad de traer a un personaje clásico como Don Juan al cine en la actualidad? ¿qué crees que aporta una relectura?

En mi película anterior, Madame Hyde (2017), ya era el caso. En aquel momento partíamos de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, y en ambos casos es un poco lo mismo, partimos de algo que todo el mundo conoce y lo invertimos. No para ser mas astutos, porque ¿qué interés tiene hacer lo que ya se ha hecho mil veces? Pero al mismo tiempo si se ha hecho mil veces es que hay una profundidad en este mito. Y el interés es que esa profundidad que hay le podemos dar resonancia al desplazarla. Al desplazarla podremos encontrar cosas que tienen que ver con nuestro presente y que son diferentes de otras épocas. En el caso de Madame Hyde estaba más ligado a la crisis de la educación nacional en las periferias, en lugares donde solo hay gente racializada y pobre. En este caso no tiene nada que ver con eso, sino más bien con el movimiento MeToo. Pero sin que nadie hable en la película de MeToo, por supuesto. Y nadie tiene un discurso ni feminista ni antifeminista en la película. El interés no es que esto pase por los discursos del film, sino por un misterio de ficción. Por ejemplo ¿puede una mujer abandonar a un hombre el día de su boda por una mirada? ¿apenas una mirada en la ventana? Y ¿qué podría hacer que una mirada sea tan grave? Lo que resuena con la época contemporánea es pasar por esa ficción en la que suceden cosas que a priori son imposibles.

El personaje principal trata de conquistar a todas las mujeres que se encuentra con una actitud muy parecida, aunque sean mujeres completamente diferentes. Es como si tratara de llenar un vacío en su vida con una figura femenina, pero no con una mujer concreta. ¿esto es una tendencia muy masculina verdad?

Es interesante que la actriz protagonista aparezca disfrazada en diferentes escenas por eso. No son mujeres diferentes. En primer lugar porque Don Juan ve a la misma mujer en todas partes, y a la misma vez para Don Juan las mujeres son intercambiables. Por ello tiene la misma actitud con todas. Es a la misma vez una figura contraria a Don Juan y que a veces alcanza la verdad de Don Juan. Por ser más concreto, en la seducción lo que cuenta es cómo se habla a las mujeres. Cómo se las hace reír, se las encanta. Y lo que me gusta de mi película es que, a pesar de que el personaje es actor, no tiene ningún don de seducción a través del lenguaje. No es un virtuoso de las palabras. Apenas tiene poder de invención a través del lenguaje. Me gusta eso porque es alguien que está perdido, que no tiene poder en sus manos. Es, por así decirlo, contrario a la seducción como maquiavelismo. Para mí, desde ese punto de vista, se vuelve emocionante, porque no tiene control ni un don. Aquello para lo que quizás sí tiene un don es para cantar su sufrimiento. El sufrimiento de no conseguirlo (risas).

Resulta curiosa la elección de Tahar Rahim como actor protagonista de esta historia, aunque una vez vista la película también parece una decisión acertada. ¿Qué características buscabas en un actor para interpretar a este personaje?

Tengo que reconocer que ha aportado mucho a la película. No en el sentido económico. En un principio en el guion el personaje tenía un aire más sombrío, casi repulsivo. Muy obsesivo, un poco acosador y encerrado en su tristeza. Tahar Rahim consiguió darle una especie de ardor juvenil. Casi diría una inocencia muy contraria a lo que había en el guion. Incluso eso cambia el sentido de las escenas. Por ejemplo, en la escena del restaurante, para mí estaba claro que mentía cuando su mujer estaba en el baño él miraba a otra. Y cuando ella volvía él decía que no, que estaba simplemente despistado, pensando en sus cosas. Pero, tal y como él lo interpreta, me pregunto si no es cierto lo que el protagonista dice. Quizás su manera de pensar y de soñar es mirar así. Da la sensación de que es tan poco maquiavélico y tiene tan poco control de lo que hace, que quizás es inocente en el sentido de que no se da cuenta. Y es él como actor quien aportó eso. Además me gusta que Tahar no se corresponde con el imaginario que tenemos de lo que es un actor de teatro. Eso da la sensación de que en el teatro hay algo particular, algo que no hemos visto antes, algo nuevo.

