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LAS FALSAS APARIENCIAS

Las falsas apariencias son un pleonasmo, porque toda apariencia es una falsedad. (Anónimo)
Las apariencias engañan pero, a quien más, es a quien las ostenta.

Es más fácil tropezar con dadores de enseñanzas que con deseosos de recibirlas. La vanidad es un atuendo muy común en este mundo secular y desgraciadamente también en las congregaciones cristianas.

Nada nuevo bajo el sol, Jesús convivió con los fariseos. Maestros de las falsas apariencias y de los engaños espirituales. Orfebres en señalar lo que consideraban pecado de los demás obviando y enmascarando los suyos bajo las actitudes del cumplidor impoluto.

Esto que se vivió en tiempos pretéritos, entre los seguidores de la Ley, sigue tan vigente hoy perpetuado por aquellos que en sus congregaciones alimentan más el juicio que el respeto ajeno.

Es muy difícil de poder valorar situaciones que son sujetas a interpretaciones y/o valoraciones tan diversas, como legitimas, las unas y las otras. Y por ello es curioso observar que cuando se da el caso aparecen por todos los lados los donadores de lecciones. Los que se consideran por encima de sus semejantes y se recrean en enjuiciarlos a placer.

Y yo me digo: si Dios en su Palabra, y Jesús en sus enseñanzas, hubiesen querido que lo tuviéramos todo meridianamente claro y sin alternativas lo habrían hecho, ¿no? Entonces ¿por qué temas como la predestinación abren tantas discusiones entre creyentes si al fin y al cabo nadie en este mundo es poseedor de la Verdad?

¿Por qué nos empecinamos en querer convencer a nuestros hermanos de que nuestra verdad es la Verdad en lugar de respetar todos los unos a los otros? Cuando tan solo escuchandolos podemos enriquecernos de puntos de vista diferentes a los nuestros.

¿Por qué nos olvidamos de amar y nos concentramos en la paja del ojo ajeno?

¿Por qué?

Como decía Jesús, “en la cátedra de Moisés se sientan escribas y fariseos”. En nuestras congregaciones también manifiestan su presencia rechazando o reprobando toda acción que no corresponda a sus credos. Contienden por un dogma de fe o por una actitud que consideran impropia pero, ¿y ellos, se dan cuenta de su comportamiento no cristiano? ¿Se preguntan tan siquiera una vez, qué haría Jesús? Los que dicen y no hacen, los que imponen y no respetan son fariseos modernos más preocupados por las apariencias que por lo que el corazón de sus semejantes alberga.

Hay tantas cosas que no entiendo en la Biblia que sería para estar preocupado pero no lo estoy.

¿Por qué?

Porque sé que mi Padre Celestial está a mi lado y que, mediante el Espíritu Santo, me inspirará y responderá cuando considere me es necesario. Porque sé que tengo dos mandamientos supremos con los que nos obsequió Jesús y a los que debo obedecer en todo momento: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y si de verdad amo a mi prójimo, respetaré sus opiniones, sus comportamientos por muy diferentes que sean de los míos. No soy posesor de la Verdad, solo huésped de mi verdad y eso me debe imponer la humildad de escuchar y respetar la opinión de los demás. Leyendo la Palabra enriquezco mi vida. El día que deje de leerla estaré muerto.

No debemos confundir respetar y aprobar, es más, el verdadero respeto se manifiesta cuando no estamos de acuerdo con la persona y que aceptamos su verdad como una más en el mundo de las opiniones o actitudes. Sería demasiado fácil e hipócrita respetar solo aquello y/o aquellos con los que estamos de acuerdo. El verdadero respeto es cuando no juzgamos aquello que no nos gusta y aceptamos las diferencias.

Todos caemos en la tentación de enjuiciar aquella persona o actitud que no entendemos y menos comprendemos. La sabiduría nos enseña que la única respuesta a este tipo de situación está en confiar en Jesús y en sus enseñanzas porque la raíz de toda buena actitud es el amor.

No pretendamos enmascarar nuestras desaprobaciones con falsas apariencias porque eso no engaña al único que estará frente a nosotros a la hora del juicio final. Él escudriña nuestros corazones en todo momento y solo Él tiene potestad para juzgar.

Cuan mejor serían nuestras congregaciones sin las falsas apariencias pero por desgracia solo somos humanos y nuestra condición nos atrae hacia el pecado de forma natural. No somos mejores que los no creyentes, no, pero sí tenemos una obligación espiritual de luchar para serlo. Porque somos conscientes del pecado que mora en nosotros. Dios nos ayude, amen.

Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: 2 En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. 3 Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. 4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. 5 Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos;6 y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, 7 y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. 8 Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. (Mateo 23 1-8)

Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. (Filipenses 4:8)


Que Dios os bendiga, Alfons
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