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¿Cómo interrelacionan las distintas corrientes esotéricas 2/2?

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¿Cómo interrelacionan las distintas corrientes esotéricas 2/2?


El 26 de julio de 2018 publiqué el artículo ¿Cómo interrelacionan las distintas corrientes esotéricas 1/2?. Y hasta hoy no me he visto suficientemente inspirado para publicar la segunda parte. De todos modos, recomiendo leer la primera parte antes de continuar con esta segunda parte.

 

Distintos teólogos han dicho que si Cristo no hubiese obrado milagros los Evangelios no serían dignos de fe. Pero este argumento también podría ser válido para los milagros obrados por taumaturgos de otras religiones, distintas a la cristiana, que también validarían la veracidad de sus respectivas Escrituras sagradas. Ello vendría a reconocer la equivalencia entre los libros sagrados del cristianismo y, por ejemplo, del budismo, pues también éstos relatan prodigios. Además, la tradición nos habla de lamas tibetanos y anacoretas talapines de Siam, antiguo nombre del reino de Tailandia, que eran capaces de obrar prodigios mucho mayores que los que leemos en el Nuevo Testamento, sin que supuestamente debamos atribuirlos a intervención divina ni a una ruptura de las leyes naturales. Los antiguos yoguis usaban, y aun más tarde también lo usaron lamas y talapines, un brebaje compuesto de cierto jugo lechoso extraído de una planta medicinal y mezclado con un poco de azufre. Algún maravilloso secreto debían de conocer estos hombres, cuando podían curar en breves días peligrosas heridas y soldar fracturas de huesos con más rapidez que la cirugía actual. Al igual que en los comienzos del período védico, todavía se cree actualmente en la potencia subyacente en los mantras y en la personificación de la voz de los hinduistas. El período védico, o era védica, es el período en el que se compusieron los Vedas, los textos sagrados más antiguos de los indoarios, que se comprende entre el final de la civilización del valle del Indo y la segunda urbanización, que comienza en la zona central de la llanura indogangética. Basándose en evidencia literaria, los estudiosos ubican esta época entre el año 1500 a. C. y el año 500 a. C. En el hinduismo, Sarasvati es la diosa del conocimiento y una de las tres diosas principales, siendo las otras dos Laksmí y Durgá. Sárasvatī es mencionada en el Rig-veda, el primer texto de la literatura de la India, de mediados del II milenio a. C. Era una diosa que era adorada en la religión védica.

En los Puranas, textos que generaron la religión hinduista, Sárasvatī se convirtió en la diosa del aprendizaje y de las artes. A veces también se la equipara con otras diosas hinduistas, como Vach, Savitrí y Gáiatri, siendo Vach la personificación de la voz o el habla. En el Rig-veda se habla de Vach Ambhriní, hija del sabio rishi Ambhriná ('poderoso'). Según los Vedas fue creada por Prayápati, quien luego será identificado con el dios Brahmá, que se casó con ella. En otros escritos es llamada la madre de los Vedas y la esposa del dios Indra. En el pensamiento Judío, el nombre no es una designación arbitraria o solamente un grupo de sonidos. El nombre nos dice la naturaleza, la esencia, la historia de aquel que es designado con dicho nombre. En el Exodo se dice que Moisés es el primero que pregunta el nombre de Dios. Y Dios le responde: Soy el Eterno. El nombre más importante de Dios es el que lleva las cuatro letras o también conocido como el tetragrammaton. Se trataría de YHWH, que es el nombre bíblico de cuatro letras del Dios de Israel. Los libros de la Torá y el resto de la Biblia hebrea contienen este nombre hebreo.. De aquí proviene la confusión con el nombre de Jehová que no sería correcto. Este nombre de Dios en hebreo, YHVH, es sólo la pronunciación de las cuatro consonantes, sin las vocales correspondientes. En español el equivalente más apropiado sería YAVEH. Este nombre se pronunció hasta el año 586 a.C., hasta la destrucción del primer templo, y se pronunciaba con las vocales correspondientes. Ya para el siglo tercero antes de Cristo la pronunciación se había sustituido por Adonai Elohim. La palabra hebrea Elohim es la forma plural de Eloah, que significa "Poderoso". Viene de El que también significa "poderoso". Estas tres palabras, El, Eloah y Elohim, son utilizadas en las Escrituras como sinónimas para referirse al Creador. En realidad lo qué oyó Moisés frente a la zarza ardiente fue "Eheyeh Asher Eheyeh" ("Yo soy el que Soy"), que es más una descripción que un nombre. El primer nombre que se le da a Dios en las escrituras es Elohim, que curiosamente es un nombre masculino plural, como si se refiriese a varios "dioses" y no a uno único.