Además hace tiempo que en mis películas, en Madame Hyde, Tip Top (2013), o en La France (2007) que tenía que haber transcurrido en la guerra de Argelia, la cultura argelina y la migración en Francia están muy presentes. También existe la cuestión de ¿qué hacemos con los actores de origen magrebí? De hecho Tahar estaba muy contento de interpretar a un personaje que se llamaba Laurent. En la película en ningún momento hay cuestiones sobre la migración o sobre el Islam. Por ejemplo yo no me doy cuenta en la película si sus orígenes tienen relevancia en la película o aportan algo. Pero realmente creo que ha aportado mucho. Y lo principal es que no sabe cantar (risas). Y contrariamente al noventa por ciento de los actores que cuando no saben hacer algo tienen miedo al ridículo, él me dijo: voy a intentarlo, voy a aprender. Y me gusta mucho eso, el no tener miedo del ridículo. Me he dado cuenta además de que, en general, en su vida, Tahar es alguien muy generoso. Cuando se entrega, se entrega a fondo. No es como la mayoría de los actores que a veces son aún peor que las mujeres, que siempre se preocupan por estar ridículos en escena o si se les ve un michelín. Él no es para nada así, es muy íntegro como persona.

Es muy interesante la forma en que la película relaciona teatro y cine. Se juega con la identidad del protagonista que él mismo confunde con el personaje que está interpretando. Este es un recurso que se ha utilizado mucho, y que han trabajado directores como Jacques Rivette. ¿Qué te interesa de esta relación?

Es un tema muy amplio. Deberíamos partir de Jean Renoir y La carroza de oro (1952), o pasar por Marcel Pagnol, hasta llegar a Rivette o Jean-Claude Biette. En la mayor parte de las películas de Biette hay un grupo que ensaya teatro. En ese caso, si se hace enserio, tiene que haber escenas de ensayo, y largas además. Yo pensaba que eso no estaba bien para mi película. El teatro en mi película está abierto al mar. En mi película la aportación del teatro tiene que ver más con E. T. A. Hoffmann y el romanticismo alemán. Los relatos son pesadillas en los cuales el héroe masculino está perdido. En cierta manera esto es un relato fantástico, pero que no tiene que ver con Drácula o con historias de fantasmas, es una fantasía que reposa sobre la pérdida de la identidad, o sobre el hecho de ver por todas partes a la misma persona. Y para mí el teatro, como para Hoffmann, aparece como uno de los lugares de desdoblamiento posibles. El teatro así permite otro desdoblamiento del personaje: entre el Don Juan de hoy en día y el Don Juan del teatro. Por ello, contrariamente a Rivette y Biette no hay largas escenas de ensayo en mi película, ya que creo que no las necesitábamos.

El personaje principal de la película me recordó bastante al personaje de otra película francesa de hace veinte años donde tú mismo participas como actor: Le Doux Amour des hommes (2002, Jean-Paul Civeyrac), ¿encuentras alguna conexión con esa película?

Sí, yo actúo en esa película. Antes de que me lo dijeses no lo había pensado, porque para mí mi personaje, al contrario del protagonista de la película de Civeyrac, no es alguien cultivado. Para mí es un actor, pero no tiene más cultura que si fuese, por ejemplo, un carnicero. Y para mí lo que hace en la vida es mucho más a ciegas y perdido que el héroe de Civeyrac que es más clásico y más consciente de lo que hace. Pero es cierto que el eco de melancolía entre las dos películas es similar, aunque en el caso de mi película es la melancolía de alguien que es un acosador, y en la de Civeyrac es un hombre que no acosa, no hay culpabilidad posible. No lo había pensado, ¡gracias!




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