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El consentimiento como pretexto: a propósito de la película Noémie dice sí




La mirada masculina

La representación del mundo a través de imágenes cuenta con una importante trayectoria y como cualquier medio de explicar y construir la realidad ha sido un campo propio de varones, como la historia, la literatura o el arte en general. Investigadoras como Pilar Aguilar o Laura Mulvey han puesto de manifiesto cómo la ficción audiovisual se sostiene sobre un mirada eminentemente masculina que repite patrones de tradición misógina. Empezando por el hecho de que el protagonista indiscutible de cualquier relato es un varón en un alto porcentaje de casos: también aquí los hombres usurpan espacios de poder y representación a la mitad de la humanidad. Podemos seguir con la temática o la trama en la que predominan acción, aventura, combates, etc., que ponen a prueba el coraje y la valentía de los varones. Los personajes femeninos, de existir, se articulan como seres de segunda categoría y normalmente en función del protagonista masculino.

En un tiempo en el que la imagen es ubicua, el relato fílmico adquiere gran importancia a la hora de construir nuestra subjetividad e imaginarios, un medio que llega sutilmente a las emociones y difícilmente pasa filtros de racionalidad. De modo que discursos inadmisibles expuestos textualmente —por ejemplo, las Mujeres son objetos al servicio de los varones— pueden “colar”, sin embargo, convenientemente expuestos en una eficaz urdimbre en imágenes. Estamos, por consiguiente, ante un potente mecanismo productor y reproductor del sexismo y legitimador de la violencia que se ejerce sobre las mujeres. En este sentido, cabe citar, por ejemplo, toda la filmografía del delirio machista de “la puta feliz” que invisibiliza o justifica la base que sostienen el sistema prostitucional: proxenetas y puteros. Por mencionar algunos títulos, de Belle de jour (Luis Buñuel) a Irma la dulce (Billy Wilder); de Desayuno con diamantes (Blake Edwards) a Pretty Woman (Garry Marshall)…etc.

Cuando las directoras toman la cámara el relato sobre el sistema prostitucional puede ser diferente porque ponen el foco de atención en las relaciones de desigualdad entre varones y mujeres y en su causa, en los prostituidores. La realidad entoces cambia. Salimos del cuento de la “puta feliz” para encontrar un escenario de explotación y violencia que es necesario denunciar y abolir porque nos desacredita como sociedad. Porque el sistema prostitucional conculca derechos humanos. Ni más ni menos. No cabe debate alguno que no sea cómo abolir la barbarie. Geneviève Albert en su película Noémie dit oui[1] (2023), muestra, entre otras cosas, que el consentimiento no es sino coartada para justificar el abuso y la violencia sexual sobre las mujeres. Esperamos que el film de reciente aparición pueda distribuirse y verse en breve en España.

Sin feminismo no hay democracia

E feminismo lucha por una sociedad más justa, por tanto impugna el sistema prostitucional, tema inexistente en el debate politico actual así como en las “valoraciones” de los resultados de la última cita electoral de los grandes medios. Como si deshumanizar a la mitad de la sociedad fuera un asunto baladí y no afectara a la salud democrática… La indignante actitud política y mediática no es casual: este tipo de barbarie genera un feliz consenso en el arco político: tanto las rancias posiciones conservadoras de la derecha, o las más neoliberales, como las de los posmoprogres de la autoidentificada izquierda legitiman la compraventa de niñas y mujeres como objetos sexuales… Y no parece que en el futuro cercano el posible gobierno de este país vaya a modificar el panorama. Por consiguiente, hay que seguir denunciando la indecencia ética de la explotación sexual de mujeres porque sin feminismo no hay democracia: no pararemos hasta que la LOASP se haga realidad.

Reproducimos a continuación por su interés — con permiso de la fuente— la entrevista realizada por Sandrine Goldschmidt a la directora Geneviève Albert publicada en: Prostitution et Société ( n. 215, páginas 8-9 y 32, marzo, 2023) Revista trimestral de Mouvement du Nid, Francia.

“He querido sumergir al espectador en una experiencia sensorial, visceral, del mundo de la prostitución”.

Geneviève Albert, directora de Noémie dit oui

Entrevista

S.G.- Se trata de su primera película. ¿Por qué eligió la prostitución, y concretamente la de una menor?