 

La Palabra Perdida representa el misterio de los misterios. Debido a su pérdida, los seres humanos cayeron en desgracia y vagan en la más completa oscuridad por sucesivos eones, una de las divisiones mayores de tiempo de la historia de la Tierra, equivalentes a unos mil millones de años. Es el secreto mejor guardado de la historia sagrada, ya que no aparece en los libros de texto ni se enseña en las distintas escuelas. En el Evangelio según San Juan podemos leer: "En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron". En estas palabras podemos vislumbrar un fragmento del enigma. Todo el esoterismo occidental y buena parte del oriental giran en torno a la noción de una misteriosa Palabra o Verbo Secreto que al ser pronunciado por el Creador habría dado origen al proceso cosmogónico, a la generación de los mundos y el desenvolvimiento de la Historia universal, con sus infinitas diversificaciones y movimientos, en una danza infinita en que Nataraja ('el rey de la danza'), nombre sánscrito del dios hindú Shiva, sería el realizador de la frenética danza (tándava) para destruir el universo y prepararlo para que el dios Brahmá de cuatro cabezas inicie el proceso de la recreación. Brahmá es el dios creador del universo y miembro de la Trimurti ('tres formas'), la tríada conformada por Brahma (dios creador), Visnú (dios preservador) y Shiva (dios destructor). En nuestra cultura el misterio de la poderosa Palabra Perdida nos ha llegado de manos hebreas a través de la Torah y el Tanaj, pero sus ecos resuenan tanto en el Evangelio como en el Corán y el Ginza ('tesoro'), libro sagrado del mandeísmo, secta gnóstica que se desarrolló en los siglos I y II d. C, llamado también El gran libro y Libro de Adán. El estudio comparativo demuestra que esta noción de un Verbo Secreto se origina en toda la mitología del Egipto faraónico y de la antigua Mesopotamia, que se dividía en Asiria (al norte) y Babilonia (al sur), también conocida como Caldea, que, a su vez, se dividía en Acadia (parte alta) y Sumeria (parte baja). Para comprenderlo mejor debe revisarse el mito de la creación de Heliópolis, que se encuentra registrado en los famosos Textos de las Pirámides, diseminados en distintas ubicaciones a lo largo del río Nilo, así como en el papiro Bremner-Rhind, que podemos encontrar en el Museo Británico de Londres.

 

En el mito de la creación de Heliópolis se nos narre la leyenda de Heliópolis, importante ciudad del Antiguo Egipto, vemos que en los "Años Oscuros" el mundo no existía, la muerte no había sido creada y el cielo, la tierra, los dioses, los hombres, y los animales aún no se habían creado. Todo se hallaba confundido en un caos amorfo y oscuro, sumido por un océano caótico donde se encontraba el potencial de la vida, pero sin tener consciencia de su existencia. Por otro lado, los Textos de las Pirámides son un repertorio de conjuros, encantamientos y súplicas, grabados en los pasajes, antecámaras y cámaras sepulcrales en las distintas pirámides del Imperio Antiguo con el propósito de ayudar al faraón en la Duat, inframundo de la mitología egipcia y el lugar donde se celebraba el juicio de Osiris, y, de esta manera, asegurar su resurrección y la vida eterna. Son una recopilación de textos, sin orden aparente, de creencias religiosas y cosmológicas muy antiguas, que debieron emplearse durante las ceremonias funerarias de las dos primeras dinastías. Algunos textos ya aparecen en estelas y mastabas, que son unas tumbas egipcias antiguas de base rectangular, techo plano y muros laterales inclinados, construida con bloques de adobe o con piedra. Los textos ya debían existir en papiros al menos en los tiempos de Unis, el último faraón de la dinastía V, y posteriormente se copiaron en los muros y techos de su pirámide. Por tanto, su pirámide es el primer lugar en el que se escribieron los Textos de las Pirámides en un soporte duradero. Los textos están compuestos por 228 declaraciones. Posteriormente se convirtió en práctica habitual inscribirlos en el interior de las pirámides de los faraones del Imperio Antiguo, llegando a los 759 conjuros.

 

No se trata de un relato ordenado, sino extractos de teorías de la creación, fragmentos de las luchas entre Horus y Seth, de leyendas y de fórmulas para permitir al faraón la resurrección, ascensión e identificación con los dioses. En estos textos se aprecian dos teorías cosmológicas. La primera contiene mitos solares, donde el rey es conducido hacia el dios solar Ra, mientras que la segunda teoría se trata de una mitología estelar mucho más antigua, donde el camino se dirige a las estrellas circumpolares, aquellas que eran consideradas inmortales por permanecer siempre visibles en el cielo nocturno. Su evolución dará lugar a los Textos de los Sarcófagos, que durante el Primer periodo intermedio de Egipto comenzaron a escribirse en los sarcófagos de los nobles y potentados. En el Imperio Medio son biográficos, narrando también la vida del difunto, o jurídicos, describiendo el legado de sus bienes. A partir de esta época la inmortalidad dejó de ser un privilegio exclusivo del faraón, siendo ya posible para las clases más altas. Durante el Imperio Nuevo empezaron a escribirlos en papiros que se depositaban dentro del sarcófago, alcanzando gran difusión y dando origen al denominado Libro de los Muertos, en el que se describe qué deberá hacer el espíritu del difunto para obtener la inmortalidad. Este texto experimentará ulteriores evoluciones hasta la dinastía XXVI. La inmortalidad ya la alcanzan aquellos "egipcios justos" que pudieran recitar en la Duat las fórmulas del Libro de los Muertos y costearse los rituales de embalsamamiento y entierro, para preservar su ba, una fuerza anímica, componente de la parte espiritual del hombre, la fuerza animada de cada ser fallecido y la personalidad espiritual manifestada una vez acaecida la muerte.

