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“La lucha por la justicia climática necesita propuestas feministas que enfrenten la cultura de la guerra”


Algunas de las integrantes del colectivo Feministas por el Clima. 
Imagen cedidas por las entrevistadas

La COP 27 sobre cambio climático se cerró a mediados de noviembre en Sharm el-Sheij, Egipto. Como las anteriores cumbres, dejó frustración y malestar. Una vez más, los diagnósticos y previsiones, muy preocupantes, no se han afrontado con responsabilidad y decisión. Y las consecuencias de la inacción caen de forma desigual sobre aquellos territorios y sectores de población que menos contribuyeron a crear el problema.

El movimiento feminista lleva tiempo realizando un análisis propio sobre la emergencia climática y la Crisis ecosocial. Hablamos con Mayte Cases, Ana Álvarez y Pilar Ramírez, que representan a Feministas por el Clima, una organización nacida en Madrid en 2019.

Feministas por el Clima nació poco antes de la COP 25, en 2019, y se acaba de clausurar la COP 27. ¿Qué balance hacéis de este período?

Ana: Como ya se ha comentado en muchos medios, el balance de lo conseguido respecto a lo necesario en la lucha contra el cambio climático es cada vez más desolador. Solo hemos encontrado promesas incumplidas y escuchado declaraciones que no comprometen a los firmantes. Triunfa la presión de lobbys y el greenwashing empresarial. Incluso los planes de transición energética caen ante las exigencias de un militarismo creciente. 

Pilar: La desigual responsabilidad en la generación del cambio climático y el desigual impacto de sus efectos no se traduce en medidas efectivas de apoyo y compensación a regiones, países y grupos sociales más afectados. No existe voluntad política ni compromiso auténtico para frenar las emisiones por parte de los países que más contaminan. 

Mayte: La crisis ecosocial avanza y hay señales muy claras que lo demuestran. La guerra de Ucrania ha agravado profundamente la dificultad creciente para obtener materiales y combustibles. También hemos vivido un verano catastrófico con incendios, inundaciones y olas de calor continuas. Y, sin embargo, a pesar de tantas evidencias, se sigue mirando para otro lado.

La vulnerabilidad y el shock social que trajo la covid se está aprovechando para restringir derechos, aumentar el control de la población y seguir pisando el acelerador

Parecía que la pandemia había abierto un momento de reflexión y crítica, ¿qué ha quedado de ello?

Pilar: En España, durante el confinamiento, pudimos constatar el efecto positivo que tuvo la reducción de emisiones sobre nuestras vidas. El aire limpio de las ciudades sin coches generó una percepción social favorable a un cambio de modelo energético. Sin embargo, pasadas esas primeras semanas en las que veíamos posible una transformación, las prioridades de acumulación de riqueza han seguido marcando el rumbo. 

Ana: La experiencia de la pandemia tampoco ha influido favorablemente en las COPs. Los gobiernos estatales continúan sin aplicar las políticas necesarias para abordar la urgencia del momento crítico en el que nos hallamos. Y, para colmo, la vulnerabilidad y el shock social que trajo la covid se está aprovechando para restringir derechos, aumentar el control de la población y seguir pisando el acelerador, en un intento de continuar creciendo sin límites.

¿Por qué Feministas por el Clima (FxC)? ¿Hace falta un movimiento así? 

Mayte: Feministas por el Clima es un colectivo feminista que pone el foco en el contexto de la crisis ambiental, que se hace cargo de las difíciles condiciones que genera la superación de los límites planetarios y se preocupa por las consecuencias que tiene la translimitación en nuestras vidas.

Preferimos hablar de ecofeminismo, un concepto que ayuda a visibilizar la relación que existe entre las violencias hacia la tierra, las comunidades y las mujeres

Pilar: Consideramos que es necesario vincular feminismo y ecologismo por varias razones. La más evidente es que la crisis climática genera pobreza y precariedad, pero no afecta por igual a todas las personas. El patriarcado se encarga de distribuir las consecuencias haciendo a las mujeres más vulnerables a sus efectos, pero no solo a ellas. Por otro lado, el feminismo recoge los cruces entre distintas opresiones y no puede ser ajeno a la desigualdad que genera el cambio climático. Es un movimiento que tiene vocación de hacer suyas las luchas de los colectivos más vulnerables. Por esto mismo una salida justa a la crisis climática ha de hacerse con participación de las mujeres y con mirada feminista.

