Get Even More Visitors To Your Blog, Upgrade To A Business Listing >>

Rugby: El último baluarte de nobleza en el deporte

El mundo del Deporte vive perturbado por la preponderancia de lo económico, la violencia, la ausencia de deportividad y una cierta pérdida de valores. Sin embargo, hay una modalidad empeñada en mantener las tradiciones. El Rugby, considerado por muchos como un entretenimiento primitivo y brutal, es, en esencia, un ejemplo de nobleza y pasión por el deporte. Millones de personas alrededor de todo el mundo le otorgan, por ello, su devoción.

Cuenta la leyenda que cierto día, allá por 1823, en los albores del deporte del balompié, a un estudiante del colegio inglés de Rugby llamado William Webb Ellis, le dio por coger la pelota con las manos. Así, dice la Federación Internacional de Rugby –aunque los historiadores tienen sus dudas–, nació el deporte del balón ovalado, que en la actualidad practican tres millones de personas en todo el mundo y que cada año goza de más adeptos.

UN ‘OASIS’ DE DEPORTIVIDAD

El rugby heredó muchas de las reglas de aquella primitiva versión del fútbol –como la prohibición de pasar el balón hacia delante– y se desvió en otras cuestiones: el número de jugadores ascendió a quince, se cambió la forma del balón y se empezó a jugar con las manos. Todo ello convirtió al rugby en una modalidad mucho más agresiva que el fútbol moderno, que evolucionó de una forma muy distinta. Sin embargo, desde siempre, el rugby ha sido algo más que un mero entretenimiento. Desata las pasiones más primitivas del ser humano, aunque otorga la habilidad de poder controlarlas y desarrolla un profundo sentido de la deportividad y del juego en equipo, pues en ello está la clave del éxito.

Con el paso de los años, el rugby se ha convertido en uno de los deportes más extendidos del planeta. Sin embargo, esta popularización no ha impedido que el espíritu primitivo del deporte permaneciese intacto. De hecho, el rugby está considerado como el último resquicio de pura nobleza en el mundo del deporte. La tradición dice que «el fútbol es un deporte de caballeros jugado por brutos y el rugby un deporte de brutos jugado por caballeros». Nada más allá de la realidad. La nobleza es un valor fundamental que se inculca a los jugadores desde pequeños: nadie finge una lesión, nadie protesta al árbitro –ni siquiera los espectadores– y nadie cuestiona una derrota ni habla de robos al final de los partidos.

EL TERCER DEPORTE MÁS SEGUIDO

En España, el rugby es un deporte minoritario. Pese al ligero crecimiento que experimenta cada año, apenas existen 16.000 licencias federativas, a años luz de las 681.000 del fútbol y muy lejos, por ejemplo, del balonmano (93.000), el montañismo (99.000) o de otras modalidades con menos peso, como el voleibol (en torno a 40.000) y la petanca (casi 30.000). Sin embargo, más allá de los Pirineos, el deporte del oval desata pasiones. En las islas británicas, aunque el fútbol es el deporte mayoritario, el rugby es el segundo deporte por excelencia. También Francia goza de una gran tradición, mientras que en lugares como Nueva Zelanda o Sudáfrica es el deporte con más éxito.

Los datos de audiencias sitúan al Mundial de rugby como el tercer evento más seguido en todo el mundo, por detrás del Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos. De hecho, en la pasada cita, celebrada en Francia, la televisión gala TF1 alcanzó un récord al lograr congregar ante las pantallas a 16,5 millones de personas en el partido entre el país anfitrión e Irlanda. En España, el último partido relevante de la selección, el de clasificación para el Mundial contra Rumania lo siguieron, por Teledeporte y en directo, apenas 8.000 personas. Todas las demás retransmisiones de ese día en la cadena española, incluidas la gimnasia artística y la liga escocesa de fútbol, superaron al rugby.

