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El Mundo No Existe Parte I


El Mundo no Existe Parte I
LA IMAGEN Visual COMO PROCESO

Jacobo Grinberg

Jacobo Grinberg nace en 1946. Estudia psicología en la UNAM, especializándose en electrofisiología en el New York Medical College. Más tarde, realiza estudios de posgrado en Ciencias Biomédicas. Autor de múltiples libros y de numerosos artículos de investigación, Grinberg se desempeñaba como profesor de tiempo completo en la Facultad de Psicología, UNAM. Es, asimismo, el inventor de la teoría sintérgica mencionada anteriormente. Este escrito legado por Jacobo Grinberg posteriomente lo compareremos con las afirmaciones de Karl Pribram y la teoria Holokinetica y con los postulados de David Bohm. Es interesante ver el punto de vista de cientificos que pusieron atencion al fenomeno de la conciencia y su interaccion con la Realidad cognitiva. Mas adelante tambien veremos los puntos de vista de Rupert Sheldrake y Krishnamurti al respecto.

Por Jacobo Grinberg
Uno de los más grandes misterios a los que actualmente se enfrenta la ciencia es la manera en la cual el cerebro participa en la percepción del mundo visual. Se sabe que para que aparezca una imagen visual en nuestro campo de percatación consciente, se activan miles de millones de procesos cerebrales que se inician con la puesta en marcha de los receptores retinianos localizados en la parte posterior de nuestros ojos y que terminan en la activación de millones de neuronas en la corteza cerebral. El primer misterio que no ha podido ser resuelto se refiere a la diferencia cualitativa existente entre los procesos cerebrales y el carácter luminoso de cualquier imagen. Nada y en ningún nivel de la actividad cerebral existe la cualidad luz y quien estudia la actividad cerebral no podría suponer la experiencia cualitativa de la luz si él mismo no la experimentara. Al mismo tiempo, la destrucción de la corteza visual conlleva a la desaparición de toda posibilidad de experimentarla. Por otro lado, la luz como tal, tampoco existe en los campos electromagnéticos que emanan de o se reflejan de objetos. Por ello, no existe forma alguna para explicar el carácter cualitativo de la luz ni en el interior del cerebro ni en los campos energéticos que lo impactan. Lo único que se puede afirmar con seguridad es que la cualidad luminosa es una creación que aparece cuando un cerebro interactúa con campos energéticos de cierta frecuencia. Desde un punto de vista puramente psicofisiológico, lo anterior implica que la percepción visual es un proceso activo de creación de una cualidad. Por otro lado, nosotros, los creadores de imágenes no tenemos acceso a su proceso de creación sino únicamente a su resultante final; la imagen visual. Estamos, como observadores, situados al final de un proceso activo de creación y como resultado de nuestra falla de percatación de este proceso, lo suponemos inexistente. En otras palabras, tenemos la sensación de que existe un mundo visual “allí afuera” al que observamos en forma pasiva. Ese mundo visual posee texturas colores formas y nosotros “únicamente” las vemos sin participar activamente en tal percepción. No hay espacio suficiente como para explicar el funcionamiento fisiológico cerebral asociado con la percepción visual y aunque lo hubiese, lo que se conoce del proceso es mínimo. Sin embargo, es necesario reflexionar acerca de la percepción de los objetos. En este sentido, nuestro sistema activa la percepción de objetos concretos a partir de procesos que no poseen la solidez que paradójicamente resulta de los mismos. Cada milésima de segundo cambia la configuración de patrones que se activan en nuestro cerebro. Existen técnicas modernas de registro de la actividad cerebral, que permiten observar campos eléctricos complejos en la corteza que cambian de instante en instante. Con procedimientos complejos de análisis matemáticos, se ha visto que existen patrones coherentes de estos cambios que poseen duraciones mayores; de decenas y hasta centenas de milisegundos. En otras palabras, a pesar de que la realidad cerebral está en continuo cambio, existen patrones relativamente estables que poseen una estructura. Existen investigadores que hablan de la existencia de “microestados” de actividad cerebral asociados con pensamientos que no son otra cosa más que el reflejo de estos patrones de coherencia. Si reflexionamos acerca de nuestra experiencia subjetiva, podemos constatar que existe una especie de “ruido mental” de fondo que parece estar en un estado de ebullición constante y que, de pronto, como surgiendo de ese ruido de fondo, aparecen pensamientos, ideas, juicios o emociones que se mantienen un cierto tiempo para después desaparecer. Sin querer afirmarlo con seguridad, es posible pensar que el ruido mental de fondo está asociado con esos campos corticales complejos en constante cambio y que un pensamiento pudiera ser la percatación de un patrón de coherencia con cierta estructura y duración que lo hacen sobresalir del ruido de fondo del sistema. Si ahora reflexionamos acerca de la percepción de objetos visuales, podemos postular que estos también se asocian con procesos cerebrales que poseen cierta coherencia y duración. La roca o la silla que aparecen ante nosotros como objetos sólidos, estables y concretos, a nivel cerebral son procesos complejos, cambiantes y sutiles pero con cierta estructura, coherencia o persistencia que hacen que sobresalgan del ruido de fondo del sistema y aparezcan en el campo de percatación como objetos. Se repite, para la percepción visual, un similar proceso que para los pensamientos o las ideas pero activando una imagen con un grado de solidez mayor. Puesto que para los procesos cerebrales que dan como resultado la percepción de objetos tampoco poseemos acceso, concluimos que existe “allí afuera” un objeto sólido y que nosotros simplemente lo percibimos en forma pasiva. En realidad, tanto para el objeto como para el pensamiento, únicamente nos percatamos de la resultante final de un proceso que está vedado para la conciencia. Por ello, interpretamos la realidad visual en la forma en la que lo hacemos; es decir, constituida por objetos sólidos separados unos de los otros y de uno mismo. Pero existe un nivel de estructura aún mayor que el relacionado con la existencia de objetos visuales concretos y éste se relaciona con patrones de coherencia cerebrales de duraciones también mayores que las de los patrones interpretados como objeto. Me refiero a la sensación de la existencia de un yo. Si se realiza un análisis matemático de la actividad cerebral que promedie los cambios de la misma durante varias decenas de segundos, lo que se obtiene es un patrón invariante; es decir, una estructura que se mantiene estable día tras día. Es posible pensar que estos patrones cerebrales invariantes son percibidos como objetos yoicos por llamarlos de alguna manera. Estos yoes son interpretados en forma similar al de los objetos visuales concretos, es decir, como con una existencia separada y sólida cuando en realidad resultan de un proceso. Es posible utilizar una tecnología cognitiva que permita vislumbrar el carácter de la realidad visual y de la realidad yoica como lo que verdaderamente son: procesos y no objetos. Este tecnología se ha conocido desde hace milenios y se le denomina “meditación

