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LOS FRUTOS DE LA CARNE

Hay fruta que nace podrida y cae prematuramente de su base para secarse y volver a ser el polvo del que proceden, como las almas de los hombres caídos. (Anónimo)


En estos días de gran consumo secular donde Fiestas suceden a jolgorios hasta que el amanecer se cobra su tributo. En estos días donde los frutos de la carne están en su punto álgido, es como si lo mundano supiera que solo forzando sus alegrías podrá disfrutar fugazmente de ellas. Fugazmente, sí, porque ningún exceso de bebida puede borrar la sordidez de las vidas sin propósito y evitar que la realidad recupere su protagonismo rápidamente recordando a cada cual que este mundo no es de risas sino de llantos.

Vemos fuegos artificiales, copas brindando, fiestas consumando sus deseos de disfrute pero no vemos las penumbras profundas de los corazones que sustentan tal bullicio.

Porque quién puede celebrar fiestas mientras muchos están humillados bajo las necesidades más básicas, como un hogar o dar de comer a sus hijos.

Porque quién puede celebrar fiestas mientras se olvidan de quién merece todas nuestras alabanzas: Dios nuestro Señor y creador.

Porque quién puede celebrar fiestas cuando es a costa del sufrimiento y de la ignorancia más elemental de aquello y aquellos que padecen este mundo cruel y sin piedad.

No se trata de culparnos indebidamente y en exceso, eso es la excusa primaria de aquellos que pretenden hacer caso omiso de la realidad, no. Se trata de sentir y entender la entelequia del pecado que mora en nosotros y es causa para efecto sobre los demás, y obrar para enmendar todo aquello que esté en nuestras manos.

Cómo podemos celebrar obviando a los damnificados por nuestra ignorancia. Cómo podemos estar felices a costa de las penas ajenas.

Muchos os dirán que en estas épocas no toca estar tristes, son momentos de celebración. Pero qué se puede celebrar cuando nuestra conciencia ignora voluntariamente la realidad de nuestro mundo: hambre, dolor, violencia, maldad. Está misma que sucede a nuestro alrededor.

Muchos os dirán que esto solo es sensiblería inadecuada para las circunstancias pero la realidad es que ser conscientes de esto nos obliga a actuar con compasión y amor hacia aquellos que no pueden disfrutar de lo más elemental. Nos obliga a mirar de cara la crueldad que sufren los que miran los fuegos artificiales sin disfrutarlos, porque lo hacen desde sus miserias y pesadumbres, y tener amor para obsequiarles y aliviar sus penas.

Uno no puede comer de los frutos de la carne y mirar de cara a Jesús. Debe escoger sin ambigüedad su camino. Jesús está al lado de los que padecen, es Él aquel menesteroso que en momentos de grandes fiestas sufre sus miserias y precisa de nuestro amor. Jesús espera que devolvamos a los demás el amor con el que nos obsequia constantemente.

La sobriedad no es la negación de placeres sino el saber compartirlos con los más necesitados y menesterosos en humildad de corazón.

11 La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a toda la humanidad, 12 y nos enseña que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente. (Tito 2:11-12)

Que Dios os bendiga, Alfons

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