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“Las mujeres sin autonomía emocional y económica no pueden tener relaciones basadas en el deseo porque no son libres”



Coral Herrera presenta su libro “100 preguntas sobre el amor”. 

Solo quien aprende es capaz de enseñar. Por eso Coral Herrera, una maestra del aprendizaje a la par que catedrática con letras mayúsculas en la asignatura del amor de verdad, acaba de lanzarse a una nueva aventura literaria que es puro desafío. Y es que “100 preguntas sobre el amor”, invita a la reflexión, pero sobre todo a pensar en una revolución que no se puede postergar ni un segundo más. La de la ternura y el apego en primera persona para después extrapolarla a una tercera. “He reunido las claves que necesitamos para aprender a cuidarnos a nosotras mismas, a querernos mejor, a sufrir menos, a disfrutar más del sexo y del amor, a vivir una buena vida y aportar en la creación de un mundo más igualitario”, explica. 

Decir Coral Herrera es decir feminismo. Es toparse con la inteligencia de quien aprende en gerundio a vivir a la altura de ella misma y a regalar esa sabiduría desmontando los mitos del amor romántico para disfrutar de todas nuestras Relaciones. Ahora su biblioteca se amplía con 100 preguntas sobre el amor. Un libro que a ella le habría gustado leer de joven “porque me habría ahorrado toneladas de sufrimiento, y habría tenido muchas más herramientas para aprender a usar mi poder, para irme de relaciones en las que no había reciprocidad, y para construir relaciones sanas, igualitarias y libres con mis parejas”, reconoce.

Por esa libertad y porque recibe “a diario mensajes de docentes, madres y padres contándole que no tienen apenas herramientas para trabajar el tema del amor romántico con sus hijas e hijos y me llevan muchos años pidiendo que escriba para adolescentes y jóvenes”, ha parido estas nuevas páginas. “Se me ocurrió explicarles todo lo que he aprendido en estos años en un formato sencillo: cien preguntas con cien respuestas cortas, que les ayudarán a hacerse nuevas preguntas, a desmitificar los mitos románticos, y a liberarse personal y colectivamente de los patriarcados que les habitan”, explica.
¿Cómo es posible que a estas alturas de la vida haya que hacerse tantas preguntas sobre el amor?

Porque no sabemos querernos bien, no sabemos cuidar nuestras relaciones, no sabemos cuidarnos a nosotras mismas cuando nos enamoramos, no sabemos cómo resolver los conflictos sin hacernos daño, no sabemos cómo separarnos con amor. En los colegios no nos dan las herramientas que necesitamos para sufrir menos, y para disfrutar más del amor. Los filósofos hombres que han escrito sobre el amor son hombres patriarcales, misóginos en su gran mayoría, y por eso no podemos aprender nada de ellos: sus textos están llenos de valores, principios e ideas machistas. Así que hay que filosofar, escribir, y hablar de amor, porque tenemos que desaprender lo aprendido, e inventarnos nuevas formas de relacionarnos, de querernos y de organizarnos.

Hablas de revolución amorosa en un momento en el que las noticias nos describen violencia sexual en máximo grado…

Los hombres siguen creyendo que las Mujeres somos suyas, que debemos satisfacer sus deseos y necesidades porque somos mujeres. Siguen creyendo que somos sus criadas y asistentas, que no somos seres libres, que no podemos dejar la relación cuando queramos, que debemos obedecerles y cuidarles a cambio de nada. Las mujeres siguen trabajando gratis toneladas de horas “por amor”, y siguen cayendo en la trampa del amor romántico, que muchas veces es una trampa mortal. Por eso es tan importante hacer una revolución amorosa.

