Tememos a la muerte cuando en realidad deberíamos temer a la vida, a cómo, en ella, actuamos y qué testimonio daremos de quién somos y no de quién hemos pretendido ser.

En mi última cena:

· Me gustaría estar rodeado de mis amigos, familiares y hermanos. Pero también de aquellos a los que he dolido para poder pedirles perdón y de los que me han herido para perdonarlos sin condición.

· Me gustaría que fuera una fiesta de despedida, llena de alegría y esperanza, de aquellas que se hacen cuando todos saben que el que parte lo hace hacia un lugar mejor.

· Me gustaría tener momentos para todos y poder expresar el amor que Dios me ha enseñado y que he hecho mío para con los demás.

· Me gustaría testificar de mi alegría y confianza en nuestro Señor Jesús, ante el que me presentaré con la conciencia al desnudo y con su abogacía ante nuestro Padre.

· Me gustaría que todos los que quiero conozcan, como yo lo he conocido, el amor sin condiciones de nuestro Señor y salvador. Que se entreguen a Él y lo sigan para siempre. Sería para mí el mayor de los regalos que me podrían hacer.

· Me gustaría que mi muerte fuera útil y solo imagino esta posibilidad siendo testimonio fiel de mi fe, de mi confianza en el Señor y de mi entrega a Él.

· Me gustaría que cuando se cierre la puerta de mi última cena todos los invitados se vayan en paz, esta paz que Dios nos da cuando, en Él, descansamos.

Cuando pienso en la última cena de nuestro Señor me siento hormiga ante la montaña. Porque si bien el cumplió con creces todo aquello que yo pretendo en mi última cena, lo hizo consciente del sacrificio que iba a hacer por todos nosotros.

La humanidad, con su pasado y presente pecaminoso, no tenía futuro sin el sacrificio que representan el pan y el vino, el cuerpo y la sangre de Jesús. Solo un Dios hecho hombre podía pagar nuestro rescate a costa de su vida humana mediante el escarnio que le infligimos los humanos.

En su última cena Jesús simboliza lo que ha sido, es y será de su pueblo mediante su sacrificio. Marca su voluntad de obediencia al Padre para que se cumplan las escrituras. El Cordero morirá degollado por los hombres para resucitar como León invencible y reinar sobre su pueblo.

Pensemos en cómo queremos que sea nuestra última cena cuando celebremos la de Jesús porque Él es ejemplo a seguir. Amen.

14 Cuando era la hora se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. 15 Y les dijo:
— ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta Pascua antes que padezca!, 16 porque os digo que no la comeré más hasta que se cumpla en el reino de Dios.
17 Tomando la copa, dio gracias y dijo:
—Tomad esto y repartidlo entre vosotros, 18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta que el reino de Dios venga.
19 También tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo:
—Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
20 De igual manera, después de haber cenado, tomó la copa, diciendo:
—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. 21 Pero la mano del que me entrega está conmigo en la mesa.22 A la verdad el Hijo del hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! (Lucas 22:14-22)
Que Dios os bendiga, Alfons
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