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Koh Yao Noi: la isla del niño gordito

Estábamos tan saturados de masas de turistas que pensábamos que no íbamos a encontrar un lugar en Tailandia donde disfrutar de la calma que estábamos buscando. De un lugar donde poder disfrutar de la gente más auténtica y de lugares menos explorados, pero cuan equivocados estábamos.

Al principio nos parecía difícil de creer, pero ese lugar tranquilo de Tailandia existe y se encuentra en una pequeña isla en el mar de Andaman.

Durante tres días recorrimos este lugar en una pequeña moto que alquilamos en el puerto nada más bajarnos del barco. Enseguida nos dimos cuenta de que era un sitio especial, nadie nos había abordado para ofrecernos nada y con eso ya nos ganaron.

Recorrimos el camino a nuestro bungalow tranquilamente, disfrutando de nuestro pequeño nuevo hogar, disfrutando de las vistas que la carretera nos ofrecía. Playas, palmeras, pequeños restaurantes y locales comerciales salpicaban el camino. Cargados con las mochilas no hicimos paradas en el camino, tiempo tendríamos más tarde de disfrutar de todo lo que veíamos.

No tardamos en descubrir el carácter amable de la gente de este lugar, la scooter no tenía mucha gasolina y paramos en un surtidor solitario en medio de la carretera. No teníamos mucha idea de como funcionaba y se nos debió notar a la legua ya que poco tardó en parar un amable hombre a ayudarnos con el repostaje, tanto que fue él el que nos lleno el depósito. Lo curioso de este momento fue la alegre música que salía del surtidor y que nos saco una carcajada. Le dimos las gracias al amable hombre que continuó su camino, en moto por supuesto, como casi todo el mundo en esta Isla.

Los días siguientes exploramos la isla con calma, no teníamos prisa por llegar a ningún sitio y cada camino parecía una buena opción para perderse. Así lo hicimos, aunque buscábamos playas, tambien queríamos ver todo lo que escondía en su interior.

Encontramos lugares auténticos, made in Thailand. Como un barco abandonado en un manglar que nos entretuvo un buen rato al atardecer. Disfrutamos calmadamente de los bosques de caucho, uno de los motores económicos de esta isla y de los campos de cultivo, con las típicas vacas tailandesas pastando tranquilamente en ellos.

En las playas de la isla no encontramos apenas turistas, más que a nosotros mismos y alguna pareja más, aunque tenemos claro que nosotros somos unos turistas, nos gusta pasar desapercibidos, sin hacer mucho ruido allí a donde vamos. Respetamos sus costumbres, no molestamos más de lo necesario e intentamos integrarnos todo lo que podemos y así lo hicimos en Koh Yao Noi.

Disfrutamos de las pocas playas que hay y del buen tiempo todos los dias. pero tambien es cierto que son playas practicamente planas, en las que tendrás que caminar más 100 metros si quieres que el agua te cubra un poco, además de esto tienen otra cosa mala y es que el fondo está lleno de corales que harán difícil caminar por ellas. El paraíso no podía tenerlo todo.

Cuando redescubrimos el post de Claudia de Soloida sobre Koh Yao Noi en el momento que más falta nos hacía no podíamos imaginar que tambien era la isla donde Philip Bloom habia grabado este precioso vídeo que un año atrás nos había enamorado. Así que, como si de una señal divina se tratase nos dimos cuenta de que era el lugar elegido.

Sin darnos cuenta, ya nos encontrábamos en el pequeño pueblo de pescadores que no tardamos en encontrar, su característico embarcadero nos dejo claro que estábamos en el lugar correcto y las típicas casas de madera construidas sobre el manglar le dan a este lugar un encanto especial. Por la noche apenas unas farolas iluminan sus “calles” o pasarelas y todo adquiere un ambiente único. Será por eso que cada noche cenábamos allí y disfrutamos de la hospitalidad local, siempre con una sonrisa.

La segunda noche nos animamos a preguntar por el niño que aparece en el video de Philip y que tanta gracia nos hizo cuando lo vimos, pensamos que sería genial conocerlo aunque no sabíamos si seguiría allí. En la tablet le mostramos el video a la amable mujer que llevaba el restaurante y enseguida lo reconoció. Nos dijo que volviéramos al día siguiente por la mañana y así lo hicimos.

Era nuestro tercer día en la isla y nos levantamos muy emocionados, teníamos ganas de conocer al niño gordito del video y del cual sería su reacción al verse, ya que seguramente él no supiera lo famoso que es el video. Llegamos al restaurante y la mujer nos reconoció al momento, enseguida le dijo a un hombre allí tumbado que fuera a buscar al niño y así lo hizo. A los pocos minutos apareció en su pequeña bici.

Estaba un poco tímido al principio y no sabía muy bien por que dos extranjeros querían verle, no hablaba inglés así que la comunicación fue simple, rodeados por unas 4 o 5 mujeres locales que se habían unido a nosotros al ver que algo pasaba, le pusimos el vídeo y dejamos que lo descubriera por sí mismo.

Aún no se quien estaba más emocionado, si nosotros por enseñarselo o él por ver aquello. Los primeros minutos en los que sale la isla no notamos mucha sorpresa en él. Pero todo cambio cuando se vio sí mismo corriendo por el embarcadero, entonces si que cambio su cara y la alegría se notaba en el ambiente. Reconoció a sus amigos y disfruto viéndolo. Sin duda, este pequeño gesto fue para nosotros el mejor momento del viaje y lo recordaremos siempre con un cariño especial.

Nos despedimos con mucha pena de aquel pequeño pueblo y tambien de la isla, en solo cuatro días había conquistado nuestros corazones y también había cambiado la imagen de Tailandia masificada que teníamos hasta ese momento.

Sabemos que volveremos de nuevo, quizá por más tiempo, quizá por menos, pero una cosa es segura, un pequeño trocito de nuestros corazones se quedo en esta olvidada isla del mar de Andaman.

Os dejamos el vídeo, para que os trasladeís a esa isla maravillosa y también para que podáis ver la reacción del niño gordito

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Koh Yao Noi: la isla del niño gordito

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