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Una poetisa tan apreciada como olvidada. Safo de mitilene, la décima musa griega


Fue la única mujer que los antiguos griegos incluyeron entre los grandes poetas de su civilización y Platón la consideró a la par con las musas de la mitología. Soprendentemente se sabe muy poco de Safo de Mitilene, considerada la mejor poetisa de la Grecia antigua.

Foto: Galería Nacional Húngara


El hecho de que un ateniense como Platón hablase de ella como “la décima musa”, a pesar de la pobre opinión que en su ciudad se tenía de las mujeres, dice mucho sobre el talento de Safo de Mitilene. Fue la única mujer que los griegos de la época clásica incluyeron en el olimpo de los poetas, formado por catorce autores —nueve de poesía lírica, tres de trágica y dos de épica— que consideraban dignos de estudio.

Sorprendentemente, se sabe muy poco acerca de la vida de la que fue considerada la mejor poetisa de la Grecia antigua, y entre los datos existentes resulta difícil separar la verdad de la leyenda: casi todo lo que se supone acerca de su vida son interpretaciones hechas por los propios comentaristas griegos —especialmente del Egipto ptolemaico— a partir de su obra, incluyendo la creencia de que mantenía relaciones amorosas o sexuales con sus discípulas de Lesbos, dando origen al término “lésbico” —originalmente el gentilicio de la isla— como sinónimo de atracción entre mujeres.

UNA VIDA MISTERIOSA

Entre lo poco que se da por cierto de su vida, se sabe que nació alrededor del año 630 a.C. en Mitilene, la capital de la isla de Lesbos. Aunque próxima a la costa de Asia, esta era de cultura helénica y de ella eran originarios algunos personajes significativos, como el político y militar Pítaco y el poeta Alceo, que fue contemporáneo de la propia Safo. Procedía de una familia acaudalada y aristocrática, como demuestra el hecho de que tuviera una formación en letras y música, un privilegio raro y más aún para una mujer en aquella época.

Foto: Walters Art Museum, Baltimore, EE.UU.

Tras unos años de exilio en Siracusa, posiblemente debido a rivalidades políticas de su familia, Safo regresó a Lesbos y se dedicó a la poesía lírica. La poetisa estaba al frente de un tíaso, una comunidad que ofrecía una educación de corte artístico y religioso bajo el amparo de un dios concreto, en este caso Afrodita, una de las deidades más importantes en el Mediterráneo oriental. Las disciplinas que se enseñaban en el tíaso eran sobre todo la poesía y el canto, que en la antigüedad se consideraban dos aspectos de un mismo arte.

Safo dirigió su tíaso durante cerca de diez años, desde su regreso de Siracusa en el año 591 a.C. hasta su muerte en el 580 a.C. Nuevamente no se tiene constancia de si esta era su única actividad, pero no sería raro tratándose de una mujer de la aristocracia; especialmente porque uno sus hermanos tenía un cargo en el pritaneo, el edificio que acogía el gobierno de la ciudad. Según la leyenda se suicidó a causa del amor no correspondido hacia un hombre, pero muy posiblemente se trate de una historia inventada.

La poetisa estaba al frente de un tíaso, una comunidad que ofrecía una educación de corte artístico y religioso bajo el amparo de Afrodita

AMORES DIVINOS O AMORES TERRENALES

La asunción de que Safo mantenía relaciones con sus discípulas procede de la interpretación de sus poemas, en los que se encuentran manifestaciones amorosas y eróticas dirigidas a otras mujeres. Sin embargo, no se sabe si los sentimientos que describía se consumaban en realidad o, de hacerlo, si eran puramente por placer o tenían un componente religioso. Se debe tener en cuenta que el tíaso era una comunidad dedicada a Afrodita, la diosa del amor, y posiblemente tuviera influencias también dionisíacas, el dios de los placeres carnales y del vino; por lo tanto, es muy posible que sus integrantes mantuvieran relaciones como parte de los rituales.

