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Carretera a Mordor

Amanecimos casi bañados por el Lago Taupo, el más grande de Nueva Zelanda. Era nuestra segunda noche durmiendo en la furgoneta de relocation y las vistas desde nuestra ventanilla no podían ser mejores.

Teníamos una pequeña playa con patos y cisnes y el gran lago, todo para nosotros.

La verdad es que la noche anterior no habíamos podido apreciar bien la belleza de este lugar, llegamos por la noche y la oscuridad lo invadía todo. Aunque por otro lado, no está nada mal despertar cada día en un lugar que te sorprenda por la mañana.

Después de un buen desayuno, nos pusimos en marcha, aunque tardamos poco en parar.

Había una concentración de coches clásicos en uno de los parques de la ciudad y alucinamos al ver como los tienen de cuidados, Chevrolet, Corvette, Ford Mustang… hay para todos los gustos. Después de un tiempo en Nueva Zelanda nos hemos dado cuenta de que hay una gran afición a los coches clásicos y que los fines de semana se reúnen por todo el país. Lo mejor es que cuando te los cruzas por la carretera, te trasladan a otra época.

Continuamos por la carretera que bordea el lago y que merece la pena recorrerla con calma, disfrutando de las curvas y las vistas. Comprobamos que hay mucha afición a la pesca, que se puede apreciar en los pueblos cercanos al lago y sus hoteles dedicados en especial a este turismo de pescadores.

A unos 20 km de Taupo, en Motutere Bay, paramos en una playa que vimos desde la carretera. El día estaba perfecto para disfrutar de un baño en el lago aunque finalmente nos conformaríamos con meter los pies en el agua más cristalina que habíamos visto en mucho tiempo y en la agradable sensación de las pequeñas piedras rodadas bajo nuestros pies.

En esta playa prácticamente desierta pasamos un Buen Rato sentados, disfrutando en silencio de la belleza que la naturaleza nos estaba regalando.

Muchos más frescos, emprendimos el camino de nuevo. Esta vez sí, rumbo al Parque Nacional de Tongariro o como se lo conoce mundialmente, Mordor.

El camino nos regalo un poco de todo, un poco de lluvia, muchas ovejas y prados verdes. Hasta que nos acercamos a la zona de Mordor y es que el panorama cambia radical. La vegetación se vuelve amarilla, mucho más seco, de hecho a esta zona se le conoce como Desert Road.

El día se fue aclarando a medida que nos acercábamos a la falda del Tongariro, la nubes se movían rápido y el Sol calentaba cada vez más. Hasta que por fin, lo vimos, la cumbre de Mordor, entre las nubes aparecía y desaparecía pero nuestra cara de ilusión no nos la quitaba nadie. Parados en la carretera estuvimos un buen rato, admirando la montaña y recordando la película. Sin duda fue el momento del día y de momento, uno de los del viaje.

Allí, a las faldas de la montaña que tantas ganas teníamos de ver, buscamos un lugar para comer.

Queríamos disfrutar lo máximo posible de las vistas y nuestra furgo nos lo permitía, así que como si se tratara del mejor restaurante del mundo, cocinamos y comimos mientras veíamos pasar las nubes en la cumbre del Tongariro.

La tarde se pasó rápido, haciendo kilómetros en la carretera para llegar a nuestro destino del día, Paraparaumu. Donde para no perder la costumbre llegamos de noche a nuestro destino, aparcamos a 20 metros de la playa y esperamos a que la mañana siguiente nos sorprendiera de nuevo el paisaje.

Así es Nueva Zelanda, un país que cada día te regala una sorpresa con su increíble naturaleza. Sobre todo si llegas de noche a los sitios como nosotros

Y tú, ¿Eres seguidor del Señor de los Anillos?

¿Tienes tantas ganas de visitar Mordor como teníamos nosotros?

En esta ocasión no pudimos hacer el trekking de Tongariro ya que por falta de tiempo nos fue imposible, pero ¡volveremos!

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Carretera a Mordor

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