Nuestras abuelas y madres hicieron la revolución sexual, ahora nos toca seguir su lucha y por eso queremos liberar nuestras emociones y sentimientos para poder amar en libertad y en igualdad. Es un proceso de liberación individual y colectivo en el que estamos trabajando muchas cosas a la vez: la culpa, el miedo, la autoestima y el ego, la autocrítica amorosa, el autocuidado, la autonomía, la autodefensa emocional… 

Es una transformación personal y colectiva y el objetivo final es liberar a las millones de mujeres que sufren por amor, que se someten por amor, y que sufren malos tratos por amor. Para ello hay que trabajar con las generaciones más jóvenes, enseñarles feminismo, y al mismo tiempo los valores y principios de la ética del amor y la filosofía de los cuidados.

Cuando la pornografía inunda el mundo y el consentimiento se hace ley ¿dónde queda el deseo y la libertad de las mujeres?

El deseo de las mujeres no le importa a nadie. Yo lo que explico en este libro es que las relaciones sexuales sin deseo son explotación y violencia machista. Millones de mujeres en el mundo consienten tener relaciones sexuales sin deseo porque no tienen la libertad que necesitan para decir que no. Lo mismo fuera que dentro del matrimonio: las mujeres sin autonomía emocional y económica no pueden tener relaciones basadas en el deseo porque no son libres. Ya nos lo explicó la filósofa Ana de Miguel: cuando hay necesidad, no hay libertad. Así que lo único que nos ofrecen es la posibilidad de consentir relaciones en una estructura jerárquica basada en relaciones de dominación y sumisión.

Y en esto consiste la revolución amorosa: en crear nuevas formas de relacionarse desde el compañerismo, la solidaridad, la cooperación y el apoyo mutuo. Relaciones horizontalesen las que podamos querernos bien, y en las que todo sea recíproco. Lo primero es que todas las niñas y adolescentes comprendan que, si en una relación las ganas y la energía no son mutuas, si el deseo no es mutuo, y los cuidados no son mutuos, estamos hablando de abuso, explotación y violencia.

¿Cómo se combate la cultura de la violación? 

Hay que ir a la raíz: el cambio consiste en dejar de disfrutar viendo sufrir a personas y animales, dejar de divertirnos humillando a los demás, dejar de excitarnos sexualmente con escenas de mujeres sometidas que sufren torturas frente a las cámaras. Todas nuestras producciones culturales nos ofrecen a diario toneladas de violencia: física, sexual, emocional y psicológica, a menudo envueltas en risas enlatadas. Algunas de las humillaciones más brutales que sufrimos suceden entre carcajadas: cuando alguien hace daño a otra persona, los demás aplauden a los agresores y les ríen las gracias.

Los niños aprenden a disfrutar haciendo sufrir a otras personas y a los animales desde muy pequeños. Primero, con los golpes y las bromas crueles en las series de televisión, luego con el porno, al que acceden desde los ocho años. El porno es la escuela de los violadores: se hacen adictos a las violaciones grupales, y luego quieren grabar su propio video porno en manada. El nivel de violencia que necesitan para excitarse es cada vez mayor. Y según van creciendo, necesitan ver torturas de niñas cada vez más pequeñas.

En Francia se prohibió el porno para menores, en España siguen sin querer relacionar el consumo de porno con violencia sexual. Hay una corriente muy peligrosa que intenta hacer creer a las niñas que pornificar su aspecto, hipersexualizarse, y venderse es algo muy feminista y muy empoderante.

Creo que exponer a los niños y niñas a la violencia es una forma de maltrato infantil, y que no es normal que todos sus héroes sean hombres mutilados emocionalmente, obsesionados con acumular poder e incapaces de lograr sus objetivos sin usar la violencia. Pienso que madres, padres y cuidadoras deberíamos tomar conciencia de la cantidad de prejuicios y de odio que aprenden los menores en sus pantallas.

Hombres que respeten a las mujeres, hombres que no violenten… ¿dónde empiezan a forjarse esos hombres?

En las casas y en las escuelas. Los niños aprenden a ser hombres imitando el comportamiento de sus padres y demás hombres de la familia. Si los niños ven a sus padres relacionarse como compañeros, y no como reyes tiranos del hogar, podrán aprender a relacionarse con las mujeres sin abusar de ellas, sin explotarlas, y sin ejercer violencia. 