 

El papiro Bremner-Rhind, ubicado en el Museo Británico de Londres, fue adquirido por el propio Museo en 1865 y su origen parece encontrarse en Tebas. Sir Ernest Wallis Budge, egiptólogo, orientalista y filólogo inglés que trabajó para el Museo Británico a partir de 1883, en su libro Egyptian Hieratic Papyri in the British Museum pensó que el origen del papiro era el escondrijo de las momias reales de Deir el-Bahari. Perteneció a Alexander Henry Rhind, arqueólogo, especializado en egiptología, quien posiblemente lo obtuvo de Mustafá Agha, cónsul británico en Luxor. Fue Samuel Birch, egiptólogo inglés y autor de History of Ancient Pottery, quién examinando los objetos llevados a Inglaterra por Rhind, reconoció la importancia del texto. Henry Rhind murió en 1865 y su colección paso entonces a David Bremner, quien posteriormente la vendió al Museo Británico. El papiro está escrito en egipcio medio y escritura hierática. Tiene unas dimensiones aproximadas de 5 metros de longitud por 24 cm de anchura. Contiene en total 33 columnas y unas 930 líneas, escritas con tinta negra. Parece, según el egiptólogo inglés Raymond Oliver Faulkner, haber sido realizado como encargo de una recopilación de textos religiosos destinados a la biblioteca de algún templo, si bien la historia de la Creación no parece encajar en el contexto global. Consta de cuatro secciones claramente diferenciadas. Una de ellas son las lamentaciones de Isis y Neftis, un texto que debía ser cantado entre los días 22 a 26 del mes de Joiak, mes en el que se celebraban los misterios de Osiris. Los cánticos eran ejecutados por dos sacerdotisas que representaban a diosas en sus lamentaciones por la muerte de Osiris. El texto consta de partes ejecutadas a dúo por ambas sacerdotisas y otras pertenecientes a una solista, que era cantado por la sacerdotisa que representaba a la diosa Isis. Faulkner tituló a esta sección "Las canciones de Isis y Neftis" para distinguir este texto del existente en el papiro Berlín 3008, que incluye una versión mucho más corta.

El mito cosmogónico egipcio nos cuenta que en el principio tan sólo existía el Nun, el océano primordial. Nun era entendido como un "concepto"; que representaba el principio común en todas las cosmogonías, la primera sustancia abstracta, el elemento caótico que contiene el potencial de la vida, simbolizado las caóticas aguas primordiales que ocupaban todo el universo. En el principio, antes de la creación, sólo había el Nun, que era un océano inerte, sin límites, rodeado de absoluta oscuridad, que no era la noche que conocemos, pues aún no se había creado. Los sacerdotes egipcios, para describir este estado, enumeraban lo que no existía. Del Nun surgió espontáneamente la vida, al igual que un demiurgo que sólo piensa. A continuación el demiurgo, entidad que, sin ser necesariamente creadora, es impulsora del universo, comenzó a hablar, y se disoció del Nun, que se convirtió en el «océano primordial». Entonces el demiurgo comenta al Nun lo que sucedía, provocando la respuesta y el despertar del Nun. Ello es el origen de la palabra y del diálogo. En ese momento el demiurgo se movió y fue el principio de la Creación. Pues el demiurgo y el Nun no forman realmente parte de la Creación. Se creía que, después de la creación, las aguas del Nun rodeaban la Tierra, siendo Nun el responsable de la inundación anual del Nilo y de las aguas subterráneas que marcaban los límites entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Nun, como concepto deificado, posee un Ba (espíritu) que es el Sol. En las oscuras aguas del Nun se encontraba totalmente diluido Atum, el padre de todos los Dioses. Allí no existía nada, ni cielo, ni tierra, ni vida, ni muerte. Tan sólo reinaba el caos de lo perfectamente confuso. Sin embargo, de aquella disolución divina surgió una voz, la atronadora entonación de Atum tomando conciencia de su propia existencia: "¡Ven a mí!". Y en ese grito desgarrador que atravesó el líquido vacío de lo sin forma, el Dios primordial se dio origen a sí mismo como Atum-Ra, la primera luz. Habiéndose diferenciado del caótico océano de Nun, concibió una segunda separación al hacer brotar en medio de todo una enorme montaña, que constituirá la primera coagulación de la materia, bajo la forma perfectamente piramidal de la sagrada colina de Benben, una piedra sagrada venerada en el templo Solar de Heliópolis sobre la "colina de arena", el templo donde el dios primordial se manifiesta, en el lugar donde fulgen los primeros rayos del sol naciente. Este monte será el primer lugar en el que se inició el ordenamiento universal que hizo posible la vida.