Desde joven me di cuenta muy pronto de la realidad de la prostitución, una realidad que me ha hecho reflexionar, hacerme preguntas y que me ha conmocionado. Nunca he entendido la transacción que consiste en pagar a alguien para disponer sexualmente de su cuerpo como venga en gana. Es un asunto tan fuerte para mí que se me impuso naturalmente como tema para mi primer largometraje de ficción.

Más adelante descubrí que en Canadá la edad media de entrada en la prostitución está en torno a los 14/15 años. No sabía que esto era así en mi país, que la explotación de menores se daba en todo el mundo. Por esta razón decidí abordar la prostitución de una adolescente.

S.G.-¿Cómo escribió el guión?

No siendo yo una persona que ha sido prostituida, hice importantes investigaciones para acercarme a esta realidad. Me encontré con adolescentes que eran “chicas de compañía” (escort). También me encontré con supervivientes, mujeres algo más mayores, que habían conseguido escapar. Por último pude hablar con un proxeneta que influyó mucho en la construcción del personaje de Zach.

Este joven tenía 17 años y era el proxeneta de chicas de 14 a 16 años; era súper carismático, inteligente, súper majo. Me di cuenta de que frente a un hombre así, ninguna chica puede desconfiar. Inspiraba confianza.

Estas investigaciones fueron fundamentales para sumergirme en este medio. Encontré en estos testimonios muchísimos detalles que me permitieron evitar ciertos errores de las películas sobre la prostitución, cosas que se ven a menudo y que no tienen nada que ver con la realidad.

S.G.-Durante una hora, Noémie dice no. No tiene más que 15 años pero es fuerte, resuelta y decidida. ¿Es una elección?

Fue deliberada la decisión de no hacer de Noémie una jovencita súper ingenua, a la que se pudiese poner enseguida la etiqueta de “víctima”. Estaba decidida a que tuviese un carácter fuerte… y esto no le evita caer en la prostitución. Porque, a pesar de todo, su trayectoria vital es muy frágil y se encuentra en la posición imposible de una joven en fuga, sin padre y con una madre incapaz de ocuparse de ella. Considero que los personajes de las jóvenes prostituidas y de los proxenetas son demasiado a menudo muy maniqueos. Están los gilipollas con cadenas de oro a los que se les ve venir de lejos. Y la joven ninfa muy frágil e ingenua… La realidad es más compleja. Hay chicas súper inteligentes y fuertes y eso no les impide caer en la trampa. Es mucho más complicado.

S.G.-Por fin una película que muestra el papel del “cliente.”

Decidí poner a los «clientes» en el centro de mi película a partir del momento en que Noémie acepta ser “escort” durante el Grand Prix de Fórmula 1, porque los «clientes» están en el centro del problema. Si no hay «clientes», no hay prostitución, no hay proxenetas. Sin embargo, curiosamente, son los grandes invisibles del debate en torno a la prostitución, y también de las películas sobre la prostitución (y he visto muchas).

Quería cambiar esto dándoles tiempo de pantalla y girando la cámara hacia ellos en las escenas de prostitución.

Hay 15 «clientes» en pantalla durante la película, Noémie ve a 37 durante los tres días. La decisión de repetirlos[2] es la manera que encontré para sumergir al espectador en una experiencia sensorial y visceral del mundo de la prostitución, más que en un posicionamiento intelectual que tuviera que ver con el mundo de las ideas. Quería que nos entregásemos a la experiencia de Noémie y esto pasaba por la repetición. Hay en esto una violencia inherente al mundo de la prostitución. Es muy violento tener de 10 a 15 «clientes»por día, aunque sean “súper agradables”.

S.G.-¿Cómo escribió los personajes de los «clientes»?

Hice muchas preguntas a las adolescentes y a las mujeres con quienes me entrevisté. También me metí en foros donde los «clientes» suben comentarios sobre las mujeres prostituidas. Esto me dio una idea del tipo de hombres que son y yo presento una selección diversa: de todas las edades, de todos los poderes adquisitivos, de todo tipo de orígenes, porque todo el mundo puede ser un “cliente”. Llevé a la pantalla 15 «clientes» normales, algunos guapos, otros feos, algunos jóvenes, otros viejos…

S.G.-¿Algunos amables, otros violentos?