MÁS QUE UN DEPORTE

El mejor ejemplo del peso que adquiere este deporte en otras partes del mundo está en Gran Bretaña. Allí, el rugby es también un elemento de afirmación de la identidad nacional. Las victorias de Gales o Escocia contra Inglaterra son victorias de todo el país contra su hermano mayor y suponen un motivo de orgullo. El mítico jugador galés Jonathan Davies describía como nadie el sentimiento que provoca una derrota en el Seis Naciones, torneo más prestigioso del hemisferio norte: “No es una semana aguantando las bromas de tu rival, es un año viendo cómo tus vecinos, ya sean irlandeses, ingleses o escoceses, te recuerdan cada día tu derrota”.

Especialmente curioso es el caso de Gales. Su capital, Cardiff, es todo un templo de este deporte. El Estadio del Milenio es la reliquia de la ciudad. Lo presentan como su principal seña de identidad, por delante de edificios históricos y gubernamentales. No en vano, el estadio ha generado mil millones de euros en beneficios para el país y es una de las principales fuentes de turismo y de creación de puestos de trabajo. Su repercusión es tal, que el centro de la ciudad se cierra al tráfico los días de partido, para que las cerca de 80.000 personas que suelen abarrotar las calles puedan hacerlo sin sufrir ningún percance. “El Millenium Stadium es la joya de la corona de Gales”, sentencia Roger Lewis, presidente de la Federación de Rugby Galesa.

Gales es un ejemplo de arraigo de la tradición y los valores de este deporte, pese a que su equipo nunca ha logrado grandes éxitos a nivel internacional. De hecho, la única selección del hemisferio norte que ha ganado el Mundial es Inglaterra. El resto de potencias se encuentran en el sur. Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia son las tres grandes, aunque muchos otros países, como Fiji, Samoa o Argentina cuentan con equipos competitivos. Aún así, el motivo de que sólo el XV de la rosa haya conquistado la Copa Webb Ellis –se llama así al trofeo que se entrega al campeón del mundo, en honor al supuesto creador del deporte– para Europa también se explica en el hecho de que, en su afán de conservar la pureza del rugby y evitar que se hiciera profesional, no se creó un campeonato mundial hasta 1987.

NUEVOS TIEMPOS, TAMBIÉN PARA EL RUGBY

Eventos como el Mundial o el torneo Seis Naciones –que disputan Inglaterra, Gales, Escocia, Irlanda, Francia e Italia– ayudan a que el rugby centre la atención de los medios, con mayor intensidad los del Reino Unido y sus ex colonias, durante unas semanas. La cobertura internacional y la expectación que desatan estos torneos hacen que el rugby evolucione y se parezca cada vez más a otros deportes. Al igual que David Beckham es el gran icono mediático del fútbol, el rugby también tiene los suyos. Los mejores ejemplos son el inglés Jonny Wilkinson o el galés Gavin Henson; ambos protagonistas de las páginas de la prensa amarilla británica y de numerosos anuncios publicitarios.

Pese a ello, estos torneos todavía son la máxima expresión del rugby en estado puro. Hay mucho más en juego que la simple victoria. Dice el entrenador galés Gerwyn Williams que la misión del rugby no es ganar, pues ganar es un comienzo, no un fin. En el rugby entran en juego el compañerismo, la unidad, el juego limpio, el orgullo. Hoy existen diferentes modalidades de rugby –el Rugby Union, que es el más extendido, el Rugby League, de trece jugadores, y el Rugby 7–. Se ha ido añadiendo la tecnología a este deporte: hace dos décadas que existe el árbitro de vídeo que ve las jugadas polémicas al instante para ayudar al árbitro principal en sus decisiones. Sin embargo, la esencia perdura. El rugby es todavía un baluarte, un lugar donde la nobleza en el deporte resiste.

La entrada Rugby: El último baluarte de nobleza en el deporte se publicó primero en Páginas Deportivas.



This post first appeared on Páginas Deportivas, please read the originial post: here

Share the post

Rugby: El último baluarte de nobleza en el deporte

×

Subscribe to Páginas Deportivas

Get updates delivered right to your inbox!

Thank you for your subscription

×