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Una mujer visionaria. Peggy Guggenheim, la coleccionista que transformó el arte moderno

Millonaria y mecenas estadounidense, Peggy Guggenheim apostó por coleccionar obras de artistas como Kandisnky, Mondrian, Magritte y Pollock bajo el lema "una obra al día", creando así una de las colecciones de arte contemporáneo más importantes del siglo XX.

Shutterstock editorial

El 26 de agosto de 1898, Floretta Seligman y Benjamin Guggenheim tuvieron a Margaret, la segunda de sus tres hijas. La joven creció en una familia de judíos europeos que habían emigrado a los Estados Unidos para hacer fortuna, liderados por el magnate Meyer Guggenheim. Su tío, Solomon R. Guggenheim, creó la famosa Fundación Guggenheim y llegó a acumular una extraordinaria riqueza. Sin embargo, su padre no tuvo la misma suerte: durante la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912, el empresario fue víctima del naufragio del Titanic y falleció en las gélidas aguas del Atlántico. 

Al cumplir los 21 años, Margaret recibió una herencia de 2,5 millones de dólares estadounidenses (20 millones de dólares actuales), una suma considerable que a ella le supo a poco, ya que era muy inferior a la cantidad que habían recibido sus demás primos, cuyos padres, a diferencia del suyo, habían hecho grandes fortunas antes de morir. 

UNA JOVEN INQUIETA

Al terminar sus estudios, Margaret Guggenheim, apodada Peggy, empezó a trabajar en una librería vanguardista en la que descubrió esta emergente y fascinante corriente artística europea. Ansiosa por aprender más, la joven se trasladó a París en 1920, donde frecuentó el barrio de Montparnasse, en el que se reunían los artistas más importantes de la época. 

Peggy recorrió las calles de París, se adentró en sus museos y quedó fascinada por el espíritu artístico de la ciudad. Sin embargo, en 1921 tuvo que regresar a Nueva York para asistir a la boda de una de sus hermanas, un evento que determinaría el curso de su juventud, ya que fue allí donde conoció a Laurence Vail, el poeta y artista francés que se convirtió en su primer marido. En su libro Confesiones de una adicta al arte, Peggy Guggenheim dijo lo siguiente sobre su primer encuentro con Vail: “Yo estaba escandalizada por su libertad y, sin embargo, también cautivada (...). No parecía importarle lo que la gente pensaba acerca de él”. 

La pareja se casó al año siguiente y juntos tuvieron dos hijos: Michael Cedric Sindbad Vail y Pegeen Vail Guggenheim. Durante los años que duró el matrimonio, ambos viajaron por Italia, Normandía y Egipto, pasando algunas temporadas en Suiza y París, y codeándose con intelectuales y artistas de la talla de James y Nora Joyce, Djuna Barnes, Ezra Pound, Nataly Barney, Ernest Hemingway, Mary Reynolds, Man Ray y Jean Cocteau. También conocieron a Marcel Duchamp, quien acabaría siendo uno de los amigos más importantes de Peggy Guggenheim.

Pero no todo fueron viajes y encuentros, el cautivador Laurence Vail resultó ser un hombre agresivo que golpeaba a Peggy Guggenheim en público, la maltrataba dentro del hogar e incluso llegó a someterla a experiencias terribles, como la vez que la sumergió en una bañera y la sostuvo hasta casi asfixiarla. Sobrepasada por aquella situación y decidida a alejarse de Vail, Peggy Guggenheim se divorció de su primer marido en 1928, quedándose ella con la custodia de Pegeen y él con la de Sindbad. 

Peggy Guggenheim fotografiada por Man Ray en 1925.

UNA PRIMERA GALERÍA EN INGLATERRA

Liberada de la relación de maltrato en la que había vivido durante los últimos años, Peggy Guggenheim se trasladó junto a su hija a Inglaterra, donde alquiló la mansión Hayford Hall ubicada en Devonshire junto al escritor James Holmes, con quien empezó un romance. Cuando terminó el arrendamiento, la pareja se trasladó a Londres. Sin embargo, la felicidad de Peggy duró poco, ya que en 1934 James Homs murió de un infarto y en 1937 su madre también falleció.

A sus casi 40 años, Peggy Guggenheim recibió la herencia de su madre: una fortuna de 450.000 dólares. Sus amigos le aconsejaron que, con el dinero, abriera una editorial o una galería y ella decidió apostar por la segunda opción. Guggenheim viajó a París con una lista de obras que quería conseguir y empezó a comprar cuadros para construir su colección. La ayuda de su amigo Marcel Duchamp fue crucial, ya que éste la introdujo al arte moderno y le dio una formación artística que le permitió convertirse en una experta. La propia Peggy afirmó que Duchamp fue “la persona más influyente de mi vida”.

En 1938, la incipiente coleccionista inauguró su galería en Londres, un espacio bautizado con el nombre de Guggenheim Jeune, en el número 30 de Cork Street. La primera exposición la dedicó al artista Jean Cocteau, cuyo arte abstracto y surrealista desconcertó al público inglés; siguió con Vasili Kandinsky, que se estrenó con ella en el Reino Unido; y continuó con Max Ernst, Pablo Picasso, John Tunnard y otros artistas consolidados y emergentes.