Exactamente. Pero en su mayoría amables. Hay un solo “cliente” violento en la película, y dudé en ponerlo. Porque la mayoría en la vida real no son violentos, pero eso no hace que la prostitución sea más agradable, es esto lo que se tiene que comprender. Por supuesto que la violencia añade traumas, pero incluso un “cliente” amable representa una violencia para la mujer o el hombre que lo sufre.

S.G.-La manera en que usted filma a los “clientes” y las escenas de prostitución contrasta con lo que se nos acostumbra a ver habitualmente.

Pensé mucho en la manera en que iba a rodar las escenas de prostitución. Durante mi investigación vi muchísimas películas con escenas de prostitución y la mayoría de las veces me mostraban lo que yo no quería hacer. Quería alejarme de toda forma de erotización, de voyeurismo y de pornografía. Noémie no está en absoluto sexualizada, no se la ve desnuda casi nunca.

También me hice preguntas sobre la manera de rodar la violencia sin reproducirla. Decidí entonces volver mi cámara hacia los «clientes”. Esta decisión era para que la gente se metiese “en la piel” de Noémie, para que nos situemos desde su punto de vista, que absorbamos lo que supone deber satisfacer las demandas sexuales de tantos hombres.

Decidí aislar a los «clientes” en los planos porque en la puesta en escena quería dejar claro que la prostitución no es una relación entre dos seres humanos sino una relación de poder. Para ello, hice todo para que Noémie y el “cliente” no estén nunca juntos en un mismo plano.

S.G.-Las escenas en las que se ve a Noémie entre los momentos de prostitución son también muy fuertes.

Con mi película quería habitar el mundo de lo concreto. Lo que me llevó a escribir esas escenas fue la lectura de Putain[3], de Nelly Arcan, un libro estremecedor. La autora describe todos esos momentos de espera en los que veía los pelos de los «clientes» en una esquina de la habitación y explica todos los gestos concretos que hay que hacer, hacer la cama, etc.

S.G -Al final, una educadora del centro de jóvenes interviene. Su papel es más bien positivo. ¿Cómo percibe usted la situación de los centros para jóvenes en Québec?

Para realizar mi película, pasé dos meses en un centro de jóvenes como observadora. Me encontré con chicas que me contaron su trayectoria y pude ver cómo era su vida cotidiana en el centro. Para estos jóvenes, esta especie de familia de repuesto no es lo ideal, pero es la menos mala de las soluciones.

Me encontré con educadoras y educadores que hablaban con el corazón en la mano y que hacían todo lo que podían para acompañar y proteger a los jóvenes. A veces ocurre que se saltan el protocolo para conservar la relación de confianza con el o la joven. Por ejemplo, si una adolescente en fuga llama a su educadora, lo normal es que ésta última llame a la policía. Pero la educadora puede decidir ella misma ir a buscar a la joven para traerla de vuelta al centro porque juzga que es más importante mantener la relación de confianza. Me inspiré de esta situación para una escena de mi película.

Me conmovió el trabajo que hacen. Ellos y ellas están desamparadas cuando las jóvenes se fugan y vuelven al centro habiendo vivido la prostitución. ¡Pero los educadores no pueden encerrar con llave a las chicas en los centros juveniles! ¿Entonces que hacemos?

S.G.-El final está abierto. Eso nos permite tener esperanza.

No quería un final deprimente. Podría haberlo hecho, porque existe. Pero humanamente creo que no era capaz. Necesitaba terminar con un final un poco luminoso, que dejara al público en una posibilidad no demasiado negra. Personalmente creo en la humanidad, y creo que en un futuro que espero cercano, viviremos en sociedades en las que habrá menos prostitución. Creo que el final traduce mi posicionamiento, mi deseo de que se avance.

Por Engracia Martíny Juan Mainer Baqué
Engracia Martín Valdunciel (AbolicionistasAragón) y Juan Mainer Baqué (Hombres por la abolición del sistema prostitucional)
Fuente: Tribuna Feminista

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[1] Noémie dice sí.

[2] Un contador muestra la sucesión de “clientes” subrayando la violencia que sufre Noemi al crear un paralelismo con las rotaciones de los Fórmula 1en el circuito (N. de la T).

[3] Puta.


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