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MALGASTAR MIS PENAS

Las penas acomodan la antesala de nuestras alegrías. (Anónimo)


Cuando uno lee esta frase le cuesta creer que sea algo más que una provocación desacertada. Todos tenemos en la memoria momentos de gran pena que nada pudo aliviar y que siguen vivos en nosotros.

Es como si nos fuera necesario mantener el duelo para no olvidar lo sucedido.

Pero no es sano complacerse en el dolor porque acaba transformando nuestro humor, nuestro amor, nuestra vida.

Siempre debe haber un antes y un después, a cada tiempo su momento, pero también a cada momento su tiempo, ni más, ni menos.

Además, hay que saber escoger nuestras penas porque, a menudo, solemos malgastar su atribución.

Por ejemplo, el que nuestro equipo favorito lo eliminen. ¿Es eso digno de dedicarle nuestra pena?

El que no consigamos ser primeros en un certamen. ¿es eso digno de dedicarle nuestra pena?

O incluso que nuestro hijo/a no supere su pase a la universidad. ¿Es eso digno de nuestra pena?

Más de uno dirá que sí en según qué circunstancias, pero, a la verdad, nada de todo esto, ya sea que nos atañe a nosotros, o a un ser querido, es digno de malgastar nuestra pena.

Todo aquello que tiene solución a nuestro alcance debe invitarnos a buscarla sin perder tiempo en lamentaciones y entonces descubriremos que solo aquello que no tiene vuelta atrás es digno de nuestras penas.

La muerte es uno de esos acontecimientos que nos abocan a la tristeza, haciendo fútiles e indecorosos, todos esos momentos de pena inútiles que la han precedido.

No deberíamos esperar a que la cruda realidad nos haga ver cuanto malgastamos nuestras penas.

Otros eventos menos dramáticos, pero igual de apesadumbrados también son dignos de nuestra pena. Por ejemplo, cuando vemos el sufrimiento de aquellos que padecen guerras, hambre, enfermedades en lugares ajenos a nuestra presencia, o incluso a nuestra cercanía.

En estos casos sí que existen soluciones a estas situaciones, pero la condición humana, el egoísmo, la vanidad, la ausencia de amor en todas sus formas hacen imposible que nuestra pena desaparezca.

La pena es un sentimiento del alma, no dejemos nunca que sea una reacción de la mente porque, de ser así, se transforma en calculadora y vanidosa.

Volviendo a la frase anónima entiendo que lo que nos quiere decir su autor es que toda pena vivida con sinceridad de corazón alberga esperanza. Y esta, no es un espejismo sino la materialización de nuestra fe en su expresión la más profunda.

Volvamos al ejemplo de la muerte, para los cristianos, la muerte solo es un trámite hacia la presencia de nuestro creador. Y si lo pensamos con la fe que nos insufla el Espíritu Santo, la muerte es la esperanza del descanso en Jesús para la eternidad. ¿Y qué es mejor, eso o la vida secular de este mundo?

Nos cuesta, a todos, asumir la coherencia de nuestra fe porque la pena de este mundo nos impide vislumbrar la alegría en la que nos espera Jesús. Nada nuevo bajo el sol.

El mundo es una fabrica incansable de pena, y sus obreros, los hombres, son orfebres en la materia. Empero, todos aquellos que luchamos, día tras día, para que se apague alguna llama de dolor, nos enfrentamos constantemente a los pirómanos del alma. De hombre a hombre es una lucha desigual porque la condición humana, por ahora en este mundo, es más poderosa que el amor. Hasta que llegue triunfante nuestro Señor Jesucristo e imponga las enseñanzas de los evangelios.

Eso sí, ese gran bloque de hielo que es el corazón de los incrédulos no es consciente de que hay multitudes de brasas ardientes de la fe que están, penetrando en lo más profundo de sus entrañas y que, paso a paso, gota a gota, están derritiendo sus incredulidades con la incandescencia del amor de Cristo. Algunos lo aceptan, otros lo rechazan. Es lo más terrible del libre albedrío del ser humano, que él mismo se condena.

Aquel que ama a su prójimo como a sí mismo no malgasta sus penas, siguiendo a Jesús, aprovecha todas las oportunidades para que su vida se llene de propósito, ofrecer alegrías a los corazones contritos.

La verdadera pena es compasiva, el resto suele ser hipocresía del alma.

Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino. (Mateo 15:32)


22 Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. 23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: !!Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. (Mateo 16:22-23)

Que Dios os bendiga, Alfons
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