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Crítica | La última película

|| CRÍTICAS | ★★★★☆
La última película
Pan Nalin
La luz que proyecta los sueños


José Martín León
Telde, Tenerife |

India, 2021. Título original: Last Film Show. Dirección Pan Nalin. Guion: Pan Nalin. Productores: Marc Duale, Siddhart Roy Kapur, Dheer Momoya, Pan Nalin. Productoras: Coproducción India-Estados Unidos-Francia; Monsoon Films Private Limited, Jugaad Motion Pictures, Incognito Films, Virginie Films. Fotografía: Swapnil S. Sonawane. Música: Cyril Morin. Montaje: Shreyas Beltangdy Pavan Bhat. Reparto: Bhavin Rabari, Bhavesh Shrimali, Dipen Raval, Rahul Koli, Richa Meena. Duración: 102 minutos.

La última película se llevó, rompiendo cualquier pronóstico, la Espiga de Oro en la Seminci de Valladolid 2021, ya que, en ningún momento, había despuntado como favorita. Sin embargo, puede calificarse esta como una sorpresa más que agradable, ya que lo que el director de Samsara (2001) regala en ella es una sentidísima carta de amor al Séptimo Arte y todo un homenaje a la figura de tantos y tantos directores que, como él, han ayudado a que los espectadores consigan evadirse de la realidad para vivir todo tipo de historias ficticias. El punto de partida, sobre el papel, remite directamente a la obra maestra de Giuseppe Tornatore Cinema Paradiso (1988): un niño, perteneciente a un extracto humilde de un pequeño pueblo perdido de la mano de Dios, descubre, por casualidad, las películas entre las cochambrosas paredes de un viejo cine, entablando una entrañable amistad con un bonachón proyeccionista que le transmite todo lo que sabe sobre el negocio y despierta en el muchacho su vocación de convertirse en un futuro director de cine. Sin embargo, ahí se detienen las coincidencias con la oscarizada cinta italiana, ya que el filme de Pan Nalin opta por realizar un espléndido retrato costumbrista ambientado en la pequeña ciudad de Chalala, en la India de 2010, siempre visto desde la óptica de un niño de nueve años, el rebelde y soñador Samay. Él, como tantos niños de las clases más desfavorecidas de su país, trata de compaginar sus estudios en la escuela con la ayuda que presta a su padre, vendiendo el té que este prepara a los pasajeros que paran en la estación de tren. El futuro se presenta incierto para el protagonista, condenado a malvivir en la pobreza de una aldea que se funde con el campo, donde las personas conviven entre leones, vacas o ciervos y que va desapareciendo lentamente ante la llegada del desarrollo. Así, la inminente construcción de una nueva línea de ferrocarril que funcionará con electricidad amenaza a la ya de por sí insuficiente fuente de ingresos de la familia, ya que el tren pasará de largo sin hacer su parada en el lugar. Del mismo modo, el rudimentario proyector del Galaxy (nombre del cine del pueblo) dará paso a un mecanismo más informatizado que escapa de los conocimientos del pobre Fazal, que necesitaría poseer conocimientos de inglés para conservar su empleo.