 

De las siguientes diversificaciones creativas irán surgiendo los principios masculino y femenino en la forma de cuatro parejas de Dioses que, junto a Atum-Ra, estructuran la enéada de Heliópolis por la que todas las cosas fueron hechas. Enéada es la antigua denominación en idioma griego de la palabra egipcia Pesedyet, que es la palabra que se utiliza para denominar al conjunto de nueve dioses que conformaban la cosmogonía de Heliópolis, creada por los sacerdotes de esta ciudad. Cuando nos referimos al Verbo, ¿qué queremos decir realmente? En el libro del Génesis se da cuenta del movimiento creativo a partir del mismo océano indiferenciado del mito egipcio, cuando nos señala que al principio las tinieblas cubrían la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas. Entonces Elohim, recordemos que es plural, dijo "¡hágase la luz!". Y la luz fue hecha. Esto vuelve a ponernos en presencia del poder de la Palabra Divina, que vemos representada incluso en los cuentos de hadas bajo la forma velada de "palabras mágicas" que abren las puertas de lo milagroso y sorprendente. Pero, en este caso, la Palabra es un sonido y a la vez un espíritu, o si se prefiere, es un sonido que serviría de vehículo al espíritu de Dios en su desenvolvimiento y división para crear las esferas del universo. El acto de hablar confiere al ser humano la capacidad de interactuar y transmitir ideas, siendo así el medio por el que el Intelecto puede producirse. El Verbo sería el generador de todas las posibilidades existentes en la Mente del Gran Arquitecto, a la vez que su vehículo transmisor. Pero las tradiciones iniciáticas de todo el mundo dicen que la Palabra se ha perdido. Retornar al origen es el verdadero poder de la Palabra Perdida. Por ella se haría efectivo el completo Tikún Olam de los cabalistas, la rectificación del mundo tras la caída. En efecto, Tikún Olam es una frase en hebreo que significa "reparar el mundo". Es importante en el judaísmo y a menudo se utiliza para explicar el concepto judío de justicia social. De acuerdo al misticismo judío, la Creación del Universo está representada de manera figurada como un recipiente que no pudo contener la Luz Sagrada y se rompió en pedazos (Shevirat Hakelim). Por ello, de acuerdo a los cabalistas, el Universo que conocemos está literalmente quebrado y necesita reparación. En consecuencia, siguiendo la Halajá (ley religiosa judía) y cumpliendo mitzvot (preceptos), la gente ayuda a reparar el recipiente del Universo. Así, los cabalistas enseñan que a través de sus acciones, cada persona puede participar en el Tikún Olam, literalmente reparando el Universo y la Humanidad como parte de la Creación Divina.

 

La Palabra que da origen a la Luz es sin embargo una restricción, una contracción de la misma Luz Divina según la teología mística de Isaac Luria, rabino y cabalista de la comunidad de Safed en la región de Galilea de la Siria otomana. Encontramos una noción sumamente parecida a la del tsimtsum (restricción) de la cábala en las obras del místico y teósofo luterano Jakob Böhme, cuyo primer acto abre con una contracción en el seno de la Divinidad. En efecto, según Böhme, antes de la creación del mundo Dios llenaba todo el espacio. Cuando Dios quiso crear el mundo retiró su luz. Esta luz sufría de numerosas tsitsumim, en que cada tsimtsum es una disminución gradual de la luz divina y una adaptación a la capacidad de recepción de los seres creados Al mismo tiempo que Dios daba comienzo a la creación, debía restringir su propia magnificencia para dar cabida al espacio y al tiempo, que son inevitables suspensiones de lo Divino, así como ausencias en donde la radiación espiritual queda oculta. El Árbol de la Vida se representa en el conocido árbol sefirótico, que se compone de diez emanaciones espirituales por parte de Dios, a través de las cuales dio origen a todo lo existente. Estas diez emanaciones, llamadas cada una de manera individual sefirá, y en conjunto sefirot, para formar el Árbol de la Vida se intercomunican a través de 22 senderos, cada uno ligado a cada una de las 22 letras del alfabeto hebreo. A medida que se desenvuelve el proceso de emanaciones a través de las 10 sefirot, esta ocultación de la Luz se hace progresivamente mayor, añadiendo velos cada vez más densos que impiden la contemplación directa del Rostro Divino. Tenemos aquí una primera pérdida, o más propiamente un ocultamiento. En el mito cabalístico, la Palabra Perdida fue transmitida a Adán y a sus descendientes a través de la línea de Set, como un secreto que debían custodiar, porque les aseguraba el permanente contacto con el Creador. Esa Palabra no es otra cosa que HaShem, término hebreo que significa literalmente "El Nombre" y que se utiliza para evitar referirse al nombre de Dios. Se usa igualmente para evitar deletrear la palabra YHWH, formada por las letras hebreas yod hei vav hei, y con la palabra Adonai, que se usa solo en los rezos, los cantos y cuando se está impartiendo una clase de Torá. Habrá otras pérdidas, como la del Edén y la del Arca de la Alianza que contenía las Tablas de la Ley, así como el sagrado nombre.