En sí mismo, el enfoque de la sexualidad en la antigua Grecia no se centraba tanto en el sexo de los integrantes de una pareja como en el rol que estos tenían dentro de la relación, es decir, que hubiera una parte dominante y una sumisa. El problema a la hora de entender personajes como Safo es que, como norma general, en su sociedad se consideraba a las mujeres como parte sumisa por defecto. En la literatura clásica griega hay muy pocas referencias a parejas únicamente femeninas, por lo que resulta difícil saber qué sucedía si una mujer se encontraba en una posición de poder equivalente a la de un hombre.

Foto: Museo Arqueológico Nacional, Atenas


La propia sexualidad de Safo es desconocida, puesto que según varios de sus comentaristas tuvo también amantes masculinos e incluso estuvo casada y dio a luz a una hija. Lo que sí se sabe, ciertamente, es que las relaciones homosexuales tenían un rol social entre los hombres de algunas ciudades griegas y notablemente en Atenas: un hombre ya adulto, el erastés, iniciaba e instruía en el sexo a un amante adolescente, el erómenos. No sería raro, por lo tanto, que existieran estructuras equivalentes en sociedades donde la mujer tuviera una consideración social igual o como mínimo semejante a los hombres.

Aunque los estudiosos la tuvieran en gran estima a nivel académico, su obra no era especialmente popular fuera de su patria. Eso se debe a que Safo componía en dialecto eolio, mientras que el dialecto clásico de la literatura griega era el ático. Si bien personajes eruditos como Platón podían entenderla y apreciarla, a la gente que no hablaba el dialecto eolio le habría costado mucho más. Esta dificultad se ahondó con el paso de los siglos. El escritor romano Apuleyo consideraba su lenguaje “extraño y complicado” y comentaba las dificultades que tendría para entender sus poemas alguien que hablara el griego considerado clásico en época romana.

Platón, que demostró en ocasiones apreciar el talento de algunas mujeres más que el resto de sus conciudadanos, consideraba a Safo la mejor poetisa de la historia griega y la llamó “la décima musa”. Pero a pesar de la importancia que le daban los griegos, se conservan muy Pocos Escritos Suyos y la mayoría de su obra nos es conocida por referencias de terceros que, además, vivieron al menos un siglo después de su muerte. La única obra suya que nos ha llegado casi completa es el Himno en honor a Afrodita.

A pesar de la importancia que le daban los griegos, se conservan muy pocos escritos suyos. La única obra de Safo que nos ha llegado casi completa es el Himno en honor a Afrodita

Parte de esta pérdida se debe a que muchos sus manuscritos eran conservados en la Biblioteca de Alejandría, que a lo largo de los siglos sufrió diversos incendios, algunos provocados y otros accidentales. Pero accidentes a parte, la Iglesia persiguió activamente su obra por considerarla inmoral. Ya en el siglo IV, un arzobispo de Constantinopla llamado Gregorio Naciaceno hizo quemar públicamente todas las obras de Safo que pudo encontrar; y en el siglo XI el papa Gregorio VII ordenó destruir todas las copias que se encontrasen de sus poemas por considerarlos inmorales.

El amor era el tema principal de la obra de Safo, pero los poemas explícitamente eróticos no eran mayoría: la poetisa abarcaba un gran abanico de sentimientos ligados a este como la nostalgia, los celos o la añoranza de la persona amada. El motivo de su condena fue que tratase el amor homosexual y, especialmente, entre mujeres: fueran o no ciertas las hipótesis sobre el tipo de relación que mantenía con sus discípulas, lo importante era que sus comentaristas las consideraban verdaderas; y en un contexto en el que la Iglesia consideraba el deseo femenino pecaminoso por naturaleza, lo era más aún cuando este se dirigía a otras mujeres. A causa de esta persecución, tal vez nunca sabremos qué pensaba y sentía realmente la que fue considerada la mejor poetisa de la Grecia antigua.

Por Abel G.M.
Periodista especializado en historia y paleontología
Fuente: National Geographic


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