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De suegras y edadismo

Ilustración Sofía Valenzuela

En teoría, la suegra es simplemente la madre la pareja de uno o de una y ya. En la práctica, la suegra es esa mujer a la que el patriarcado nos ha enseñado a odiar.

Últimamente he estado pensando mucho en Suegras, debe que el otro día me apareció por Instagram una broma sobre suegras o tal vez se deba a que mi hijo, de 31 años, tiene novia con la que vive en pareja desde hace algún tiempo y ella y yo no tenemos mucha relación. Es posible que esto se deba a que a mi hijo le gusta separar todo en su vida, incluyendo sus relaciones o simplemente la distancia física (ellos viven en Texas, Estados Unidos, y yo en Cádiz). Curiosamente, chistes sobre suegros hay más bien pocos y si se busca por Google, éste usa el masculino genérico y sigue presentando bromas, películas y otro material ofensivo sobre ellas principalmente.

Y sí, una búsqueda rápida por Internet saca todo tipo de bromas, monólogos, películas, artículos más bien despectivos y misóginos sobre esta mujer mayor, la suegra. Este artículo, por llamarlo de alguna manera, de marcado tinte misógino, clasifica a las suegras con nombres como “culebra” o “entrometida” y habla de la “suegra trabajadora” o “suegronis difuntis” como una que “está enterrada bajo siete metros de tierra”. Este monólogo, uno de muchos, es un estereotipo tras otro a la hora de clasificar a las suegras, y hablando de esteretipos, miren la foto que ha usado este artículo de La Vanguardia (en México) a la hora de tratar el tema, o lean lo que dijo el Papa Francisco, un hombre que, en teoría no debería saber nada de suegras ya que no ha tenido ni tendrá ninguna. Pero eso da igual, el Papa, cabeza de una institución que odia a las Mujeres, no tiene ningún problema a la hora de despreciar a las mujeres, y más si son mayores. No es la primera vez que hace esto.

Por desgracia, no son solamente los hombres quienes participan en esta narrativa de la suegra como un monstruo dominante celoso de la nuera. Para muestra un botón: el bodrio que protagonizaron Jane Fonda y Jennifer Lopez (para empezar el título es un juego de palabras misógino: Monster-in Law. Mother in law es suegra en inglés, y monster es monstruo) o este monologo cargado de estereotipos de la presentadora venezolana Erika de la Vega, uno de otros tantos, protagonizados por mujeres, que pululan por internet.

Muchas mujeres jóvenes participan de esta narrativa misógina la vez que edadista, sin darse cuenta de que están echándose piedras contra su propio tejado, ya que, aunque ellas alguna vez no lleguen a convertirse en suegras, una sociedad que desprecia a las mujeres mayores y se inventa este binarismo suegra: mujer mayor antigua y fea contra nuera: mujer joven moderna y guapa les va a afectar a ellas también cuando lleguen a la mediana edad.

Hay todo tipo de suegras, unas mejores y otras peores, pero la imagen que se da de la suegra como una mujer mayor amargada que vive en constante afán por competir con la nuera o hacerle la vida imposible al yerno, es a la vez una invención del patriarcado y un intento del sistema patriarcal de marginalizar a la mujer de mediana edad una vez que ya ha cumplido con sus labores de madre – a menos que sirva para ser explotada como abuela, por supuesto. También sirve otra función, la de enfrentarnos entre nosotras. Como las feministas ya hemos averiguado hace tiempo, cuando las mujeres competimos y nos enfrentamos, el sistema patriarcal sale ganando.

Sí, hablo de ese patriarcado que ha forzado a muchas mujeres a ser madres, tanto si están preparadas y lo quieren, o no (controlando el acceso al aborto o anticonceptivos, por ejemplo), ese patriarcado al que se le llena la boca sobre la maravilla que es la maternidad y al mismo tiempo dota escasos recursos a quienes eligen ser madres. Incluso hoy, ya en pleno siglo 21, las mujeres tienen que sacrificar mucho más que los hombres, desde su identidad, su tiempo libre, sus recursos económicos y sociales, su carrera e incluso su futuro. Y luego, años más tarde, cuando nos hacemos mayores es ese mismo patriarcado el que nos hace invisibles socialmente y nos condena a la discriminación laboral y en muchos casos, la precariedad económica. Y si ya hemos terminado de maternar, nos convierte en una especie de bruja celosa de la nuera o una arpía que odia al yerno, una especie de monstruo que debería hacer mutis por el foro y desaparecer, a menos, como comenté arriba, que pueda ser explotada como chacha gratis.

Esa narrativa fruto del edadismo y del sexismo es el problema que tenemos como sociedad. A nivel individual, no digo que no existan las suegras difíciles, pero, en mi propia experiencia (he tenido dos suegras que llegaron a mi vida como fruto de dos matrimonios), hace falta considerar el contexto de la maternidad en cada uno de los casos y eso implica verlas como personas humanas, como las madres y mujeres jóvenes que una vez fueron, en lugar de estereotipos. Para empezar, hace falta considerar si, para estas mujeres, la maternidad fue una imposición, cosa que no es infrecuente por desgracia, o elegida libremente, y aun así, como se ejerció esta, si la suegra tuvo la ayuda y los recursos sociales y materiales y el apoyo familiar o no. La maternidad es dura, muy dura incluso con ayuda.

Mis dos ex- suegras tuvieron una vida difícil. La primera ya era madre de tres hijos y una hija a los 23 años en el estado de Washington (Estados Unidos) en los años 70 y tuvo que sacar a su familia adelante trabajando en dos empleos mientras se formaba como enfermera. Falleció apenas cumplida la cincuentena. La segunda emigró de Vietnam a Estados Unidos, siendo muy joven, justamente cuando acabó el conflicto entre los dos países también en los años 70, y lidiar con mucho racismo y rechazo. En ambos casos ellas y sus proles fueron abandonadas por sus maridos. Durante mi relación con ellas, siendo yo entonces una mujer más joven, animé a mis parejas, mis ex- maridos a estar más pendientes de ellas. Como mujer sentí empatía hacia ellas, como feminista entendí que cualquier postura machista que pudieran tener se debía al machismo interiorizado quizás, a haber vivido en unas circunstancias sociales y un país distinto al mío, o al resistirse a sufrir la marginalización y el desprecio con el que se trata a las mujeres a partir de una cierta edad. Como madre no podía sino admirar de lo mucho que habían conseguido hacer con tan pocos recursos. Nunca sentí que ellas compitieran conmigo.

Es hora de que todos y todas veamos esos comentarios tan ofensivos sobre las suegras como lo que son, producto de una sociedad que desprecia a las mujeres una vez que cumplen una cierta edad y un sistema patriarcal el cual, si la competición entre mujeres no existe, se la inventa, ya que sabe que nosotras salimos perdiendo, todas, sin importar la edad. Y hace falta que las mujeres jóvenes, que son quienes más van a perder cuando cumplan años, no entren en este juego ya que estos prejuicios muchas veces tienen que ver con el edadismo y el machismo, no con las suegras en sí. A todas nos beneficiaria un mundo que respeta a las mujeres, una sociedad que da su lugar a aquellas que llegan a la mediana edad, en lugar de burlarse de ellas y condenarlas al ostracismo.

Por María Luisa Latorrehttps://noaledadismo.com/
Feminista, profesora de inglés y antes profesional del marketing. Vive actualmente en Cádiz tras más de veinte años en Estados Unidos, cuatro en Reino Unido y tres en Japón.
Fuente: Tribuna Feminista


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