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VALE LA PENA?

La pena no tiene precio, y menos valor, para los impenitentes. (Anónimo)


Cuando vemos tanta desidia frente al mal en todas sus facetas, ¿Vale la pena resistirse?

Cuando vemos el rico cada vez más rico, el pobre cada vez más pobre y se legitima esta situación, ¿Vale la pena rebelarse?

Cuando los poderes se corrompen cada vez más y las instituciones nos desamparan autoprotegiéndose a nuestra costa, ¿Vale la pena protestar?

Cuando el mal arrodilla al bien y se lucra a expensas del dolor de los que lo sufren, ¿Vale la pena sublevarse?

De hecho, ¿vale la pena enfrentarse a uno mismo cuando observamos todos estos comportamientos en nuestra propia persona?

La reacción fácil, y en la que muchos caen, es culpabilizarnos o mejor, culpabilizar a los demás de todos los males de este mundo. Existen quienes dedican sus mensajes a esta visión apocalíptica del mundo, políticos, predicadores, visionarios se nutren de lo que el mal les ofrece: una excusa para manipular el sentido de culpa.

¿Quiero yo decir que, como decía Panglos (Personaje de Voltaire),” todo va de la mejor manera, en el mejor de los mundos posibles”?

¡¡¡Pues claro que no!!!

Pero la culpabilización no es sana, si es fomentada por los demás. Solo es saludable cuando nace de uno mismo solo para sí mismo, y eso, aunque más difícil de ver, es realmente el principio de la conversión de nuestros corazones.

El sentido de la culpa no puede nacer los reproches o de las advertencias ajenas. Eso solo estigmatiza a las personas, pero en ninguna manera las ayuda a resolver sus conductas.

A la hora de abordar el pecado ajeno hay que pensar siempre en la paja y la viga y veremos que, si bien podemos ayudar, nunca debemos juzgar.

Como Jesús nos enseñó, Maestro en el arte de las paradojas, solo en el perdón se manifiestan nuestras culpas y eso es personal e intransferible.

En lugar de estar constantemente vaticinando nuestras culpas, aquellos que viven de ello, deberían estar ensalzando las bondades del perdón, invitándonos a que reflexionemos y conversemos con el Señor para entregarle nuestras vidas en señal de arrepentimiento sincero y profundo. Sin enseñar del dedo los comportamientos, pero sí el camino de salvación.

Solo en la esperanza que representa Jesús seremos capaces de lavarnos de nuestras culpas y no en la culpabilización, tanto mundana como religiosa o espiritual. Nosotros no somos capaces de perdonar, pero sí somos hijos de Dios para ir a Jesús o a nuestro Padre celestial y pedirles perdón de corazón y de espíritu.

No somos dignos de Él, pero su gracia y su gran misericordia nos cubren de sus alas protectoras.

Y eso sí vale la pena. Si somos capaces de enfrentar sinceramente nuestra condición y entregarnos a Jesús, entonces:

· podremos resistir al mal con el amparo de Jesús

· Nos indignaremos frente a las injusticias y batallaremos por la igualdad de la mano de Jesús

· Lucharemos contra la corrupción de toda índole y Jesús nos apoyará

· Nos levantaremos frente al mal de la mano de Jesús y Él lo vencerá

· Y, lo más importante, nos negaremos a nosotros mismos, para ser renovados en Jesús.

Entonces sí que vale todas las penas del mundo el ser capaces, con y en Jesús, triunfar de este mundo de tinieblas y de nuestra condición humana.

Que Dios os bendiga, Alfons

1No juzguéis, para que no seáis juzgados. 2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. 3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4 ¿O cómo dirás a tu hermano: ¿Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? 5 !!Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. 6 No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen. (Mateo 7:1-6)


4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) (Efesios2:4-5)

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