El cambio que necesitan los hombres es hacer su propia revolución de los cuidados: aprender a cuidarse a sí mismos, aprender a cuidar de los demás, asumir sus responsabilidades como ciudadanos, como habitantes de su hogar, como compañeros de casa, como hijos y como padres. 

Y para ello necesitan herramientas que podrían adquirir en la escuela, y tener referentes de masculinidades alternativas y no violentas, lo que es responsabilidad de los medios de comunicación y la industria de la cultura. Este cambio educativo y cultural es el primer paso para el cambio social, político y económico que necesitamos. Al final lo que queremos es cambiar nuestra forma de relacionarnos para poder vivir mejor, para poder disfrutar del sexo y del amor, para construir un mundo mejor.

¿Crees que los poderes públicos han debilitado al feminismo?

El movimiento de liberación de mujeres empezó al mismo tiempo que el patriarcado, hoy todas las mujeres estamos luchando día a día contra las injusticias: en el hogar (que es donde más explotación sufrimos), en la familia, en los centros de estudio y de trabajo, en los espacios de ocio, en el transporte público, en las calles… Todas las mujeres, todos los días, libramos mil batallas contra el patriarcado.

Tenemos que luchar contra el machismo, también contra el anti feminismo y contra todos los movimientos que tratan de maquillar los valores patriarcales para que parezcan muy modernos. En 2018 se puso de moda el feminismo, en solo cuatro años las mujeres feministas hemos vuelto a sufrir ataques por todos lados. Las cancelaciones, las amenazas de muerte, los ataques coordinados, son el pan nuestro de cada día. Los políticos usan el feminismo para lo que les conviene.

Mientras ellos mueven dinero y hacen leyes, nosotras seguimos trabajando en contra de la violencia machista, de la explotación sexual, de la explotación reproductiva, seguimos protestando, seguimos haciendo nuestra labor pedagógica, seguimos reivindicando nuestro derecho a vivir una buena vida, seguimos soñando con un mundo de mujeres libres, un mundo sin abuso, sin explotación y violencia. Los partidos cambian, los gobernantes se van, las que permanecemos somos nosotras, con o sin apoyos: ya llevamos siglos, y me temo que nos quedan muchos más.

¿Este libro es el libro que darías a tu hijo?

Sí, estoy deseando que cumpla los trece o los catorce años para que pueda leerlo. Se lo he dedicado a mis sobrinos adolescentes, a ver qué me dicen del libro. Lo escribí en femenino, pensando que quienes van a leerlo mayoritariamente son las mujeres jóvenes, pero hay varios capítulos dirigidos a ellos. 

Cuando sean mayores podrán leer mi libro Hombres que ya no hacen sufrir por amor, ojalá les ayude en su trabajo personal. Aunque somos mayoría las mujeres que queremos liberarnos del patriarcado, creo que cada vez hay más hombres con ganas de ser mejores personas, de crecer y desarrollarse, y de sumarse a esta revolución amorosa.

¿Qué le dirías a la Coral joven que tanto sufrió en su día por amor desde el lugar que hoy ostentas como Coral experta? 

Que la vida es muy corta, que ni tú ni ninguna mujer vinimos a este mundo a sufrir, que tú tienes derecho a una buena vida, que no puedes perder tu tiempo y energía en sufrir, que sufrir no sirve para nada. Le diría que el amor está en todas partes, y que con una buena red de gente que te quiera y te cuide, no necesitas un príncipe azul. 

Le diría que no se preocupase: cuando aprendas a cuidarte, podrás liberarte de la droga romántica y podrás entonces ayudar a miles de mujeres y hombres a liberarse también. Le diría que para poder disfrutar del amor en libertad y en igualdad primero tiene que aprender a cuidarse a sí misma, y a cuidar todas sus relaciones. Le diría: ponte ya con la revolución amorosa que la vida pasa volando.

Por Nuria Coronado
Fuente: Crónica Libre


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