 

El grado de Maestro en la masonería gira precisamente en torno a la Palabra Perdida, entendiéndose por ello el nombre secreto de Dios, que, tras el simbólico asesinato de Hiram Abif, supuesto maestro constructor del Templo de Salomón, ya no puede ser encontrado sobre la Tierra. Lo que se sabe, a partir de la Biblia, es que Hiram Abif era un experto en metalurgia, aunque para otros autores este Hiram Abif fue un consumado maestro en la alquimia hermética. La Biblia dice que era un experto en bronce y otros metales, al igual que telas. Construyó gran parte del templo, incluyendo las dos columnas principales, y el término Abí, más que un apellido o una extensión del nombre, era un título que reflejaba a un experto, lo que ahora se conoce como un maestro. En la parábola usada en el ritual masónico, Hiram Abif fue asesinado por tres compañeros miembros del oficio, que trabajaban en la construcción del templo en su afán de obtener información del maestro masón de forma ilícita. Sin embargo, Hiram Abif no lo reveló antes de morir. El cuerpo de Hiram fue escondido por los asesinos, llamados en el folclor masón Jubelón, Jubelás y Jubelós, y después fue recuperado y adecuadamente enterrado por el rey Salomón. En los capítulos del Arco Real se ofrece una palabra sustituta que, según la mayoría de los estudiosos, resulta de la contracción y conjunción de tres formas diferentes para nombrar al Altísimo en las tradiciones hebrea, fenicia y egipcia. El Arco Real es, por cierto, la progresión natural en la francmasonería que provee la obtención de los "auténticos secretos", a continuación del otorgamiento de ciertos secretos substitutivos, y como tal, forma realmente una parte integral de la Masonería Simbólica Inglesa. Desde luego, este nombre se transmite bajo el juramento de secreto masónico y no debe ser reproducido. Empero, dicha palabra de reemplazo no es el verdadero Nombre Divino, sino tan sólo una llave para su búsqueda. La auténtica Palabra Perdida es de suyo intransmisible e impronunciable, como lo atestigua todo el judaísmo. El temor reverencial al Nombre se evidencia en la práctica cotidiana de aludirlo indirectamente, evitando incluso escribir en forma completa la palabra "Dios". Pero como en toda regla hay excepciones, pensemos en lo que nos transmite la leyenda sobre el Templo de Salomón, donde una vez al año el sumo sacerdote ingresaba al Sancta sanctorum para pronunciar las cuatro consonantes y pedir perdón por los pecados del pueblo de Israel.

 

La tradición primordial, de la que brota toda sabiduría, parece indicarnos insistentemente en sus múltiples manifestaciones que el hombre ha perdido tanto el contacto directo con Dios, así como su propio estado de divinidad.  Pero, ¿no nos dicen las mismas Escrituras que somos dioses?. Aquí se hace evidente el trasfondo platónico, en referencia al filósofo griego Platón o a su doctrina filosófica, así como hermético, una tradición filosófica y religiosa basada principalmente en textos pseudoepigráficos, atribuidos a Hermes Trismegisto. Estas filosofías inevitablemente marcaron la formulación de los credos monoteístas en la ribera oriental del mediterráneo. El contacto del pueblo hebreo con la cultura grecorromana y las distintas tribus semitas de la región puede explicar estas herencias filosóficas. Asegura la leyenda masónica que el rey Salomón mandó construir una bóveda secreta bajo el Templo de Jerusalén. Era una cámara oculta que mantenía las mismas proporciones que el gran edificio de la superficie. A dicha cámara se accedía por una escalera de 24 peldaños divididos en cuatro tramos de tres, cinco, siete y nueve escalones. En la bóveda, cuya existencia sólo era conocida por el rey Salomón y los maestros constructores, había un pedestal triangular en el que Salomón mandó grabar los diversos sellos y sigilos, símbolos creados para un propósito mágico específico, como referencia a la sabiduría secreta. En ese lugar se dice que se escondió el mayor tesoro que el hombre pudiese imaginar. Este tesoro era en realidad la Palabra que encierra el nombre del Gran Arquitecto del Universo masónico. La tradición dice que los Templarios buscaron esa misma cripta durante 9 años, excavando bajo los restos del Templo en el monte Sión. En el misticismo islámico existe la misma cuestión con respecto al nombre esencial de Alá. El Corán desarrolla una teología en la que Dios se presenta bajo 99 nombres que reflejan sus distintos atributos, pero deja en el más absoluto misterio el último y más sagrado de todos ellos: el que representaría su Esencia. Sería este centésimo Nombre Divino el que provocaría las especulaciones místicas más notables del sufismo. Su custodia es un secreto que guarda celosamente el Shaikh, o jeque, que no lo comunicará más que a los derviches de mayor rango y realización. El Shaikh es un sufí que está autorizado para enseñar, iniciar y guiar derviches aspirantes en la fe islámica.