La película, bajo su apariencia de amable historia de iniciación a la vida, no oculta esa interesante carga de crítica hacia el modo invasivo con el que los avances y el desarrollo provenientes del «primer mundo» llegan a los lugares más anclados en el pasado, trastocando las viejas costumbres y sumiendo a sus habitantes en la mayor de las incertidumbres sobre su futuro. El escenario que presenta La última película es el menos óptimo para que Samay pueda alcanzar sus sueños, empezando por un padre severo, perteneciente a la casta sacerdotal de los brahmanes, que prohíbe al chaval cualquier contacto con el cine (al que considera sucio e impuro), a no ser que sean películas de temática religiosa. Luego está la falta de dinero para acceder al cine, que el muchacho conseguirá solventar negociando con el bueno de Fazal, a quien encandila con los sabrosos platos que la madre de Samay prepara. El filme de Nalin no escatima en continuas escenas en las que el espectador asiste a la preparación de esos desayunos que, a base de muchas especias, se convierten en suculentos manjares que casi podemos oler desde el otro lado de la pantalla. Este carácter folclórico y naturalista parece beber de esa cima de la cinematografía india que fue la Trilogía de Apu, de Satyajit Ray, que seguía la infancia, educación y madurez de un chico bengalí que trataba de escapar de la pobreza para ser escritor. Por esto mismo, su tono es mucho menos meloso que el de Cinema Paradiso y las concesiones al sentimentalismo o a la lágrima fácil quedan reducidas al mínimo, pese a que la película consigue emocionar en más de algún pasaje, haciéndolo de una forma mucho menos forzada. La interpretación del pequeño Bhavin Rabari cautiva por su frescura y energía, otorgando toda la fuerza que el personaje de Samay requería. Desde el instante en que el chico descubre la importancia de la luz para que las historias puedan tomar forma en una pantalla de cine, el chico se mete al público en el bolsillo, que asistirá encandilado a sus esfuerzos para, con la inestimable ayuda de otros niños de su pandilla, lograr captar esa luz con la que proyectar películas de 35mm. en una casa abandonada, reconvertida en improvisado cine clandestino.

Last Film Show, Pan Nalin
Espiga de Oro de la Seminci 2021.


«La última película trasciende más allá de su etiqueta de historia bonita e inspiradora para elevarse como uno de los homenajes más encantadores a esa fábrica de sueños que es el cine. Un personalísimo trabajo, amable y cargado de magia y amor, totalmente necesario en estos tiempos grises y desesperanzadores que nos está tocando atravesar».



Cada minuto de La última película desprende ese reconocimiento a los grandes cineastas internacionales de la Historia del Cine, haciéndose más explícito en ese emotivo final donde se citan numerosos nombres de los más grandes, desde los hermanos Lumière (a quienes va dedicado el filme) a Stanley Kubrick. La cinta de Nalin, en su sencillez, cuenta con un precioso acabado formal, gracias a una maravillosa labor de Swapnil S. Sonawane en la fotografía, que regala imágenes de gran belleza, casi todas a costa de los artesanales juegos de luces creados por los jóvenes aprendices de cineastas, así como alguna escena de gran emotividad –ese momento en que el padre de Samay presencia, a escondidas, la sesión de cine de los niños, preciso instante en que toma conciencia de que lo de su hijo va más allá de un simple capricho infantil–. También acierta plenamente el director en el tono que confiere a un relato que, seguramente, tiene bastante de autobiográfico y de los recuerdos de su propia infancia (ahora que otros cineastas, como Alfonso Cuarón o Kenneth Branagh parecen haberlo puesto de moda). El drama intrínseco a las difíciles condiciones en las que se mueven los personajes convive con soltura con el humor que se desprende de las travesuras de Samay y todos los líos en los que se mete (incluso con la ley) en el camino para alcanzar su sueño. Ese mensaje de que no hay meta imposible si se pone todo el empeño en alcanzarla, está plasmado con mucha elegancia en el relato, resonando aún más fuerte al estar ambientado en un país tan azotado por la pobreza como es la India, paradójicamente, el mayor productor de películas a nivel mundial cada año, desde la todopoderosa Bollywood, esa enorme factoría de historias más grandes que la vida misma, cargadas de música, chillones colores y bailes imposibles. También juega muy bien sus cartas en la hermosa historia de amistad que florece entre Samay y Fazal (adorable Bhavesh Shrimali), así como en los momentos en los que los niños utilizan la imaginación y los desechos encontrados en las basuras del pueblo para crear sus películas, dándole a la cinta un agradable toque de aventura juvenil, donde la amistad y la camaradería están por encima de todo. En definitiva, La última película trasciende más allá de su etiqueta de historia bonita e inspiradora para elevarse como uno de los homenajes más encantadores a esa fábrica de sueños que es el cine. Un personalísimo trabajo, amable y cargado de magia y amor, totalmente necesario en estos tiempos grises y desesperanzadores que nos está tocando atravesar. ⁜


Last Film Show, Pan Nalin
Espiga de Oro de la Seminci 2021.



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