Get Even More Visitors To Your Blog, Upgrade To A Business Listing >>

En el mundo del «entre»

El Mundo parece continuo. Vemos el movimiento de la gente que nos rodea de un modo exquisitamente fluido, lo que nos permite captar muy bien los diferentes cambios de velocidad, las distintas aceleraciones, deceleraciones y ritmos que acaecen por doquier. Nuestro sistema perceptivo es, sin ninguna duda, una de las grandes obras de la evolución biológica.

Sin embargo, un grandioso descubrimiento nos hizo sospechar de que los derroteros iban por otro lado: el cinematógrafo. Si ponemos las dieciséis imágenes del caballo en un movimiento lo suficientemente rápido, aparecerá un caballo galopando en un movimiento continuo. Sencillamente, con algo de velocidad conseguimos engañar a nuestra gran obra de la evolución biológica.

Lo primero a concluir es que, independientemente de cuestiones ontológicas sobre si la realidad es discreta o continua, a nivel perceptivo sí que parece muy lícito pensar que funcionamos a nivel discreto, creando ilusión de continuidad ¿Y cómo se crea esa ilusión? Rellenando los huecos, es decir, inventándonos lo que sucede entre medias de un fotograma y otro. Esto es un tanto en contra de cualquier tipo de realismo: nos inventamos, construimos, lo que ocurre «entre». Sin embargo, tampoco es un triunfo de cualquier constructivismo, ya que no construimos cualquier cosa, sino que esa construcción sirve para, con cierta economía de medios (solo percibiendo unas secuencias y no todo lo que sucede), percibir el movimiento. Es una idea ingeniosa: ¿por qué gastar energía percibiendo todo si con solo unos trozos me vale? Seguramente, nuestra «velocidad de obturación» viene determinada evolutivamente para ser lo suficientemente eficaz observando el movimiento de objetos y organismos circundantes de nuestra escala, pero no más. Es decir, optimizada en términos calidad / precio con respecto al fitness. Somos muy competentes observando a un tigre dientes de sable corriendo hacia nosotros, pero casi no nos percatamos de ningún detalle de un avión que pasa a miles de kilómetros por hora a nuestro lado. Evolucionamos para sobrevivir a depredadores, pero no para vivir junto con artificios supersónicos.

En un artículo de Kolers y von Grünau de 1976 se expone lo que se conoce como efecto phi del color. Si vemos una luz verde y, después de un microlapso de tiempo, vemos una luz roja, la experiencia consciente nos dice que no hay ningún espacio de tiempo vacío entre el verde y el rojo, sino un continuo. Nuestra consciencia nos engaña haciendo que creamos haber visto el rojo antes de que realmente lo viéramos, además de mantener el verde más tiempo del que realmente estuvo.

Lo segundo a tener en cuenta es que tanto por el hecho de funcionar de modo discreto, como por el de que para que una imagen sea percibida a nivel consciente, necesitamos un poco de tiempo para procesarla (a la consciencia nos llegan las cosas «muy cocinadas»), no captamos el presente en el momento que pasa, sino que lo hacemos con cierto retraso (concretamente hay de unos 270 a 300 milisegundos de diferencia entre la captación inconsciente y la experiencia consciente). Vivimos con un pequeño lag. Y esto tiene alguna consecuencia: no tenemos acceso directo, inmediato, al presente; no tenemos acceso a la realidad pura de lo que ocurre. Llegamos siempre tarde al mundo.

Llevemos esta idea al extremo. Primero pensemos en  un organismo extraterrestre que, a igual que nosotros, percibe imágenes visuales pero, a diferencia de nosotros, sus «barridos de consciencia» están separados por mucho más tiempo que los nuestros. Pongamos que por Millones de años. Entonces, cada vez que hace un barrido, «fotografía» una instantánea de la realidad unos cien millones de años después de la anterior ¿Su realidad sería caótica e incoherente? Pensemos, por ejemplo, que ve una imagen del Pérmico (hace 300 millones de años), luego una del Triásico (200 millones), luego del Cretácico (100 millones), otra de la actualidad y la última dentro de 100 millones de años en el futuro. Entre el primer y el segundo barrido de consciencia se habría dado la extinción del Pérmico-Triásico, en la que desaparecieron la gran mayoría de las especies biológicas, por lo que el paisaje debería ser absolutamente diferente. Pero, ¿qué es lo que podría dar coherencia a su percepción? Habría que encontrar qué es lo que no varía entre los dos «fotogramas». Quizá tan solo el fondo de la imagen: el cielo y la tierra separados por una línea horizontal. Y, a lo mejor, como todo lo variable no tendría sentido, la percepción de los extraterrestres la interpretaría como ruido y la eliminaría de la percepción. Para ellos no existiría ningún organismo vivo, ignorarían por completo todo el universo biológico. La «consciencia de tiempo geológico» viviría en un mundo en el que solo importa que la línea del horizonte cambie. Si en los cien millones de años surgen nuevas montañas que hacen que la línea recta pase a ser sinuosa, quizá los cerebros extraterrestres rellenarían los huecos creando la ilusión de continuidad.

Ahora apliquemos esto a nuestro tiempo de consciencia. Si nosotros, al igual que los extraterrestres, interpretamos como ruido todo lo que resulta cambiante entre dos barridos de consciencia… ¿qué fenómenos pueden suceder en ese tiempo? ¿Qué es lo que nos perdemos? Caigamos en la cuenta de que igual que la consciencia extraterrestre quita lo variable para ganar coherencia y por ello elimina todo el mundo de los seres vivos, nosotros hemos podido hacer lo mismo… ¡A lo mejor hay una inmensidad de sucesos! O, pruebe el lector a pensar en lo contrario: un organismo con una consciencia de barridos tan rápidos que pudiera ser capaz de captar todo lo que pasa con un retardo de tan solo unos pocos cronones… ¿Cómo sería su mundo?



This post first appeared on La Máquina De Von Neumann, please read the originial post: here

Share the post

En el mundo del «entre»

×

Subscribe to La Máquina De Von Neumann

Get updates delivered right to your inbox!

Thank you for your subscription

×