El término sufismo se refiere a la mística islámica denominada tasawwuf, que incluye diferentes movimientos ortodoxos y heterodoxos del islam. También es usado para definir grupos esotéricos desvinculados del islam, como algunas formas de sincretismo. En las primeras décadas de existencia del islam, el «sufí» no fue reconocido como una rama del islamismo, y desde el punto de vista de la mayoría de los investigadores, fue desarrollado por personas que eligieron la ascesis y la vida espiritual. Pero algunos de los sabios sufíes creen que el sufismo era una realidad sin nombre, y luego fue un nombre sin realidad. Los sabios sufíes eligieron el tariq ('camino'), argumentando que fue inaugurado por el propio Mahoma, y citan numerosos antecedentes en el Corán y en los hadices, dichos y acciones del profeta Mahoma. En el ámbito tradicional islámico, el tasawwuf al-islami denomina la espiritualidad islámica, es decir, aquella faceta, conocimientos, métodos, formas y ritos que, dentro del contexto del islam, se han dedicado a las cuestiones del espíritu, la purificación del alma, a la metafísica, a la interpretación interior de los preceptos islámicos, y la relación de Dios con el Cosmos. Mientras que la filosofía islámica se centró en objetivos parecidos desde el punto de vista de un conocimiento especulativo y racional, el tasawwuf incide en la práctica y la experiencia intuitiva, para así conseguir un conocimiento directo de las realidades espirituales (tahqīq) a través del desvelamiento (kashf) y la inspiración (ilham). Por otro lado, el tema principal del sufismo es la consecución (o realización) de la proximidad a Dios (qurba) o la santidad (walaya), lo cual lo diferencia de otras formas de espiritualidad islámica. El Gran Nombre (Ism al-'Azam) puede obrar prodigios y abrir las puertas de la existencia a la presencia divina.

 

Algo similar ocurre en las religiones dhármicas mediante el uso de los mantras, con su potencial para liberar la mente y el sonido AUM como núcleo sonoro de la suprema realidad de Brahman. Dharma es una palabra sánscrita que significa 'ley religiosa' o 'conducta piadosa correcta'. Con ligeras diferencias conceptuales, se utiliza en casi todas las doctrinas y religiones de origen indio, que son llamadas religiones dhármicas, como el budismo, el hinduismo, el jainismo y el sijismo. Brahman ('expansión, brote') es un término que hace referencia a la divinidad absoluta del hinduismo. Según el Taitiríia-upanishad, el primero en nombrar a esta divinidad invisible e impensable fue el sabio Majá, aunque le aplicó su propio nombre, ya que majá significa 'grande'. El siguiente concepto que se le adjudicó a esta divinidad fue el de «expansión». En los Upanishads del hinduismo se señala al Brahman como lo absoluto, que se encuentra en todo el universo, es la esencia de todo y transciende a todo, siendo inmanente y causa eficiente del cosmos, en tanto que a nivel de microcosmos su equivalente es el atma o alma eterna de cada individuo. Si en el plano existencial y fenoménico, el mundo material de maia, el alma se considera distinta del Brahman, en el plano esencial absoluto se considera que no existe diferencia entre el alma y el Brahman. Dentro de muchas de las creencias originadas en la India se supone que es posible en vida alcanzar la identificación del alma con el Brahman en el estado llamado samādhi ('éxtasis'). En ocasiones se ha representado el Brahman, pero se considera que el Brahman, que es absoluto, es transcendente a toda forma, a toda figuración, a toda delimitación y a toda explicación. En el hinduismo existen muchos devas ('dioses') que son sólo una mínima manifestación del único Brahman. A la doctrina específicamente dedicada al Brahman se la llama vedanta advaita, que debido a su alto grado de abstracción nunca fue popular en la India. En la mitología hinduista el primer ser creado por el Brahman fue el dios creador Brahma.

 

En la cosmogénesis del Corpus Hermeticum, colección de 24 textos sagrados escritos en lengua griega que contienen los principales axiomas y creencias de las tendencias herméticas, el Verbo (Logos) vuelve a aparecer ocupando el lugar central de potencia creadora. Según la tradición, el Corpus fue redactado por Hermes Trismegisto, originariamente considerado una simple transfiguración del dios egipcio Thot, pero que posteriormente fue tenido por un sabio que en tiempos atávicos había fundado la alquimia y otras ciencias herméticas. Estudiosos judíos y renacentistas como Marsilio Ficino, lo consideraban contemporáneo de Moisés. Las obras de Hermes Trismegisto, que se denominaban con el nombre genérico de Hermética, tuvieron una influencia muy importante en el desarrollo del mundo espiritual del Renacimiento, particularmente en las obras de autores como el humanista y pensador italiano del siglo XV Pico della Mirandola y otros seguidores de la alquimia y el neoplatonismo. El Corpus comienza con la revelación de Poimandres, la Mente Universal o el pastor de hombres, uno de los epítetos del dios de los gnósticos y los neoplatonistas, a Hermes Trismegisto durante el sueño. Los textos afirmaban ser meras traducciones griegas de originales egipcios, si bien estudios filológicos modernos apuntan a una redacción griega original que surgió probablemente entre los siglos II y III de nuestra era. Fueron ampliamente leídos en los últimos siglos de la Antigüedad clásica y algunas sectas religiosas, como la de los harranitas, que tomaron el nombre de sabeos tras la conquista islámica, los adaptaron como libros canónicos. Aunque su uso fue decayendo con la cristianización del Imperio romano, todavía en el siglo V San Agustín de Hipona argumentaba en contra de estos textos. El Corpus Hermeticum fue recuperado por Cosme de Médici en 1463, que adquirió un manuscrito bizantino que contenía los primeros 16 libros, los cuales fueron traducidos ese mismo año al latín por el humanista florentino Marsilio Ficino. En 1471, gracias a la imprenta se publicaría la primera versión impresa. Asimismo figura en las distintas versiones cosmogónicas de los círculos gnósticos de Alejandría, que comparten con la Hermética un mismo trasfondo cultural. Según el Poimandres: "El Verbo santo vino a abrazar la Naturaleza, y un fuego sin mezcla se lanzó fuera de la naturaleza acuosa hacia lo alto, hacia la región sublime; era ligero y vivo, y activo al mismo tiempo; y el aire, siendo ligero también, siguió al soplo ígneo, elevándose hacia el fuego a partir de la tierra y el agua, de manera que parecía suspendido del fuego. La tierra y el agua permanecían en su lugar, ambas íntimamente mezcladas entre sí, tanto, que no se distinguían: y eran incesantemente movidas bajo la acción del soplo del Verbo que se encontraba por encima de ellas, según el oído percibía". Vemos aquí el poder articulador de la Palabra de Dios, que muchas iglesias cristianas pretenden predicar sin comprenderla demasiado.

