Los postres, típicamente asociados a las fiestas religiosas y a las estaciones, son la mejor excusa para alargar las sobremesas. Su historia es milenaria. Y constituyen la materia prima perfecta para la experimentación de los modernos maestros de la cocina EL PARAISO DE nuestra imaginación infantil estaba construido de leche y miel. De hecho el cielo se nos ofrecía como un obrador infinito cuya inacabable pastelería abastecía toda clase de bautizos, comuniones, bodas, cumpleaños, onomásticas y otras celebraciones felices, cada una con su dulce respectivo. . También las fiestas religiosas y las estaciones del año iban siempre asociadas a innumerables dulces popularescasi todos de origen árabe, mejorados con el tiempo por nuestras abuelas cristianas. En primavera, el arnadí o pastel de calabaza, los buñuelos de San José y las torrijas por Semana Santa; en verano, las tortas del santo en las verbenas, la horchata y los granizados; en otoño, los dulces de castañas, la ...