Pero apostar por aquella colección de colores y formas que desafiaban tanto a las corrientes artísticas anteriores como a los ojos desacostumbrados del público inglés, tuvo graves consecuencias para Guggenheim: nadie compraba las obras, por lo que ella misma se vio obligada a apropiarse de los cuadros expuestos en la Guggenheim Jeune para consolar a los artistas y fomentar las ventas. De esta manera inició su famosa colección. 

COLECCIONISTA DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Pese a poner todo su empeño en aquel primer negocio, al cabo de un año Peggy se vio obligada a cerrar la galería, quedándose con un negativo de 600 libras. Después, decidió regresar al París que tanto la había inspirado durante su juventud, con la intención de abrir un museo propio. Pero sus planes se vieron truncados cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en Europa. 

Decidida a persistir en su objetivo, la galerista, en vez de huir, se quedó en París, alquiló un almacén y empezó a comprar obras de arte, bajo el lema “una pintura al día”. Deseosos de conseguir dinero y alejarse de Europa, los artistas comenzaron a vender sus obras a una gran velocidad y por unos precios muy inferiores de los que habían manejado meses antes. 

Dos días antes de que las tropas alemanas invadieran París, Peggy Guggenheim huyó al sur de Francia, habiendo escondido su colección de arte moderno en una granja, ya que el Louvre se negó a custodiarla, alegando que aquel arte era “demasiado moderno”. Poco después, la coleccionista se exilió a los Estados Unidos junto a varios amigos artistas que le pidieron ayuda para escapar, entre los que se encontraba Max Ernst, con quien empezó una relación.

Sin embargo, tanto Putzel como su amigo Mondrian la animaron a ver con otros ojos la creación de Pollock. “Peggy, no lo sé. Tengo el sentimiento de que esta puede ser la pintura más emocionante que he visto desde hace mucho, mucho tiempo, aquí o en Europa... Yo no sé lo suficiente acerca de este autor como para calificarlo de ‘grande’, pero sé que me obligó a detenerme y observar. Donde tú ves ‘falta de disciplina’ yo tengo la impresión de percibir una energía tremenda”, le contrarió Mondrian. 

Finalmente, Peggy Guggenheim cedió ante las recomendaciones de sus amigos y fue así como, de cierta manera, “descubrió” a Jackson Pollock frente al público. No solo eso, sino que además fue ella quien le encargó Mural, que fue el primer cuadro de gran tamaño de Pollock y el de mayores dimensiones de toda su carrera.
 


DUEÑA DE UN PALACIO EN VENECIA

En 1943, Peggy Guggenheim se separó de Max Ernst, cerró su galería y viajó de nuevo a Europa, agotada del ambiente en el que había vivido en los Estados Unidos. La coleccionista encontró en Venecia su último hogar: compró el palacio Venier dei Leoni, trasladó a allí toda su colección y se instaló. A partir de 1951, abrió su casa al público para que pudieran contemplar la extensa colección de obras de las que era propietaria, además de ceder la bodega como un espacio de creación para jóvenes artistas y continuar con sus afamadas fiestas.

A partir de los años sesenta, Peggy Guggenheim dejó de coleccionar arte y dedicó su tiempo a estar con sus queridos perros y cuidar de su palacio. En 1967, su hija Pegeen Veil Guggenheim falleció en extrañas circunstancias, causando una herida en la madre que jamás llegaría a cicatrizar. Poco a poco, Peggy se fue alejando de la vida social; se la podía ver navegando con su góndola privada (de hecho, fue la última persona en poseer una góndola privada en la ciudad) por las aguas de Venecia, pasando las tardes entre los canales. 

DESCUBRIENDO A POLLOCK

De vuelta en Nueva York, Max Ernst y Peggy Guggenheim se casaron y compraron una casa cerca del East River. Instalada una vez más en su ciudad natal, la coleccionista abrió una nueva galería, llamada The Art of This Century Gallery, donde expuso obras de distintas corrientes vanguardistas e incluyó una sala para la venta de alguna de ellas. Una de las primera exposiciones que comisarió fue The Exhibition by 31 Women, en 1943, una muestra motivada por la preocupación que Guggenheim sentía por el papel de las mujeres en el arte.

En otra ocasión, buscando nuevos talentos para la exposición del Salón de Primavera, la galerista publicó un anuncio en la revista Art Digest en el que animaba a presentarse a artistas de menos de 35 años. Uno de los que aplicó fue Jackson Pollock, por aquel entonces un joven pintor desconocido. Al ver su obra Figura Estenográfica, Peggy quedó desconcertada y le dijo a su consejero, Howard Putzel, que era “bastante fea” y que no parecía una pintura. “Hay una absoluta falta de disciplina en esto”, sentenció.

Tanto el Louvre de París, que en su momento no había querido custodiar sus obras, como la Tate Gallery de Londres, trataron de hacerse con su colección. Pero Peggy Guggenheim, bajo ninguna circunstancia, quería que su colección se repartiera entre distintos museos. Por eso decidió ceder la obra que había acumulado durante toda su vida a la Fundación Guggenheim, creada por su tío Solomon, a condición de que la herencia jamás se separara y estuviera siempre en su palacio de Venecia. 

La visionaria coleccionista falleció el 23 de diciembre de 1979 por apoplejía y fue enterrada en su jardín, tal y como ella había previsto, al lado de sus 14 perros. La Fundación Guggenheim respetó su profundo deseo y, gracias a este, la colección completa de Peggy Guggenheim todavía se puede visitar en Venecia.

Por Aitana Palomar S.
Periodista especializada en cultura
Fuente: National Geographic


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