Cuando lo único que le queda a un ser humano es su vida al desnudo, ya no tiene otro valor que la esperanza que lo ayuda a sobrevivir y esta solo la puede pagar con su vida.

El mar es un elemento muy cruel cuando se enfurece, no contempla la condición de aquellos que lo surcan. Mientras el yate millonario sortea sus avatares hasta llegar a buen recaudo, la patera miserable cede a las olas engullidoras de almas, y dispersa vidas, que se extinguen en el anonimato.

Los que vivimos en el confort de nuestro mundo “civilizado” no somos conscientes de la realidad que viven aquellos que pierden sus vidas en botes condenados al naufragio. Cuando lo vemos en la tele solo contemplamos las consecuencias tanto de aquellos que ya no son como de aquellos que consiguieron sortear el infierno.

Pero el tiempo que ha pasado desde su partida hasta el desenlace final, ese tiempo de silencio, de angustias, de miedos, y gemidos que solo se soporta por la esperanza de una vida mejor. Ese tiempo que uno desea corto y se hace interminable, con un sol aplastante, una tormenta desbocada o una calma que chafa los cuerpos y las voces, en el bote que los zarandea. Ese tiempo, no seríamos capaces de soportarlo, de vivirlo, de imaginarlo, porque no hay imagen ni sonido de la travesía, y si lo hubiera no lo soportaríamos.

Solo Dios puede aliviar los males del alma, las pateras son una consecuencia de los males del hombre.

Debemos orar sin cesar por todos aquellos que cada día entregan su vida a un anhelo humano para salvar sus vidas. Orar para que también se salven sus almas.

Y no nos olvidemos que hay muchos tipos de mares y de pateras. Las que navegan en las tormentas de nuestras mentes también nos hunden cuando naufragan.

Solo de la mano de Jesús estamos a salvo en cualquier tipo de tormenta y de patera. Con Él a nuestro lado nada debemos temer. Oremos también para reforzar nuestra fe, que nos acerca al Padre y al Hijo mediante el Espíritu Santo. Amen

Porque fuiste fortaleza para el pobre, fortaleza para el necesitado en su aflicción, refugio contra la tormenta, sombra contra el calor; porque el ímpetu de los violentos es como una tormenta que se abate contra el muro. (Isaías 25:4)


Que Dios os bendiga, Alfons
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