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LOS ICEBERGS DE NUESTRO CORAZÓN

No es lo que se ve, sino lo que acarrea, que hace que una cosa sea peligrosa. (Anónimo)

El Titanic se hundió debido a un iceberg y era, o más bien se pretendía, un navío indestructible. Qué pues será de Nuestro corazón frente a estos peligros que nos parecen inofensivos.

Tenemos una batalla constante entre lo emocional (nuestro corazón) y lo racional (nuestra mente). Es bien conocido que todo exceso es nocivo tanto si es del uno como del otro. Nuestra capacidad, o no, de saber y poder controlar ambos nos define como persona, como buen o mal ejemplo.

Cada vez que nos hieren, nos menosprecian, nos maltratan, o peor, cada vez que tenemos esta sensación, no tiene por qué corresponder a la realidad.

¿Por qué?

Pues porque si bien tenemos esta percepción, lo emocional como lo racional, cuando nos desbordan, hacen que perdamos el raciocinio y percepción adecuada de las cosas.

Esto que digo, cuando se trata de la parte emocional, es muy evidente y nuestras muestras de afectividad exacerbada testifican de ello pero no debemos olvidar que también nuestra voluntad de querer racionalizar las cosas a toda costa puede llevarnos, también, a perder de vista la realidad.

Cada vez que experimentamos estos traumas nuestro corazón se carga de icebergs que se deslizan hasta las paredes de este órgano tan sensible. Y cuando chocan contra sus paredes pueden llegar a destrozarlo, dejando rastro de daños difícilmente reparables.

Cuando debatimos, opinamos, disentimos y acordamos, todas estas emociones y razonamientos se ponen en marcha. Como dedicamos más tiempo a escucharnos a nosotros mismos que a nuestros interlocutores, suele pasar que acabamos igual de vacios pero además más enfadados. Cuando esto pasa es que no hay amor, no hay respeto, no hay sabiduría.

Pero cuando la resultante es un enriquecimiento personal, un respeto y amor acrecentado hacia nuestro interlocutor, independientemente de que hayamos cambiado de opinión, eso es gratificante. Y cuando digo que nuestra postura siga siendo la misma, no es verdad porque cuando escuchamos, nos enriquecemos y transformamos tanto nuestras emociones como nuestra razón. Es lo bueno de amar y ser amado que nuestros icebergs se derriten al paso de nuestros encuentros con aquellos que queremos.

He experimentado muy recientemente esta sensación con mi pastor y debo decir que me ha reconfortado y ayudado a ver como se derriten los icebergs de mi corazón.

El principio de la sabiduría es el temor de Dios y su continuación nuestra actitud frente a la vida siempre que sea de humildad y mansedumbre, de paciencia y amor. Lo más sencillo y también lo más difícil para el ser humano. Nada nuevo bajo el sol.

Todo esto que he dicho hasta ahora son cosas del ser humano pero los cristianos somos algo más que personas, sino bien de este mundo sí en este mundo. Somos hijos de Dios, arropados por nuestro Señor y Salvador Jesucristo. El único capaz de disolver los icebergs de nuestro corazón con su luz impoluta y sanadora. En Él debemos confiar y Él nos sanará y mediante el Espíritu Santo nos guiará. A cuantos más icebergs, más debemos buscarlo y pedirle ayuda y consejo dejando nuestro orgullo y vanidad de lado.

Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, 2 con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, 3 solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Efesios 4:13)

Que Dios os bendiga, Alfons
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