Los cuatro primeros capítulos de Génesis ofrecen los elementos fundamentales de una antropología sólida. La narración bíblica, en efecto, bajo una apariencia mítica, con antropomorfismos y datos espacio-temporales no sujetos a exigencias científicas, ofrece pautas básicas para una concepción racional del ser humano. Las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento y, en particular, del Nuevo, deberán enriquecer este panorama desde la perspectiva de la fe, utilizando categorías como redención, gracia y santificación.

Entre los rasgos primordiales del ser humano -creado a Imagen y semejanza de Dios- tradicionalmente destacados en el citado texto bíblico, se encuentran los atributos de inteligencia, voluntad, subjetividad y libertad, expuestos en contraste con los de los animales y otros seres de la naturaleza. . . , encomendada al hombre para su cuidado y servicio. los socialidad (apertura a la comunicación ya la comunión) aparece también como un hecho capital; de ahí surge la pluralidad y la distinción sexual de las personas; Adán dialoga con Dios y se relaciona con su pareja. El escenario de la historia es el de la intercomunicación humano-divina e interhumana, así como la responsabilidad y corresponsabilidad de la humanidad naciente. El lado oscuro autodestructivo de esto (egoísmo, insolidaridad, autoabsolutización) también se manifiesta en sus orígenes (ver Gn 3).

La frase «a imagen y semejanza» de Dios, usada por Génesis identificar esta mismidad trascendente de la criatura humana, no ha recibido tradicionalmente, sin embargo, un desarrollo adecuado en cuanto a su causa en el socialidad de Dios mismo. Sobre este punto conviene hacer aquí algunos comentarios.

Lo sustancial y central de la fe cristiana está contenido en la Credo. Ahora está, en el centro, la confesión de Dios como Uno y Trino (Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo) y de Jesucristo Salvador (el Hijo de Dios encarnado). La Iglesia, dicho sea de paso, entiende esta verdad como misterio en sentido estricto, es decir, como verdad no adquirida por un proceso puramente racional sino por revelación divina, y cuya verdad, aun siendo ya conocida, permanece indemostrable para la sola razón humana.

Esta naturaleza trinitaria de Dios, sin embargo, no tuvo suficiente impacto en el pensamiento y la práctica cristiana, hasta el punto de que un pensador católico como Karl Rahner llegó a decir que si la Trinidad fuera eliminada de los libros de teología, las pequeñas cosas cambiaría. .en el pensamiento y la vida de los cristianos. Generalmente se enfatiza a Dios en su unidad, infinidad, omnisciencia, eternidad y omnipotencia. Conviene, pues, subrayar ciertas consecuencias o reflexiones sobre las criaturas humanas de la naturaleza relacional y comunional de Dios, que «es amor» (1 Jn 4, 8). Valen algunos ejemplos: a) la sociabilidad del ser humano (ser-para-el-otro, para la comunicación y la comunión, dialógica); b) el sentido unificador del plan salvífico de Dios en Jesucristo, que no se trata simplemente de individuos singulares y aislados, sino de una comunidad universal, de la que la Iglesia es – debe ser signo e instrumento; c) el mandamiento divino supremo y central, el amor, fundamento de una ética y una espiritualidad de comunión, también con una dimensión ecológica (ver esta extensión analógica en Francisco, Laudato Si´220). Cabe añadir que la sociabilidad divina (relacionalidad, comunionalidad) manifiesta la flecha o dirección vital, personalizante y comunional de la perfección del ser. Esta interpretación está en las antípodas de una concepción individualista e intimista de la persona.

No creo que sea extemporáneo al final de las reflexiones precedentes destacar dos cosas. El primero es el inevitable compromiso sociopolítico y cultural temporal de los cristianos y su proyección supratemporal (cf. Mt 25, 31-46). La otra es la necesidad por su parte de proyectar bien en la reflexión y practicar la fe en la naturaleza trinitaria (relacional, comunitaria) de Dios, para lo cual será muy útil en la actual «civilización de la imagen» la revalorización y la difusión del triángulo equilátero como símbolo del Unitrino.