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La Paradoja de la Innovación: Cuando la Financiación Pública Frena el Impulso Innovador

Hace ya casi 4 meses que finalicé mi tesis doctoral, y poco a poco la voy viendo en perspectiva. Esto me hace reflexionar sobre la dinámica de la innovación que he estudiado, y que comparto con todos vosotros en un par de post. En este primero analizo el problema, y posteriormente propondré una posible solución.

Y es que, en el dinámico paisaje económico actual, el impulso innovador («push») se presenta como el motor indiscutible del crecimiento económico y el progreso social. Sin embargo, este push innovador enfrenta un obstáculo significativo en Europa: la dependencia de la financiación pública. Esta dependencia crea un paisaje donde ese deseo ardiente de romper moldes y explorar territorios desconocidos se ve menoscabado. Aunque los fondos públicos buscan fomentar la innovación, paradójicamente, pueden desviar el enfoque de las empresas, desde una búsqueda proactiva de soluciones disruptivas, hacia una gestión más reactiva y «perezosa», ya que no controlan el tiempo ni el alcance de la innovación. Digamos que el push se desplaza de su lugar natural (las empresas) hacia la administración pública (AAPP), que es la que controla alcance, tiempo y coste (es decir, el triángulo de hierro) de los proyectos de innovación.

Desplazamiento del push innovador

En el corazón de cualquier economía dinámica y en constante evolución, las empresas desempeñan un papel crítico, no solo como motores de crecimiento económico, sino como vanguardias de la innovación. Son ellas, con su conocimiento del pulso del mercado, las que están en una posición privilegiada para discernir las necesidades cambiantes de los consumidores, anticipar tendencias emergentes y, en última instancia, liderar el camino hacia el futuro tecnológico. La AAPP puede conocer «el bien común», pero esta sobreplanifiación sobre qué necesita la sociedad no encaja con el proceso de innovación, y las convocatorias top-down, predominantes en el entorno europeo, hacen que se pierda dinamismo.

Es cada vez más evidente para mí que el sistema actual de financiación pública, con su estructura burocrática y procesos predecibles, se halla en contraposición directa con la naturaleza caótica y ágil que demanda la innovación. Este desajuste no solo ralentiza el proceso innovador, sino que también limita la capacidad de las empresas para responder de manera flexible a los cambios tecnológicos y de mercado. El proceso de innovación se rompe ante la naturaleza contrapuesta de ambos mundos (innovación y burocracia).

Las convocatorias, con su enfoque lineal y fiscalizador, imponen restricciones que abarcan desde limitaciones temporales hasta la delimitación estricta del alcance de los proyectos, socavando la esencia misma de la innovación: la libertad para explorar, experimentar y evolucionar.

En este contexto, es crucial reflexionar sobre el enfoque de la financiación de la innovación. ¿Estamos nutriendo el terreno para que florezcan las ideas revolucionarias, o estamos, sin darnos cuenta, erigiendo barreras que las ahogan antes de que puedan siquiera echar raíces? El desafío no es menor: reimaginar un sistema de financiación que no solo apoye la innovación, sino que también la impulse desde dentro, asegurando que el deseo de innovar emane, de manera orgánica y poderosa, desde el corazón mismo de las empresas tecnológicas. Porque, ¿quién demanda la innovación?, y, de hecho, ¿puede ser la innovación demandada? ¿Puede la AAPP imaginar en qué se debe innovar? Creo que no, pero esa es la situación actual.

Que la AAPP ostente el push innovador hace que la innovación en las empresas se vuelva más complaciente y menos proactiva. La vitalidad y el ímpetu que deberían caracterizar a la innovación se ven mermados, dando paso a un enfoque más conservador y menos arriesgado. Las empresas esperan y no piensan. Solo reciben fondos para lo que la AAPP les dicta y no piensan por ellas mismas, no pueden hacer con fondos públicos «innovación de garage». Esto no solo afecta la capacidad de las empresas para generar innovaciones disruptivas sino que también plantea un desafío para la competitividad y el crecimiento económico a largo plazo.

Ante esta situación, se plantea una pregunta crítica: ¿Cómo pueden las empresas superar estos desafíos y recuperar el push innovador, asegurando que la financiación pública actúe como un verdadero catalizador de la innovación, y no como un obstáculo?

Reflexionar sobre esta cuestión es fundamental para cualquier actor dentro del ecosistema de innovación, desde emprendedores y empresas hasta formuladores de políticas y organismos de financiación. Encontrar el equilibrio adecuado entre el apoyo necesario y la libertad creativa es esencial para revitalizar el push y asegurar que las empresas puedan continuar siendo un motor de progreso y crecimiento. El futuro de la innovación dependerá en gran medida de nuestra capacidad para abrazar un modelo que verdaderamente fomente la creatividad, la agilidad y, sobre todo, la audacia de imaginar lo inimaginable.



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