Dios ha curado mi eczema; tengo una relación personal con Jesucristo; gracias San Agapito por ayudarme a encontrar trabajo; el Señor ha dirigido la mano del cirujano. Estas y otras afirmaciones que los religiosos repiten una y otra vez como muestra de la existencia de una deidad benevolente, en el fondo esconden la bajeza moral más miserable.
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