 

Fiat lux corresponde a la locución latina que literalmente significa «Que se haga la luz» en el Génesis. Hay algo de inefabilidad en un Dios cuya luz no puede ser vista antes de que el sonido de su voz haya sido escuchado. Esta invisibilidad se repite en la voz que escuchan todos los patriarcas y profetas, un rasgo propio de las religiones abrahámicas, que son las fes monoteístas que reconocen una tradición espiritual identificada con Abraham. El término es usado principalmente para referirse colectivamente al cristianismo, judaísmo e islam, a las que se suman en ocasiones otras religiones como el bahaísmo, los samaritanos, los mandeos y los drusos. Las religiones abrahámicas suponen un poco más de la mitad de la población de creyentes del mundo, unos 3.800 millones de fieles. Por otra parte, las principales religiones no-abrahámicas del mundo son las religiones dhármicas de la India y las religiones del Oriente asiático centradas en el Tao, así como las llamadas religiones animistas que se extienden por el continente africano y la región caribeña y antillana de América. Encontramos la misma característica en buena parte de la tradición espiritual del oriente próximo. Es casi seguro que el Nombre Secreto seguirá perdido hasta el fin de los tiempos, pues hay algo que siempre está perdido en todo camino iniciático, tales como el Santo Grial en las sagas caballerescas, el paraíso en la espiritualidad judeocristiana, el caldero mágico entre los celtas, la Atlántida en la leyenda platónica, la Thule en los mitos hiperbóreos, las manzanas doradas del Jardín de las Hespérides o la Palabra Perdida en el rito masónico. Recuperarlo es la posibilidad de reactivar la condición divina en el hombre, volver a restituir la unidad del Adam Kadmon de los cabalistas o el Insan al-Kamil de los sufíes, frase que significa "la persona que ha alcanzado la perfección" y que es un título honorífico para describir al profeta Muhammad. Porque todos somos células dispersas de un único Hombre: el Verbo Encarnado. Adam Kadmon significa "Hombre Primordial" en los textos de la Cábala, comparable al Anthropos del gnosticismo. En la Kabbalah Luriana, escuela de Cábala desarrollada por el rabino judío Isaac Luria, el Adam Kadmon tiene un elevado estado, equivalente al Purusha, divinidad única Omnipresente, de los Upanishads. El Adam Kadmon, el hombre primordial, es la síntesis del Árbol de la vida cabalístico que emana del Ain Sof, el Todo Supremo que menciona la Cábala, aquello que podemos llamar de Dios en su aspecto más elevado.

 

Se cree que Nimrod, nieto de Cam, condujo al país del hijo de Cam, Mizraim, conocido como Egipto, el delta sagrado, un triángulo que contiene inscrito el nombre del Tetragrama hebreo, que perteneció al patriarca Enoch. Cam fue un personaje bíblico, hijo de Noé, de cuyos cuatro hijos surgieron diversos pueblos, como Canaán, Mizraim (Egipto) y otros pueblos africanos como Cus (Etiopía) y Fut. El historiador judío fariseo Flavio Josefo creía que Fut era Libia. Según la Tabla de las Naciones en el Libro de Génesis, Cam era un hijo de Noé y el padre de Cush, Mizraim, Phut y Canaán. Sus descendientes son interpretados por Moisés, Flavio Josefo y otros como habitantes de África y partes adyacentes de Asia. La Biblia se refiere a Egipto como "la tierra de Cam".or lo tanto, únicamente puede encontrarse en Egipto y países de Oriente la Palabra sagrada. Pero teniendo en cuenta que ya se han divulgado los más importantes secretos de la masonería, desde la extinción oficial de los templarios parece que ninguna logia masónica de Europa ni de América ha sabido nada digno de permanecer oculto. La Orden del Temple fue una de las célebres órdenes militares de la Edad Media. Con una corta historia de apenas dos siglos, su aparente final fue dramático. Fue fundada por nueve caballeros en el año 1118 en Jerusalén, después de la Primera Cruzada en Tierra Santa, siendo liderados por Hugo de Payens. Su principal misión era proteger los lugares santos, que se hizo más necesario tras perder los territorios cristianos en Palestina a manos de los musulmanes. Los Templarios poseían un gran poder, tanto militar como económico, lo que despertó las envidias de los gobernantes de aquella época. En 1307, el rey de Francia, Felipe IV, llamado el Hermoso, se encontraba muy endeudado, por lo que decidió pedir un préstamo a la orden del Temple para iniciar una nueva cruzada, la séptima. Además, al rey no le había sentado especialmente bien que el Temple hubiese rechazado unirse con la orden del Hospital, más humilde y con menos poder. Por todo ello urdió un plan para acabar con ellos. De esta manera podría hacerse con todos los bienes y riquezas de la orden y así solventar las deudas que tenía el reino. Por medio de espías, comenzó a difamar a los miembros de la orden. Estas difamaciones llegaron al Papa en persona, que en aquellos tiempos era Clemente V, quién mandó que se llevase a cabo una investigación. El gran maestre del Temple, Jacques de Molay, llegó a Francia para reclutar soldados y al descubrir las acusaciones, decidió ir a hablar con el Papa. Esto llegó a oídos del rey de Francia, que decidió actuar con rapidez. Así, el 13 de octubre de 1307, al finalizar el funeral por la condesa de Valois, Molay y los templarios que le acompañaban fueron arrestados y encarcelados acusados de utilizar artes ocultas. Clemente V ordenó entonces arrestar a todos los templarios y poner todos sus bienes bajo dominio de la Iglesia, algo que el rey no aceptó, así que amenazó al Papa y éste no pudo hacer otra cosa que aceptar las pretensiones de Felipe IV. Finalmente Jacques de Molay y algunos de sus seguidores fueron quemados en una hoguera, con lo que formalmente se extinguió la orden del Temple.

