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El asesinato de Kiki Wonders

En 2018 escribí un artículo para Xataka en donde reflexionaba sobre posibles distopías digitales, sobre el uso y abuso de datos y algoritmos. Para adornar los artículos que suelo publicar allí, los comienzo con un breve relato de sci-fi. Este en concreto, está inspirado en el célebre primer capítulo de la tercera temporada de Black Mirror, titulado en España Caída en picado (y reconozco que quizá también en ese capítulo de los Simpson en donde acusan a Homer de acosar sexualmente a su niñera: Homer Badman). Yo lo radicalizo todo un poco, proponiendo la versión occidental del Skynet chino, esa especie de horrendo carnet por puntos de buen ciudadano.  Hoy lo he releído y me ha hecho cierta gracia, así que os lo comparto. Puede ser una simpática (y aterradora) lectura para comenzar el puente (los que lo tengáis claro).

Volvía de la universidad camino a casa y mi alarma de Freebook (o FreeB) me avisó de que estaba a punto de perder dos freecoins. Por la acera me crucé con una chica guapísima. Me llamó la atención su piel canela, su oreja llena de piercings y sus hermosos rasgos orientales… ¡era difícil no mirarla! Pero Freebook monitorizó el giro de mi cuello, la dilatación de mis pupilas, el aumento de mi tensión arterial y la subida de niveles de testosterona y gonadotropina en sangre. Aunque fueron variaciones muy sutiles (solo me fijé durante unos segundos en el rostro de una chica), FreeB es extremadamente sutil ¿Y qué tendría de malo mirar a una china por la calle? Nada, de hecho incluso hay que hacerlo para puntuar bien en hábitos sexuales saludables, solo que yo tenía novia en ese momento (Ahora ya dudo mucho que jamás pueda conseguir una, ya os contaré por qué). Y si uno tiene pareja, el número de veces que se puede mirar con deseo a otra se reduce drásticamente.

Además, ese día ya la había cagado varias veces. Llegué tarde a clase de Data Science (lo cual penaliza mucho), desayuné demasiados cereales (superando el límite máximo de hidratos de carbono para el desayuno indicado en hábitos alimenticios saludables) y me salí varias veces el carril bici mientras circulaba pensativo con mi preciosa Bianchi Folgore Simplex de 1949. Estoy a una sola infracción leve de perder dos freecoins.

¿Y qué pasaría si perdiera esas dos freecoins? La FreeBScale tipifica con bastante precisión a qué FreeBClass perteneces: a la cabeza del sistema están los FreeBLegends (1000-900 freecoins), clase formada fundamentalmente por actores, modelos, multimillonarios y deportistas de élite. Suelen tener más de un billón de seguidores. Tienen acceso garantizado a todo lo clasificado como VIP. Después tenemos a los FreeBInfluencers (9000-6000. Llamados graciosamente FBI): estaríamos hablando de la clase media alta, es decir, de todos aquellos que luchan ferozmente por ser legends. Después tendríamos a los FreeBMass (6000-4000) y a los FreeBHorde (4000-1000), la clase media, el aura mediocritas del mundo civilizado. Por último llegamos a los  FreeBRefused (1000-0), los desterrados, los parias. Tienen prohibido prácticamente todo, incluso entrar en ciertas zonas de las ciudades.

Si perdía mis dos freecoins, pasaría de FreeBMass a FreeBHorde, con lo que perdería, para empezar, un montón de beneficios en la universidad. No tendría acceso a muchas revistas ni webs de investigación, perdería horas de prácticas en laboratorio, incluso mi plaza para aparcar la bici pasaría a otro… Y fuera de lo académico muchos más problemas: perdería canales de TV, acceso a los últimos estrenos de cine, no podría entrar en la sauna del gimnasio… ¡Incluso subiría mi recibo de la luz!

Pero no era tan grave. Iba a centrarme. Mi intención era recuperar freecoins haciendo trabajo comunitario: hacer un maratón de visualización de vídeos de publicidad (+0,00005 freecoins el segundo), compartir memes en defensa de causas sociales (+0,00001 el clic), corregir alguna entrada deficiente de Wikipedia, o incluso comprar freecoins con dinero de verdad, si bien son bastante caros (hasta existen trabajos en los que una parte de tu sueldo es en freecoins).

Distraído en esos pensamientos iba yo de vuelta a casa cuando sucedió mi gran desgracia: no sé de donde salió pero allí, en mitad del carril bici se cruzó un diminuto perro crestado chino vestido con un jersey rosa. La verdad es que yo iba muy despistado y algo deprisa, por lo que no lo pude esquivar y lo atropellé. El ridículo chucho emitió un doloroso chillido mientras que yo caí contra unos arbustos partiéndome la muñeca. Mi Bianchi, hecha pedazos.

