La mayoría de la humanidad se rige por los estúpidos y delirantes mitos inventados por profetas dementes. Y lo peor de todo es que estos ignorantes religiosos, lejos de esconderse avergonzados por sus más que deficientes e infantiles creencias, se atreven a cuestionar la infinidad de datos científicos que desmontan y contradicen sus supercherías de tiempos más que lejanos.