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ACOMPAÑADO

Si quieres saber donde vas, mira quién te acompaña. (Anónimo)


Tenemos amigos, conocidos, familia, hermandades, todo un sinfín de organizaciones sociales que ocupan nuestra vida.

A menudo nos confundimos, o nos confunden y aquel que creíamos era nuestro amigo se transforma en desconocido, demostrándonos que solo era un compañero de viaje temporal. Nos suele causar grandes decepciones, pero la verdad es que suelen ser muertes de una crónica anunciada. Anunciada, sí, pero no tenida en consideración por nuestros sentimientos, nuestras emociones cuando emprendemos el viaje.

El ser humano es un animal social, por lo que las compañías son esenciales a la hora de quererse a sí mismo, de alimentar nuestro ego con la positividad de una presencia amiga. Por ello siempre buscamos el reconocimiento de los demás, como si solo, o casi solo, existiéramos a través de la mirada ajena.

¿Quiere decir esto que somos seres superficiales que se alimentan más de lo que los demás piensan, que de cómo deberíamos ser según nuestra propia opinión?

Esta pregunta no es nada baladí, es más es una cuestión que ocupa nuestra mente constantemente. Somos complejos y la respuesta también lo es, pero lo que con toda seguridad nos preocupa más es el qué dirán, que quién somos.

Yo, por ejemplo, cuando no era creyente mi referencia eran los demás. Con quién me juntaba, con quién no quería mezclarme. En mi vida personal fue lo mismo, seguí un patrón secular, mis relaciones se basaban en mis gustos y placeres, y con quién los podía o quería compartir. Y para ello mi imagen, y la idea que tenían los demás de mí, eran primordiales.

No era consciente de que solo era un peón en un mundo donde los ídolos llegan y se van, como la luna y el sol, cada día. Quería ser único y para ello elegía mi entorno, pero al final, todo se desvanecía y lo único se transformaba en fútil.

De hecho, si pienso en mi pasado y en todas las personas que he conocido, solo una ha resistido el envite del tiempo. Un amigo, pero no cualquier amigo, no. Ese mismo que me recondujo en el camino del Señor, y si no fue por la puerta principal, como se suponía cuando hice mi primera comunión, fue por la puerta de la discreción, camino seguro e infalible. Venció mi resistencia a Dios enseñándome su casa. Si bien hoy las iglesias católicas, apostólicas, romanas no son las que suelo visitar, soy protestante, no dejan de ser lugares de culto y recogimiento en honor a Dios. Debo de decir que aquellos momentos que pasé en silencio, en un lugar majestuoso, vació de mundanidad, me reconcilio conmigo mismo y diluyó mi rebeldía hacia Dios, acercándome a Él a cada segundo que fluía. No que no creyera en Él, Él nunca me dejó, sino que lo que los hombres me habían inculcado no encajaba en mi forma de vivir, de buscar a Dios. De hecho, mi reacción sistemática era de rechazar cualquier religión por ser organizaciones dirigidas por hombres, con Dios por excusa, y yo no creo en los hombres. Y sigo no creyendo en ellos. Buscaba una forma de relacionarme directamente con Dios, sin intermediarios que no fueran otros que Jesús. Encontré mi camino, y sé que solo es el mío. Hay tantos como seres que buscan de corazón a Dios. No hay ninguno mejor y ninguno peor. Cada cual tiene su vía con Dios que es personal e intransferible y si bien la comunión con los hermanos en la fe es necesaria, la relación directa con Jesús es imprescindible. Huyo de aquellos que tienen la “verdad” porque sé que solo Jesús es la Verdad y la vida. Yo tenga mi verdad, llena de imperfecciones, pero también rebosando de la Gracia de Dios y de un compañero de viaje único e insustituible: Jesús.

Solo podemos sentir la presencia de Jesús si nos entregamos con cuerpo y mente al Espíritu Santo. Ese mismo que alimenta la llama de nuestra fe.

Si la senda de mi vida fuera un cuadro, me gustaría que fuera el de un camino sin fin hacia la luz blanca de la eternidad. En él se vería un diminuto hombrecillo, con cara de felicidad y paz, acompañado de Jesús.

16 Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. 17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. 18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28:16-20)


Que Dios os bendiga, Alfons
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