La masonería sufrió los ataques de católicos y protestantes. Por otra parte, el abate Augustin Barruel afirmó que la mano de la masonería y de los illuminati estaba detrás de la Revolución francesa en su libro Memoria para servir a la historia del Jacobinismo. Asimismo opinaba que los francmasones eran herederos de los templarios que habían sido aparentemente destruidos en 1314. En el mencionado libro, el abate Barruel, testigo presencial de la Revolución francesa, trata extensamente de los rosacruces y otras comunidades masónicas. Pero el hecho de atribuir a los templarios la paternidad de los modernos masones y de achacarles la perpetración de numerosos crímenes políticos, demuestra cuán ardientemente deseaba señalar a los masones como cabeza de turco, descargando de toda culpabilidad a la Compañía de Jesús. Burton Robertson, catedrático de historia contemporánea en la universidad de Dublín, dio en 1862 una serie de conferencias sobre la masonería y sus peligros, en las que se apoyo en las tesis del abate Barruel. Por otra parte, la Asamblea antimasónica celebrada en los Estados Unidos el año 1830 aceptó por razones políticas la proposición de Samuel Pufendorf, jurista, filósofo político, economista e historiador alemán, según la cual "a nada obligan los juramentos absurdos e impertinentes ni tampoco los que Dios no acepta". Por ejemplo, los esenios jamás juraban sobre cosa alguna; pero su sí y su no valía más que un juramento. Pero volviendo a los cargos de Robertson, en sus Conferencias, contra la masonería, vemos que principalmente les acusa de no creer en un Dios personal y de que presumen poseer el secreto de mejorar a los hombres. Con ello pretendía mostrar que los masones se habían apartado de Cristo y de Jehovah. El  Consejo supremo del Rito Escocés Antiguo y Aceptado se pronunció en contra de la creencia en un Dios personal con atributos humanos, mediante la siguiente declaración: "La masonería  proclama, como viene  proclamando  desde su origen, la existencia de  un  Principio  creador denominado el 'Gran  Arquitecto del universo'. De esta declaración  protestó una exigua minoría de masones,  diciendo que "la creencia en un Principio  creador no satisface ni equivale a la creencia en Dios que  la masonería exige de todo candidato" .

 

Esta opinión, favorable al concepto del Dios personal, tuvo el apoyo de Albert Pike, una de las mayores autoridades de la masonería norteamericana. Albert Pike (1809 – 1891) fue un abogado estadounidense, militar, escritor y destacado activista francmasón. En 1859 fue electo Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo de grado 33 para la Southern Jurisdiction ('Jurisdicción meridional'), una de las dos divisiones orgánicas del Rito Escocés Antiguo y Aceptado en los Estados Unidos, que ejerció hasta su fallecimiento. Como oficial, participó en la guerra mexicano-estadounidense y por los Estados Confederados de América, durante la Guerra Civil Estadounidense. Es autor de la obra Morals and Dogma of the Ancient and Accepted Scottish Rite of Freemasonry (1871) que se convirtió en una guía para la interpretación del simbolismo francmasónico. El capítulo que narra los grados 19 y 26, dedicado a Lucifer y Baphomet, destaca por ser considerado por sectores activistas cristianos evangélicos y católicos una prueba del satanismo que, según ellos, caracterizaría a los grados superiores del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. En la obra se señala que el origen etimológico de la palabra «Lucifer» proviene de las voces en latín "lux" y "fero" ('portador de luz'), y bien podría decir relación con un elemento más bien simbólico, y no con el aspecto comúnmente negativo que se le atribuye. Según Albert Pike: "No es un término



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