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Maribor, desolación y fortuna

Tags: maribor ciudad

Maribor es la segunda Ciudad más importante de Eslovenia (la primera es lógicamente su capital, Liubliana) y elegimos visitarla porque se encuentra a mitad de camino entre Zagreb, Croacia, y Graz, Austria. No nos fue fácil optar por dejar afuera de nuestro tour europeo a la capital eslovena y al resto del país, pero lamentablemente había mucho que elegir y toda guerra tiene sus bajas. Así y todo, Maribor creemos que es un apropiado espejo de lo que es Eslovenia: un pequeño mar de calma entre el Schengen occidental (la Europa más popular, digamos) y el foco balcánico, siempre anfitrión de problemas.

La idea era llegar a Maribor con un tren desde Zagreb. El tren suele correr sin problemas entre las dos ciudades y unirlas en muy poco tiempo, pero lamentablemente nos encontrábamos en la cúspide del conflicto migratorio sirio. Por ende, las susceptibilidades fronterizas estaban (y aún están) a flor de piel, y que tarde o temprano se caiga un tren era algo que de cierta forma veíamos venir. Eso es exactamente lo que ocurrió. Habíamos justo vuelto a Zagreb después de recorrer Sarajevo, Mostar, Split y Hvar, y solo teníamos un día para reservar un medio de transporte a Maribor. Temprano nos enteramos de que el tren estaba cancelado (por el futuro cercano), por lo que tuvimos que recurrir a la estación de micros, donde conseguimos un bus nada barato para el día siguiente. El presupuesto viajero no puede no contemplar este tipo de imprevisto.

En el bus en cuestión viajaban, entre todos los pasajeros, tres jóvenes sirios (de entre 18 y 20 años). Obviamente, ya todos sabían que no la iban a pasar bien en la frontera. Cuando llegamos ahí, la policía nos hizo bajar a todos para chequear los pasaportes, y a los chicos sirios los retuvieron. Tenían pasaporte y cartas de invitación, pero los policías tenían claras directivas de no dejar pasarlos. Lamentablemente, seguimos viaje sin ellos. Tras pasar esa frontera, a la cual se dirigía el malón migratorio en el momento, y llegar a Maribor, de repente nos encontramos en un mundo completamente distinto. Ya la hermosa, larga y rara estación estaba desolada, como si se hubiese construido para atraer a las masas sin pensar en el hecho de que las masas no van a Eslovenia (o, bueno, en el caso van, pero no de la forma en la que les gustaría). Sea como sea, empezamos a caminar sus pintorescas calles.

La plaza central de Maribor, hermosa y… vacía

Por suerte, nuestro hostel (más bien un alojamiento estudiantil que hacía las veces de hostel en el verano) estaba a dos cuadras y resultó ser excelente. Barato, de habitaciones inmensas y, hay que decirlo, más vacío que una pileta en el polo. El silencio y la calma son bienes preciados después de interminable trajín. Supongo que la aventura es indispensable para, por un momento al menos, disfrutar los placeres más asociados con la vejez. Como sea, ya viendo el mapa (y en lo que respecta a mapas urbanos ya éramos casi cartógrafos) nos dimos cuenta de que Maribor la recorreríamos caminando en un par de horas. No hay problema, en el momento fue un cambio muy bienvenido.

La torre de vigilancia de Maribor, ícono de la ciudad

¿Qué encontramos? Una ciudad en su eterno letargo. Una ciudad casi dormida que amaga con tener vida pero que suspira aliviada cada vez que un habitante cierra la puerta de su casa. Hay gente, eh. Estoy seguro de haber visto algún que otro individuo aquí y allá. Pero el ser humano no predomina ni de lejos en esta ciudad. Un majestuoso río, mucha vegetación, puentes coquetos y edificios bajitos que parecen de Lego o Playmobil, eso es Maribor. Una heladería a la vuelta, una cervecería al lado y muchos caminos ocultos para bicicletear. Creo que, para muchos, Maribor representa un sueño europeo que otros países más famosos ya hace tiempo olvidaron.

Barrilito esloveno

Ojo, estar en Maribor, sobre todo durante la crisis migratoria, es preguntarse muchas cosas. El fondo de la duda reside en, justamente, la cantidad de gente. Maribor parece vacía, y a simple vista parecería que una dosis de inmigrantes no le vendría nada mal. De cualquier manera, y tome la decisión que tome la política, un domingo en Maribor es una de las cosas más bellas y desoladoras que viví en mi vida.

Maribor tiene un encanto difícil de describir

Además de recorrer el centrito, que lo componen muy pocas manzanas, nos dimos vueltas en bicicleta por todos los bosques lindantes, y nos encontramos con una naturaleza que ya no es tan fácil de encontrar en las ciudades. La línea entre lo urbano y lo natural es finita, y por suerte la fauna que habita en los bosques no parece verse muy molestada por la ciudad, que es más tranquila que su río.

Maribor es así. Es ciudad y esto que ven, todo al mismo tiempo

 

Los paseos tienen toda otra dimensión

Una cosa interesante (o bueno, démosle relatividad a la palabra) es que Maribor es el hogar de la vid más antigua del mundo. Es algo que obviamente descubrimos en la ciudad, y nos mandamos a su recinto para conocerla y hacer una degustación de vinos. De cierta manera, todo lo que la rodea nos hizo pensar en Mendoza, provincia argentina famosa por su vino. Hasta comparten el festival de la vendimia. Pueden conocer más de la vid aquí: La antigua vid. Lo loco fue salir del lugar y encontrarnos un par de borrachos bailando y gritando en bolas. Obviamente, la gente del lugar empezó a acercarse para ver el “espectáculo”. Así, parece que la gente necesita solo de un empujoncito de este tipo para aparecer. Gracias, antigua vid.

Sí, lo crean o no, esto es parte de la vid más antigua del mundo

Otro día vimos que en el mapa había un punto turístico que decía Piramida y ahí nos mandamos para ver qué era (porque el mapa no era del todo claro al respecto). De repente nos encontramos subimos una frondosa montaña, vacía de gente. Los caminos los guardaba en la cabeza para poder volver, pero perderse hubiese sido fácil.

Descanso en el camino a Piramida.

De pronto, y después de mucho caminar, vemos una señora paseando un perro. Obviamente, nos acercamos a preguntarle dónde estaba Piramida. Cómo habrán adivinado, nos dijo, con cara de incredulidad, que estábamos parados en ella. Con nuestra mejor cara de póker (tratando de maquillar la cara de turista, digamos), le agradecimos. Después de sacar una foto de la ciudad desde lo alto, decidimos volver sobre nuestros pasos y tomar el camino seguro de vuelta. Una hora más y era “Adiós, Sol. Hola Bruja de Blair (bue, de Piramida)”. Lo de cartógrafos mejor olvidémoslo.

No íbamos a pasar la noche en Piramida. No, señor

Maribor fue un extraño ejemplo de la prosperidad europea. Es una ciudad vieja y tranquila, sin dudas, pero que parece vivir en su propio cosmos. Tiene su encanto. Nuestro próximo paso sería volver a Austria, y la puerta de entrada sería mi vieja y querida Graz, la ciudad de mi madre. Ahí se nos acabaría por fin el pase de tren y empezaríamos a viajar de polizones (ja, ¡ojalá!). Pronto sabrán de la secuela austríaca, quizás la mejor etapa del viaje.

Me despido de Maribor desde el puente (sí, ese peatón soy yo)

¿Querés ver más fotos de Maribor? Encontralas en nuestro Facebook, por medio del siguiente link: Álbum de Maribor, Eslovenia.

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