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¿Quiénes fueron los misteriosos Shemsu Hor egipcios?

¿Quiénes fueron los misteriosos Shemsu Hor egipcios?


Mencionados en el Papiro de Turín, también conocido comoCanon Real de Turín, y en otros supuestos textos históricos, los Compañeros de Horus, o Shemsu Hor, constituyen uno de los enigmas más sorprendentes de la prehistoria egipcia. Las alusiones a estos misteriosos personajes son muy difusas, pero tal vez su intervención en tiempos muy anteriores a la Primera Dinastía pudo concretarse en el diseño estelar de la Gran Esfinge y de otros importantes monumentos. Pero, ¿quiénes eran los Shemsu Hor? Para los egiptólogos, se trata de entidades legendarias y sin base real. Otros investigadores, en cambio, creen que desarrollaron un papel muy relevante como intermediarios entre los dioses y los hombres. Olvidados al comienzo de los tiempos y considerados por los investigadores como un producto de la imaginación de los antiguos egipcios, algunos dioses reclaman hoy su autenticidad. Lejos de ser un producto de la fantasía, los Shemsu Hor de Egipto pudieron haber gobernado este país hace miles de años.  Egipto es una de las más longevas de las civilizaciones de la historia conocida de la humanidad. Del 3100 a.C. al 30 a.C., el país del Nilo conoció 30 dinastías y 170 faraones. Tres mil años de sorprendente historia que los egiptólogos han dividido en tres grandes imperios: Antiguo, Medio y Nuevo. Pero, antes de esta época, ¿qué sucedió? La respuesta se encuentra en el Museo de Turín, Italia, donde se conservan 160 fragmentos de un papiro conocido como Canon Real de Turín, antes mencionado. Se trata de una lista apócrifa de reyes, descubierta en 1822 en la antigua ciudad de Tebas. Aunque el famoso Champollion, considerado padre de la egiptología, reconoció su importancia de inmediato, los investigadores actuales relegan la lista a un simple mito. ¿Por qué? Porque el documento refiere que, en el principio de los tiempos, Egipto fue gobernado durante 11.000 años por un grupo de seres, semidivinos, a los que denomina Shemsu Hor, los Compañeros de Horus.

Pero, ¿quiénes fueron estos misteriosos Shemsu-Hor? Unos jeroglíficos de la V Dinastía hallados en Sakkara se refieren a ellos como "los brillantes", una denominación muy común en otras culturas para referirse a dioses que bajaron de las estrellas e instruyeron a los humanos. Ahora veamos cuales son los antecesores de los Shemsu Hor. Al comienzo de la lista del Canon Real de Turín se encuentra el dios Ptah que, según la cosmogonía de Menfis, creó el mundo con el corazón y la palabra. Le sucedió Ra, el dios sol creador de la vida, y después su hijo Shu, el aire, que separó el cielo (Nut) de la tierra (Geb) interponiéndose entre ambos. A Shu le sucedió Geb, y después el hijo de éste, Osiris, que fue asesinado por su hermano Seth. Luego aparece Horus, el hijo póstumo de Osiris, que luchó contra Seth por el trono de Egipto. Después, el Canon Real de Turínda los nombres de otros tres dioses: Thot, Maat y otro cuyo nombre se ha perdido. Aquí hay que tener en cuenta el papel de Maat, que era la diosa del orden, la justicia, y la verdad. Según la mitología de Heliópolis, Geb, representando la tierra de Egipto, y su esposa y hermana Nut, representando el cielo, dan vida a dos varones, Osiris y Seth, y dos mujeres, Isis y Neftis. Osiris se casa con Isis, y Seth con Neftis. La leyenda da cuenta de los innumerables enfrentamientos entre Osiris y su hermano Seth. Gracias a un engaño, Seth logró asesinar a Osiris, lo descuartizó y ocultó sus restos para evitar que encontrasen su cuerpo, desperdigándolos por todo Egipto. Su mujer, Isis, enterada de lo sucedido, buscó cada pedazo, día y noche, por todos los rincones de Egipto. Finalmente, Isis logró recuperar todos los restos de su difunto marido Osiris, menos su pene. Isis utilizó sus poderes mágicos para resucitar a su marido Osiris, que a partir de entonces se encargaría de gobernar en el país de los muertos, la Duat. Utilizando su magia, Isis pudo concebir un hijo del resucitado Osiris. Se trataba de Horus. Al poco tiempo de nacer, Horus, hijo de Osiris, fue escondido por su madre Isis y lo dejó al cuidado de Thot, dios de la sabiduría, que lo instruyó y crió hasta convertirse en un excepcional guerrero. Al llegar a la mayoría de edad, ayudado por los Shemsu Hor, luchó contra Seth para recuperar el trono de su padre, asesinado por aquél. Seth quedó como el dios del Alto Egipto y Horus del Bajo Egipto.

