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CAMBIOS

Nada de lo que sucede es malo para el hombre bueno. (Platón)
Este fin de semana cambiamos la hora y no cabe duda que eso genera algún trastorno que otro hasta que nos adaptamos.

Los cambios siempre son un reto porque cuestionan lo establecido y nos obligan a reconsiderar lo adquirido.

Hay reacios crónicos al cambio y adictos compulsivos también.

Pero ¿Qué pretende un cambio de paradigma?

Lo que estamos viviendo actualmente con el Coronavirus es un buen ejemplo. Ha modificado por completo nuestro estilo de vida. Nos obliga cada día a enfrentarnos a nuestras neuras, ya sean fóbicas o simpáticas. El aislamiento social, la falta de contacto, el miedo a la penuria, el pánico a lo desconocido. Todos estos síntomas se manifiestan en nuestra mente a cada momento e intentamos dominarlos con el raciocinio del que escaseamos cada vez más. Vemos comportamientos irresponsables mientras otros son ejemplares y nosotros bailamos entre ellos indignándonos o maravillándonos según toca.

Pero el efecto más importante de un cambio de paradigma forzado por los acontecimientos es que nunca más nada será igual.

¿Para bien? Eso lo dictará el tiempo y nuestra capacidad o no de adaptarnos y aprender de nuestros errores.

¿Para mal? Eso es lo más común en el ser humano. Su incapacidad de aprender, de adaptarse, a pesar de que los elementos le invitan a ello.

Este virus nos está enseñando varias lecciones que deberíamos, más que aprender, interiorizar en nuestro cerebro de forma definitiva.

1) El problema no es de unos sino de todos: nos globaliza socialmente.

2) La solución pasa también por todos: nos obliga a la solidaridad.

3) El dinero no te hace inmune: el virus no es discriminante

4) La falta de dinero tampoco pero si te expone más: por falta de solidaridad.

5) Nuestras fortalezas son también nuestras grandes debilidades: globalización.

6) No se juega con aquello que no controlas: y no controlamos nada.

7) La muerte no entiende de clases: tanto para famosos como para desconocidos.

8) Cuando detectamos la plaga siempre es demasiado tarde: lo que tiene que pasar, siempre pasa por mucho que nos creamos inmunes.

Todo esto hará que haya un antes y un después en el mundo, y eso que solo estamos al principio de la pandemia.

Los cristianos sabemos mucho de ello. La Biblia estás repleta de plagas, pandemias y otros desastres pseudo naturales. Porque todo está bajo el control Divino. Dios ha cuidado, y sigue haciéndolo, a su pueblo mediante la Gracia, el amor pero también a través de las tribulaciones correctivas que le impone para obligarlo a cambios de paradigmas, de malas costumbres. Por desgracia lo que también observamos en la Palabra es que el pueblo, somos duros de cerviz y que cada vez necesitamos más pruebas correctoras que reten el confort de la mediocridad de nuestras vidas.

Mientras todos estábamos pensando en la Champions, en los juegos olímpicos, en la eurovisión, en el próximo estreno cinéfilo obviábamos que el mundo también es guerras, violencia, dolor y aflicción, muertes y más muertes. Y ahora esto ha llegado a nuestros hogares. No es una guerra en el sentido literal pero sí es un acecho o constante a nuestra tranquilidad que pensábamos intocable.

Lo más perverso de este virus, y diría también lo más edificante, es que es sigiloso y puede alcanzarte sin que te des cuenta. De la misma forma que nuestra forma de vivir, ignorando a los demás, se inmiscuye en la vitalidad de aquellos que maltratan, alentándolos en lugar de sentirse retratados, avergonzados, rechazados.

Lo que nos está pasando es un capitulo apócrifo de la vida de la humanidad que quedará para siempre marcado como el fin de la sociedad del bienestar.

Como a todo fin le sigue un principio, de las futuras generaciones dependerá poner su sello particular en este mundo en decadencia total.

Los cristianos sabemos que Dios está obrando cada vez más para salvarnos de nosotros mismos. Hasta que el acto final sea la llegada de Jesús triunfante y liberador de su pueblo. No sé por qué, o tal vez es mi deseo, pero tengo la sensación de que estamos cerca de ello.

28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (Romanos 8:28)
Que Dios os bendiga, Alfons
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