El resto de la historia aparece en mi memoria como un rapidísimo aluvión. Resultó que el ridículo chucho era Kiki Wonders, el perro de, nada más y nada menos, Chelsea Wonders, la youtuber con más followers del mundo gracias, precisamente, a narrar las andanzas cotidianas de su adorable perrito. Y ya está, su siguiente vídeo, con más de 2.000 millones de visualizaciones, me retrató como el sanguinario asesino del animalito más querido de la red.

Os podéis imaginar lo que esto significó para mis freecoins. La cantidad de dislikes a todas mis fotos y entradas en Freebook se contaron por millones, lo que llevó a que mi saldo, en solo unos minutos, llegara a números rojos, es decir, pasé a ser un FreeBRefused de los más odiados del universo. Nadie salió en mi defensa pues ¿quién osaría enfrentarse a Chelsea Wonders? Nadie, absolutamente nadie tuvo la sensatez de decir que sólo fue un desafortunado accidente. Hasta se hizo un especial del Show de Oprah Cummings sobre mí. En prime time se argumentó que yo no sólo era un desalmado maltratador de animales y un peligro vial (se pidió al Congreso una ley para exigir un carné de conducir para ciclistas), sino también un denodado machista porque, sin ninguna duda, no habría atropellado a Kiki si su dueña hubiese sido un hombre.

Mi expulsión de la universidad fue fulminante y mi novia ni siquiera se molestó en dejarme, sencillamente, me bloqueó en todas sus redes sociales. Y luego llegó lo peor: todo mi historial de datos de internet fue analizado pormenorizadamente por la opinión pública. Desde luego fue muy poco gratificante ver a Oprah Cummings hacer un detallado recorrido por mi historial de visitas a páginas porno, para descubrir que en un vídeo que vi hacer más de diez años, durante veintitrés segundos, aparece una actriz porno que, en ese momento, no era mayor de edad (tenía diecisiete años y diez meses). Días después fui acusado de pederastia y recibí la consiguiente citación judicial.

¿Qué clase de gobierno, qué clase de terrible dictadura totalitaria dispondría de un sistema de vigilancia y castigo tan atroz? Ninguno. Freebook no está controlado por ningún poder político centralizado, de hecho se creó precisamente para escapar a ello. Freebook nació como una alternativa a las todopoderosas redes sociales oficiales. A raíz de los variados escándalos de violaciones de la privacidad en el uso de los datos, los usuarios ya no estaban dispuestos a que se comerciara con ellos sin su consentimiento y se creó una red social en la que se especificaba que nadie podía vender o comprar datos porque absolutamente todos los datos pertenecían a todos los usuarios. Realmente, ya no había nada que comprar ni vender pues todo ya era de todos. Por eso se pudo analizar al detalle todo mi historial porno de internet. En Freebook no existe ninguna ley de protección de datos.  Muchos se congratularon al pensar que había llegado el paraíso del socialismo digital y que, al fin, se había vencido a las grandes corporaciones.

De hecho, todas las normas de puntuación para ganar o perder freecoins han sido votadas y aprobadas por la mayoría de usuarios. Nada hay en Freebook que no sea absolutamente democrático. Es más, el desacuerdo y la crítica es algo completamente aceptado. Cada usuario puede criticar lo que le plazca en su muro, incluso hacer grupos de protesta con otros usuarios. De hecho, el grupo Muerte a la tiranía de Freebook tiene unos cien millones de usuarios, siendo de los más populares de la red (y de los que más freecoins pueden conseguirse por participar en él. Su administrador, Rick Cummings, marido de Oprah,  es uno de los hombres, digitalmente, más ricos de la red).

 Freebook utiliza una tecnología de tipo blockchain y los puntos funcionan de forma muy parecida que cualquier criptomoneda: su valor está garantizado fiduciariamente por todos los demás miembros de la comunidad. El despótico poder de Freebook está distribuido por todos y cada uno de los usuarios ¿Qué mejor dictadura aquella a la que todos se someten felizmente y  a la que todos colaboran para preservar? Queriendo escapar de oscuros poderes se terminó por llegar a la esclavitud perfecta: una tiranía aceptada gustosamente por todos, en la que cada uno es esclavo de todos los demás. Finalmente, el Gran Hermano éramos nosotros.

Estoy en la azotea del edificio donde vivo (o vivía. Mi casera solo me dio tres días para marcharme). Voy a hacer lo único que podrá volver a restituir mi cuenta de freecoins: voy a grabar mi propio suicidio. Voy a lanzarme al vacío mientras grabo con mi móvil la caída. Creo que puedo conseguir el vídeo con más visualizaciones de la historia y seré la única persona que ha pasado de ser refused a legend, aunque sea a título póstumo.



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