¿Qué diferencia hay entre un movimiento feminista que se preocupa de la crisis climática y las instituciones que incorporan la perspectiva de género a lo ambiental?

Mayte: En tu pregunta haces referencia al feminismo climático, y es importante vincular estos dos términos. Nosotras preferimos hablar de ecofeminismo, que nos parece un concepto más amplio e integrador, que ayuda a visibilizar la relación que existe entre las violencias hacia la tierra, las comunidades y las mujeres.

Ana: Pensamos que es importante dar respuestas desde los movimientos autónomos. En general, la incorporación de la perspectiva de género en algunas instituciones y planes se reduce a declaraciones de intenciones, sin incorporar medidas efectivas ni presupuestos suficientes para su implementación. Estas instituciones, además de sostener el orden patriarcal, en la mayoría de los casos están en connivencia con los intereses de las grandes empresas generadoras del deterioro ambiental; en otros casos están sometidas a presiones o coyunturas políticas que impiden atender demandas radicales. Los movimientos sociales autónomos son necesarios para impulsar cambios. 

La justicia climática es el hilo del que tiramos para llegar a otros problemas ecológicos con la conciencia de que son procesos de deterioro interdependientes

¿Cómo nació y qué recorrido ha tenido Feministas por el Clima?

Pilar: Feministas por el Clima nació al calor de la convocatoria de la Huelga Mundial del Clima de septiembre de 2019 y la celebración de la COP 25 en Madrid. Mujeres de diferentes edades, procedentes del feminismo y del ecologismo, nos reunimos en una gran asamblea donde empezamos a pensar juntas cómo intervenir en la lucha climática. Este encuentro ya había empezado a producirse en la elaboración del argumentario de la Comisión 8M desde la que se lanzó la huelga de consumo de 2018. 

Ana: La verdad es que nuestra participación en la COP tuvo una gran acogida que nos animó a dar continuidad al grupo, pues veíamos que tenía sentido un colectivo específicamente ecofeminista dentro del movimiento feminista autónomo 

Mayte: El confinamiento, paradójicamente, fue un momento muy importante para Feministas por el Clima, porque supuso su consolidación como grupo. En aquel momento surgió la necesidad de analizar desde una perspectiva feminista la relación de la pandemia con la crisis climática y ecológica. Posteriormente, nuestro enfoque se amplió y trabajamos sobre el derecho a los insumos esenciales (abastecimiento energético, agua, alimentos, vivienda) siempre en el marco de los límites planetarios. También nos ocupamos de visibilizar los vínculos de nuestro modo de vida con otros territorios. Hemos organizado talleres, hecho campañas en redes sociales y participado en acciones de calle con otros movimientos sociales. La justicia climática es el hilo del que tiramos para llegar a otros problemas ecológicos con la conciencia de que son procesos de deterioro interdependientes: pérdida de biodiversidad, tóxicos, migraciones ambientales, precarización…

¿Qué riesgos se corren si no hay feministas y feminismos en el abordaje de la crisis ecosocial?

Pilar: Corremos el riesgo de que la crisis ecosocial se gestione desde posicionamientos patriarcales, autoritarios, violentos e insolidarios que profundicen las desigualdades sociales de todo tipo. Una alternativa que solo tenga en cuenta los problemas ambientales y deje fuera los problemas de equidad puede conducirnos a una solución ecofascista. Tampoco servirán de mucho las propuestas que, incluso siendo bien intencionadas, aportan falsas soluciones que no van a la raíz del problema. 

Ana: Entendemos que para superar esta crisis en términos de equidad y sin dejar a nadie en el camino, es primordial atender a demandas esenciales del feminismo; nos referimos a la centralidad social del trabajo de cuidados, a terminar con el racismo y las violencias de todo tipo, y en definitiva a acabar con las relaciones de poder que causan opresión y exclusión social.

