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Relato erótico: “Un verano con sabor gallego”

Era verano y hacía frío para una canaria. Llevaba viviendo en Polonia tres años y hacía unos meses había conocido a Fernando, un chico Gallego de Vigo, amigo de mis amigos.

Tiene el pelo corto castaño y los ojos de un azul grisáceo que me hipnotizaba. Adoraba su acento gallego, tierno, cariñoso, entrañable y con carácter. Congeniamos muy bien, había mucho cachondeo y flirteo entre nosotros, pero ninguno daba el paso.

Un sábado estábamos en una fiesta en casa de unos amigos en Polonia. Bailamos toda la noche muy pegados, apenas nos separamos, nos reímos, bebimos. Yo Estaba súper cachonda y húmeda, imaginándome todo lo que le haría a mi gallego en la cama. No podía dejar de mirarle esos ojazos que me traían loca desde hacía tiempo.

Estábamos a punto de caramelo cuando una amiga necesitó mi ayuda, la tenía que llevar a casa, ya que tenía una borrachera tremenda. Así que tuvimos que interrumpir lo nuestro.

– Fernando me dijo: “Mañana te veo, morena”.

No supe a qué se refería, estaba concentrada con mi amiga.

Al día siguiente estaba haciendo footing en un parque cerca de un lago al que suelo ir y me alcanzó. No me lo esperaba. Estuvimos cerca de una hora corriendo.

Al terminar nos bañamos en el lago. Él no se lo esperaba, me decía que estaba loca y que le encantaba eso de mí.

Dentro del lago me abrazó y comenzamos a besarnos. Me preguntó si terminamos lo que habíamos comenzado anoche.

Salimos del agua y debajo de unos árboles apartados comenzamos a besarnos y a acariciarnos. Yo estaba muy nerviosa a la vez que excitada. Había imaginado esto tantas veces que no me lo podía creer. Cada vez que me acariciaba o que hablaba con su acento gallego mi cuerpo se estremecía y temblaba.

Se puso encima de mí y me echó una mirada sensual a la vez que acariciaba todo mi cuerpo. Fue bajando lentamente, se detuvo en mis pechos, los estrujó, besó y lamió. Estaba extasiada.

Él siguió bajando y llegó a mi pubis. Lo acarició y besó con mucha ternura. Con delicadeza chupeteaba mi clítoris. Mis piernas se movían y temblaban del goce tan grande que sentía. Mi vagina palpitaba. Sentí un hormigueo placentero subir desde mi estómago a la cabeza que me hizo llorar de alegría.

Fernando me miro y me preguntó que qué me pasaba.

– Lloro de felicidad y alegría- le dije.

Mirándome a los ojos, me cogió en brazos y me puso contra un árbol. No dejábamos de reírnos y besarnos.

Lentamente metió su pene en mi vagina.

– Qué cálida y húmeda estás. Me pones mucho, meiga – dijo Fernando. Me derritió con esas palabras.

Me embistió hasta que los dos nos fundimos de placer. Gemimos y gritamos como locos, espero que nadie nos hubiera visto.

Al terminar nos quedamos un rato abrazados bajo aquellos árboles.

– Foi máxico – dijo Fernando.

Yo le abracé fuertemente.

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