 

Posteriormente Horus fue dios de todo Egipto, mientras que Seth era dios del desierto, incluyendo la Península de Sinai y los pueblos extranjeros. Este mito supuestamente representa la lucha entre la fertilidad del valle del Nilo (Osiris) y la aridez del desierto (Seth). Más adelante, según la tradición, Horus dejó el gobierno a los reyes míticos, denominados Shemsu Hor. Como dios solar, Horus defiende la barca de Ra, con la ayuda de Seth, contra la malvada serpiente Apep. Además era el protector de Osiris en el inframundo egipcio, o Duat. Ptah, "Señor de la magia", era un dios creador en la mitología egipcia. Asimismo era "Maestro constructor", inventor de la albañilería, así como patrón de los arquitectos y artesanos. Se le atribuía también poder sanador. El dios tenía forma de hombrecillo con barba recta, mientras que los demás dioses egipcios la llevan curva, envuelto en un sudario, con un casquete en la cabeza, el collar menat, el cetro uas, así como con el pilar Dyed y el Anj; también estaba sobre un pedestal, símbolo de Maat. Era la deidad de la ciudad de Menfis, donde se encontraba uno de los principales templos de Ptah. Por esta razón, la preeminencia de dicha ciudad sobre el resto de las ciudades egipcias implicaba la elevación del dios sobre el resto del panteón egipcio. Mientras la ciudad de Menfis se mantuvo como capital política del reino, el culto y el clero de Ptah conservaron una posición de preeminencia. Durante la época del Imperio Antiguo era el dios más poderoso, asociado al poder menfita. Pero, con el tiempo, perdió notoriedad frente a los dioses Ra y Amón. Las ciudades del Antiguo Egipto rivalizaban por considerar a Ptah como creador del mundo (Menfis) o como una divinidad surgida de las otras (Tebas). Durante el periodo Ramesida (dinastía XIX y XX) Ptah formó con Amón y Ra la gran tríada del Reino. Según la cosmogonía menfita, Ptah creó a los dioses, que son atribuciones de su creador, estableció las regiones (nomos), edificó las ciudades, asignó a cada dios su lugar de culto, edificó sus templos y determinó las ofrendas que debían recibir. Su esposa era Sejmet y su hijo, Nefertum. De esta divinidad proviene el nombre de Egipto, utilizado por Homero para designar tanto al río como al país. Esta palabra griega Aigyptos, que pasó a otras lenguas, procede de Hat Ka Ptah "la Casa del Espíritu de Ptah", nombre de un templo de la ciudad de Menfis que luego dio nombre a la ciudad de Hiku-ptah.

 

Después, en el Canon Real de Turín, aparecen otros nueve dioses, que son los que se encargan de la transición entre un gobierno de supuestos dioses a otro de humanos. Estos dioses son los Bau Pe y los Bau Nejen, los cuales representan a los gobernantes del norte y del sur durante el periodo Predinástico, anterior al 3000 a.C. Estos dioses en conjunto forman los Bau de Heliópolis y se relacionan con Horus, el dios de la realeza. Las almas de Pe y Nejen eran una serie de deidades y divinidades dentro de la mitología egipcia antigua. El nombre egipcio es Bau Pe o Urshu Pe. En cuanto a las almas de Nejen, el nombre egipcio es Bau Nejen o Urshu Nejen. El nombre griego es de almas de Pe y Nejen que ha acabado por ser el nombre popular. Las almas de Pe son deidades antropomórficas que pueden ser representadas con la cabeza de halcón, tanto en pie como postradas con la rodilla en el suelo. Llevan el brazo en alto con el puño cerrado y con un ángulo recto. Las almas de Nejen son divinidades antropomórficas con cabeza de chacal. Suelen encontrarse en postura análoga a las almas de Pe. Como divinidades celestes, las almas de Pe están relacionadas con Horus . Suelen jugar el papel de representantes de las almas preeminentes de los difuntos de la ciudad de Pe que, personificadas en la humanidad, aparecen como bailarines Muu, con la cabeza cubierta de unos tocados muy altos. Estos actúan en los funerales realizado danzas complejas dando una especie de bienvenida al muerto y llevándolo hacia su destino ultra-terreno, tocados con un traje arcaico y un tocado vegetal. No tuvieron paralelismos con las almas de Nejen. Se encuentran una serie de vinculaciones en las dos clases de almas con los cuatro hijos de Horus , ya que también simbolizan a las almas de los antepasados reales. El dios Upaut está relacionado con estas almas como una divinidad terrestre, mientras que Horus lo está como entidad celeste. Lo que nos cuenta la mitología es que Horus de Nejen ofreció a la monarquía sus espíritus transfigurados, que tomaron la forma del lobo Upaut. Las ciudades de Buto (Pe) y Hieracómpolis (Nejen / Nekhen) fueron concedidas a Horus por parte de Ra a fin de compensar todos los agravios.