Pilar: El feminismo debe ser inclusivo, sin dejar a nadie fuera, por eso nuestra propuesta pasa por promover estructuras participadas, que den voz y presencia a los pueblos y sectores sociales principalmente afectados por la crisis climática y por las políticas extractivistas. Creemos que nuestra intervención política, en la medida que se compartan objetivos, debe confluir con otras luchas.

¿En qué lugares percibís que el feminismo está más implicado en la lucha por la justicia climática?

Ana: Nuestra apreciación es que muchos feminismos del Sur están más implicados en la lucha ecologista. Los territorios del sur global padecen con más intensidad los daños ambientales, y desde hace décadas existen movimientos de mujeres que, aun sufriendo hostigamiento y violencia, se enfrentan al expolio practicado por empresas extractivistas. Estas luchas ecofeministas –aunque a veces no se nombren como tales– han sido referentes para nosotras. Desde aquí reconocemos la responsabilidad del Norte global en el mantenimiento y profundización de la destrucción ambiental y por supuesto en el desigual impacto y capacidad para enfrentar sus efectos.

Pilar: Sin embargo, en el Norte también percibimos cada vez más claramente los efectos del cambio climático, el deterioro de los ecosistemas y esa suma de violencias que tienen que ver con la clase social, la raza y el género, y que forman parte estructural de la producción capitalista. Sirva como ejemplo de esto las condiciones que soportan las trabajadoras de la fresa de Huelva o la resistencia cotidiana de las mujeres en la Cañada Real, respondiendo a una situación de pobreza energética que tiene más que ver con la especulación inmobiliaria que con la falta de energía. También muchas mujeres y muchas feministas participan activamente en la defensa de los territorios que habitan. Este es el caso de las luchas contra las macrogranjas, la minería extractivista, o contra los grandes parques fotovoltaicos y de aerogeneradores.

El feminismo debe ser inclusivo. Nuestra intervención política, en la medida que se compartan objetivos, debe confluir con otras luchas

¿Qué pueden aportar los colectivos de mujeres y el feminismo a las luchas socioambientales que tenemos por delante?

Mayte: Las previsiones para los próximos años no resultan muy alentadoras, pues impepinablemente tendremos que vivir con menos. Por un lado, y ante el inminente agotamiento de los combustibles fósiles, será inevitable abordar una transición energética. Por otro, y en parte como consecuencia de esto, también tendremos que enfrentar la escasez creciente de recursos básicos como minerales, agua o alimentos, si continuamos con el actual modelo productivo. Esto provocará más situaciones de precariedad, tensiones, malestares y enfrentamientos, especialmente entre las personas más desfavorecidas. Estas tensiones podrán resolverse desde posiciones individualistas mediante el uso de la violencia y la guerra, o desde alternativas que apuesten por la cohesión social y la cooperación comunitaria.

Pilar: La lucha por la justicia climática necesita, como hemos señalado anteriormente, de propuestas feministas que enfrenten la cultura de la guerra, pues el feminismo defiende estrategias inclusivas no violentas y colaborativas. En cualquier caso, los feminismos ya forman parte de las posibles soluciones, muchas feministas participan en grupos de consumo, despensas solidarias y o comunidades energéticas. 

Mayte: Sería deseable que se produjera cuanto antes un gran debate social sobre qué bienes necesitamos producir y también cuáles son las necesidades sociales básicas que habrá que atender, para de esta forma ajustar el uso de todos los recursos escasos a la satisfacción de estas necesidades. El horizonte de los feminismos es un mundo en el que caben todas las personas. Existe toda una genealogía de prácticas comunitarias protagonizadas por mujeres que han conseguido optimizar recursos y trabajos, desde la cooperación y la solidaridad. Tenemos muchas propuestas y experiencias eficaces que nos avalan y pueden servir de referencia para enfrentar las condiciones materiales y sociales que se avecinan. 

Ana: La cultura dominante nos intenta transmitir que sólo es posible elegir entre la victoria y la derrota. Pero, como decía una pancarta de Mujeres de Negro, “entre matar y morir hay una tercera vía: vivir”.

Por Yayo Herrero  
Fuente: CTXT


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