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Aquia por cuatro

Cuatro historias breves que revelan diversos aspectos del distrito y la comunidad campesina de Aquia (Bolognesi, Áncash), donde la fe y las tradciones que la convierten en un pueblo originario, se unen a los esfuerzos por cuidar el medioambiente y recuperar los bosques de queuñales (polylepis), vitales para la conservación de los ecosistemas andinos.

Una iglesia centenaria

La iglesia, el templo, la casa de Dios, de los santos, de la virgen.

Legado colonial y centenario en la plaza de Aquia (Bolognesi, Áncash), con imágenes que miran al pueblo, con imágenes que son vistas por todos los que viven o llegan a esta tierra.

Puertas cerradas. No hay párroco. Vendrá para la fiesta de San Miguel Arcángel, anuncian; entonces, habrá misa y procesión, también un matrimonio.

Puertas abiertas. Sacarse la gorra, ingresar, guardar silencio, buscar la cámara y fotografiar con el permiso y la bendición de San Miguelito que está en un altar, que se yergué en un anda.

Afuera del templo, los devotos bailan, brindan, se reecuentran y piensan en los que ya no están, en aquellos parientes o amigos que se fueron en la dos años sin fiesta, sin música, ¿sin milagros?

El torero sin pantaloncitos apretados

De joven fue torero, pero no de esos que usan pantaloncitos apretados. Jamás. Él se cuadraba ante los astados vistiendo un poncho y calzando sus ojotas. Desde jovencito lo hacía. Siempre clavando su mirada en los ojos del bovino, para que este se diera cuenta de que no le tenía miedo.

Así lo hacía en su pueblo y en los cosos de otros pueblos. Hasta que un buen día, con su poncho y sus ojotas, llegó a la mismísima Lima para demostrar su destreza en una plaza del norte urbano.

En la capital tampoco usó esos pantaloncitos tipo chicle de los matadores de 'verdad'. Será porque Mariano -el actual fiscal de la comunidad campesina de Aquia (Bolognesi, Áncash) que durante muchos años laboró como transportista- nunca fue de banderillas ni estocadas. Eso no era lo suyo.

Él -al igual que sus paisanos- toreaba para divertirse y no para matar al animalito que, al final de la llamada fiesta brava, volvía a su querencia a seguir pastando, a seguir viviendo en las pampas y quebradas aquinas.

*En la fotografía el fiscal Mariano en el camino hacia la laguna Juitococha en las altuas del centro poblado de Pachapaqui.

La agonía de los nevados

"Antes todo era blanco", muchas veces he oído esa frase en las zonas cordilleranas.
Hoy volví a escucharla cuando enrumbaba a una de los bosques de queuña reforestados por la comunidad de Aquia (Bolognesi, Áncash).

Los apus pierden inexorablemente su albas cumbres. "Ahora están así solo porque ha llovido y nevado en la altura. Antes tenían más", comentan unos jóvenes, recordando los decires de sus padres y abuelos, testigos de ese proceso irreversible que debería de preocuparnos a todos.

Sembrando futuro

Sentado al lado de las queuñas que bordean la laguna de Shalanga, un hombre observa a los caminantes que, antes de partir hacia la formación rocosa de Lacllash, le rinden tributo a la tierra, al agua y las montañas, con traguito y hojas de coca.

En Santa Rosa y Lacllash (distrito de Aquia), se conservan bosques nativos de este árbol de altura, cuya preservación y reforestación es necesaria para mantener saludables los ecosistemas andinos.


*En Aquia, la comunidad campesina trabaja en un proyecto de reforestación de la queuña. En enero de este año se sembraron 100 000 plantones y se está preparando una segunda campaña, en la que se espera duplicar la cifra anterior. Esta iniciativa es posible gracias a la alianza entre la Comunidad Campesina, presidida por el ingeniero Adán Damián, la Asociación Ecosistemas Andinos (Ecoan) y Acción Andina.



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