En la meditación, lo que estaba vedado para la percatación consciente deja de estarlo y el sujeto de la experiencia se percata de que la relidad no está basada en objetos y yoes concretos y separados unos de los otros sino en procesos fluidos y cambiantes en donde todo se encuentra ligado. En conclusión, lo que percibimos de la realidad es la resultante final de un proceso complejo al cual normalmente no tenemos acceso. Por esta falta de percatación concluimos que existe una realidad externa, separada de nosotros y constituida por objetos sólidos y concretos. En realidad, confundimos procesos por objetos incluyendo a nuestra experiencia yoica. Técnicas como la meditación, pueden abrir el campo de percatación y en ese apertura cambia la percepción. No sabemos cómo se origina la cualidad de las imágenes visuales pero empezamos a entender la existencia de patrones coherentes de actividad cerebral posiblemente asociados con los objetos de la percatación. Posiblemente, la cualidad luminosa sea parte de una cualidad básica o fundamental que se encuentra en todo y que no puede ser reducida a ningún campo energético. Si lo anterior es cierto, al percibir una cualidad estamos percibiendo una porción de la naturaleza básica que se encuentra en el fundamento de todo lo conocido. Quizá por ello, una de las técnicas de meditación más profundas, el Dzogchen tibetano, afirma que existe una naturaleza original y que ésta se puede hallar en toda experiencia. Una cualidad específica, como la luz, es vista (desde el Dzogchen) como un adorno de esta naturaleza esencial.

Este estudio fue financiado por el programa DGPA. UNAM IN500693

Saludos

Lordbryce


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