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Susel Abad Fis: Ser mujer y negra agrava la violencia


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ara la joven historiadora y profesora universitaria es necesario profundizar en los estudios desde el plano psicológico, pues lo que está en la mente de las personas es muy difícil de cambiar. Foto: Cortesía de la entrevistada

Para Susel Abad Fis, joven historiadora y profesora universitaria de la región oriental de Cuba, es necesario visibilizar las luchas y las expresiones de rebeldía de las mujeres negras frente a la discriminación por color de la piel.

«Los estudios demuestran que persisten criterios y prejuicios racistas que provocan estereotipos y prácticas discriminatorias», explica la docente de la Universidad de Holguín «Oscar Lucero Moya», a poco más de 700 kilómetros de La Habana.

Con una maestría en Historia y Cultura en Cuba, la profesional de 30 años considera la educación, también, como una prioridad para prevenir y eliminar formas de maltrato que se entrelazan con la discriminación racial, algo que «me toca muy de cerca por mi condición de profesora de Historia», asevera.

«Es importante desarrollar estrategias para una autovaloración y autopercepción positiva de las mujeres negras, así como reconocer la legitimidad del activismo antirracista, ya sea individual o colectivo», insiste.

¿Cómo fue tu primer encuentro con la violencia por estos motivos? ¿Cuándo?

En ciertos espacios de mi vida, de forma directa o indirecta, me he sentido discriminada por mi color de piel.

No puedo recordar con exactitud cuál fue mi primer encuentro con este tipo de violencia, pero en ocasiones, incluso, llegó a manifestaciones fisicas. Sí sé que tuvieron lugar en la escuela primaria, cuando mis compañeras y compañeros de aula usaban un tono despectivo e incluso ofensivo hacia mí, refiriéndose al color de mi piel y a otros rasgos fenotípicos, con el objetivo de hacerme sentir mal. En algunos momentos, estos actos llegaron a la violencia física. Era también la manera que yo tenía de responder a estas agresiones; a esa temprana edad no entendía por qué actuaban de esa manera. Fue en la adolescencia cuando pude comenzar a entender el origen de esas actitudes.

¿Ser mujer lo hace más complicado? ¿Por qué?

Sí, la condición de ser mujer lo hace más complicado. Ello está dado porque la mujer siempre es vista como débil e incapaz de defenderse ante determinadas agresiones, ya sean verbales o físicas; se encuentra en una condición de desventaja para hacer frente a este tipo de discriminaciones.

Entonces, este entrecruzamiento de ser mujer y, además, ser negra, supone un reto mayor. Las mujeres negras cargamos con ciertos estigmas y estereotipos que tienen todo un trasfondo histórico y cultural, en el que, por una parte, nos representan como mujeres fuertes físicamente, debido a todo un pasado de esclavitud. Pero esto, por otro lado, se contrapone a una posición de sumisión, en la manera en que podíamos o no expresarnos. Creo que eso se traslada hasta la actualidad. Representamos la fuerza, sin embargo, en muchas ocasiones no tenemos la fuerza -valga la redundancia- para expresarnos, para hacernos sentir, para poder combatir cuando sufrimos ciertos actos discriminatorios u ofensivos.

¿En tu opinión, dónde están las principales deudas para prevenir y eliminar estas formas de maltrato?

Eso es algo sobre lo cual he venido reflexionando hace algún tiempo, porque de alguna manera lo he vivenciado. Creo que las principales deudas radican en cómo estos actos discriminatorios, de violencia, llegan a afectar psicológica y socio emocionalmente a las mujeres negras, ocasionándoles problemas de identidad, autoestima y autoaceptación. De esa manera, llegan a lacerar su dignidad y las llevan a autopercibirse de manera negativa en ciertos contextos, ya sean privados o públicos. Esto puede generarles, en muchos casos, una limitación en el desarrollo profesional y emocional.

Creo que es necesario profundizar en los estudios desde el plano psicológico, pues aunque se trabaje por prevenir, por eliminar estas manifestaciones, lo que está en la mente de las personas es muy difícil de cambiar; incluso, porque muchas de estas mujeres no tienen a veces las herramientas ni las redes de apoyo para enfrentarse a estas situaciones.

No solo se afecta psicológicamente la persona que es víctima de estos actos, sino también quien los practica, perpetúa y replica en diferentes contextos y hace que, por lo tanto, se mantengan en el tiempo, se reconfiguren y adopten nuevas formas de expresión. Sobre esto es necesario profundizar.

Por Dixie Edith
Fuente: Semlac


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