“El programa de la mañana” Siempre ha sido una serie con un peso muy grande que soportar.

Mucho antes de su estreno, la producción ya era vista, por así decirlo, como una especie de buque insignia del entonces próximo servicio de streaming de Apple, con grandes estrellas, una ambiciosa historia contemporánea, que atraerá a una amplia franja del público y la promesa de tocar temas delicados, como el acoso sexual, en la primera temporada, y el COVID-19 en el segundo, de manera responsable, colocando delante y detrás de las cámaras a personas cualificadas en este tema.

Digo esto para plantear la posibilidad de que tal vez, sólo tal vez, toda esta carga de expectativas fuera injusta para “El programa de la mañana”. Porque la serie, aunque llena de buenas intenciones al tratar temas complejos y espinosos, nunca tuvo nada nuevo o revolucionario que decir al respecto, pero, por otro lado, siempre ejerció con maestría su vena dramática más atractiva, presentando a los espectadores una telenovela. lleno de giros inverosímiles, sentimientos crudos y personajes caminando sobre la cuerda floja del maniqueísmo.

Dicho esto, tengo buenas y malas noticias sobre la tercera temporada de la serie, que se estrenó el pasado miércoles en Apple TV+ con sus dos primeros episodios ya disponibles.

Lo malo es que la predisposición de “El programa de la mañana” a la hora de abordar cuestiones contemporáneas con un aire pseudorrealista es aún mayor: aquí tenemos toques en temas como el conflicto en Europa del Este, la invasión del Capitolio, el caso Roe v. Wade y, como era de esperar, multimillonarios egoístas (y, en el fondo, profundamente estúpidos) con ambiciones en el mundo de los medios y el espacio exterior.

Siguiendo la tradición de temporadas anteriores, ninguno de los temas está tratado con la profundidad necesaria ni aporta ninguna novedad mínima o interesante. Básicamente, el discurso que verás en los nuevos episodios de “El programa de la mañana” será algo que ya viste en Twitter hace unos meses (y, para colmo, con el mismo (bajo) grado de complejidad).

En otras palabras, todo está ahí como mero telón de fondo de los dramas de los personajes, lo que nos lleva exactamente a la segunda parte de esta consideración. La buena noticia es que la serie sigue siendo excelente en lo que es por excelencia: un drama bien construido, con personajes atrapantes y tramas que, si bien carecen de exceso de giros de la trama y complicaciones en la trama, sirven muy bien para mantener al espectador pegado al sofá. En eso, “El programa de la mañana” Sigue funcionando muy bien, gracias.

Si sigues la serie, probablemente ya habrás descubierto la historia básica de lo que nos espera en este tercer año de historia. La nueva figura de interés aquí es Paul Marks (jon hamm), un multimillonario tecnológico que pretende comprar la UBA, el canal de noticias en el que se centra la historia. Su plan para cerrar la transacción es, digamos, un poco megalómano: enviar a Alex (Jennifer Aniston) y Cory (Billy Crudup) al espacio en uno de sus cohetes, creando un espectáculo mediático que podría hacer por fin despegar a la audiencia del canal, si se me permite el juego de palabras.

Las cosas se complican cuando un grupo de piratas informáticos revela que tienen años de grabaciones y archivos confidenciales de la UBA y piden un rescate de 50 millones de dólares. Al mismo tiempo, la historia regresa a los años de la pandemia para explorar la relación de Bradley (Reese Witherspoon) y Laura (Julianna Marguiles), agregando a la mezcla una trama sobre la invasión del Capitolio, porque sí, por supuesto, Bradley estaba allí (cálmate, cálmate: como periodista).

Está lloviendo en mojado para notar que “El programa de la mañana” maneja todas estas tramas secundarias con la habilidad de un artista de circo experimentado. Sabemos que Jennifer Aniston hace televisión como nadie (de hecho, si hay una queja aquí es que sus talentos están básicamente subutilizados en los primeros episodios de la temporada) y el equipo detrás de las cámaras, especialmente el director. Mimi Leder, más seguro que nunca: no deja caer la pelota en ningún momento. Y televisión de prestigiocomo dicen los extranjeros, sin quitar ni poner.

Witherspoon, por su parte, no reinventa la rueda: su registro ligeramente campesino, con una aparente fragilidad que esconde la fuerza interior de su personaje para desplegarla en momentos clave de la narración, sigue siendo el punto fuerte de su interpretación. Y del trío de protagonistas (si podemos clasificarlo de esa manera), Crudup sigue siendo el punto culminante interpretando a un bastardo irresistible; el talento del actor, de hecho, le da a Cory algunas capas adicionales que no están en el guión. Presta atención a la entonación, expresiones faciales y gestos del personaje y entenderás de qué te hablo.

El elenco secundario también tiene sus aspectos más destacados, especialmente Greta Lee (muy apuntado para el próximo Oscar debido al nuevo favorito de la crítica «Vidas pasadas»de hecho) como Stella Bak, la implacable editora en jefe de UBA que, en esta nueva temporada, abre espacio para más debates sobre el racismo y el tokenismo.

Por otro lado, Jon Hamm es un poco diferente del resto del grupo con su elegante y excéntrico multimillonario (en serio, ¿cuántos de estos necesita Hollywood poner en pantalla antes de que alguien diga ya basta?). Tenemos aquí notas fuertes de Don Draper, protagonista de «Hombres Locos» de lo que el actor nunca pudo deshacerse por completo y Hamm nunca va más allá de los estereotipos esperados del género. Una lástima.

La mayor vergüenza, sin embargo, es que “El programa de la mañana” Podría ser mucho más grande y mejor de lo que es. La serie tiene el cuchillo y el queso en la mano: talentos delante y detrás de la cámara, una historia concreta, el espíritu de la época — ser un retrato satírico e inteligente de nuestros tiempos, hablando de temas como la persecución de los periodistas, los avances de las mujeres (y otras minorías) en el mundo del trabajo, el concepto de posverdad y muchos otros temas queridos por nuestra veces.

En cambio, tenemos que conformarnos con una telenovela superficial y simplista. Y hay motivos para estar contentos, sí; después de todo, como dicen, una farofa bien condimentada puede no ser muy nutritiva, pero está deliciosa, si se me permite usar la metáfora gastronómica. Pero “El programa de la mañana”en su tercera temporada, sigue dejándote con ganas de más.

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