 

Horus le pidió a Ra que en aquellas ciudades situara a sus hijos para que el país pudiera prosperar. En cuanto a sus orígenes históricos son los monarcas predinásticos del Norte y el Sur elevados a la categoría de dioses. Representan los espíritus primordiales de las ciudades y sus descendientes. Los podemos ver representados y presentes en el Reino Antiguo y responden al deseo de personificar a los antepasados reales que se fundían en estas almas. Como ya hemos explicado, su origen son los monarcas predinásticos del Norte y del Sur elevados a la categoría de dioses, así como los espíritus primordiales de ambas localidades, y los "Compañeros de Horus" y sus descendientes. Ellos asistían al monarca en vida y lo acogían en la muerte, ayudándole con una escala de oro para que el rey ascendiese al cielo con mayor facilidad. Aunque la importancia de unas almas y otros fue primordial y sustancial, parece que dentro de los textos las almas de Pe tienen una cierta superioridad sobre las de Nejen. La leyenda nos cuenta que el dios Ra entregó la ciudad de Buto a Horus como recompensa  por el ojo perdido en la batalla entre éste y Seth, hermano de Osiris. Las luchas que llevaron a cabo eran consecuencia del deseo de Horus de recuperar el trono que, por derecho, le correspondía y que finalmente Horus se llevó la victoria. Las almas de Pe fueron introducidas en el mito de Osiris y quizá por eso tuvieron tanta importancia. Se encargaban de iluminar el camino de Horus para que se pudiera vengar de su malvado tío Seth. Tanto unas almas como las otras fueron veneradas colectivamente bajo el nombre de "Las almas de Heliópolis". Después de estos dioses vinieron los misteriosos Shemsu Hor, "Compañeros de Horus", los cuales parece fueron los reyes predinásticos, aunque están todavía envueltos en un gran misterio. Los Compañeros de Horus se representaban con cuerpos celestes, con forma de discos alados, y con armaduras impropias de su época.

 

Zecharia Sitchin (1920 – 2010) fue un investigador y escritor de origen ruso. Es un autor de libros populares que promueven la teoría de los antiguos astronautas y el supuesto origen extraterrestre de la humanidad. Atribuye la creación de la cultura sumeria a los annunaki (o Nefilim), procedentes de un hipotético planeta llamado Nibiru, en el sistema solar. Afirma que la mitología sumeria refleja este punto de vista. Sitchin  conocía en profundidad el hebreo clásico y el moderno, y leía el sumerio así como otros idiomas antiguos de oriente. Ha traducido y reinterpretado antiguas tablillas e inscripciones de los pueblos donde surgieron las primeras civilizaciones. A partir de su interpretación de poemas sumerios y acadios, de inscripciones hititas y de tablillas sumerias, acadias, babilonias y cananeas, además de los jeroglíficos egipcios, mezclándolo y relacionándolo todo con los libros del Antiguo Testamento, el Libro de los Jubileos y otras fuentes, ha llegado a conclusiones que, en su opinión, le permiten abordar la historia de la humanidad y del planeta Tierra desde una óptica absolutamente sorprendente. Sitchin intenta mostrar la equivalencia entre los dioses sumerios y los dioses egipcios. Se conocen más de una docena de ejemplares de Listas de Reyes Sumerios, encontrados en Babilonia, Susa, y en la Biblioteca Real Asiria de Nínive, del siglo VII a.C. Se cree que todos proceden de un original que probablemente fue escrito durante la tercera dinastía de Ur o un poco antes. El ejemplar mejor conservado de la Lista de Reyes Sumerios es el llamado Prisma de Weld-Blundell, que fue escrito en cuneiforme hacia el 2170 a.C. por un escriba que firma como Nur-Ninsubur, a finales de la dinastía Isin. El documento ofrece una lista completa de los Reyes de Sumer desde el comienzo, antes del Diluvio, hasta sus propios días, cuando reinaba Sin-Magir, Rey de Isin (1827 – 1817 a.C.), incluyendo además y expresamente a los 10 Reyes Longevos que vivieron antes del Diluvio Universal. Se trata de un prisma excelente, de barro cocido, que fue hallado por la expedición Well-Blundell en el año 1922, en Larsa, hogar del cuarto rey antediluviano, Kichunna, unos pocos kilómetros al norte de Ur, y que posteriormente fue depositado en el Museo Ashmolean de Oxford. Se cree que el objeto es anterior en más de un siglo a Abraham, y fue encontrado a poca distancia del hogar de dicho patriarca hebreo.

La Lista de Reyes Sumerios comienza así: "Tras descender el Reinado del Cielo, Eridú (lugar donde según la Biblia estuvo el Jardín del Edén) se convirtió en la sede del Reino". La Lista de los Reyes Sumerios, al igual que la Biblia, habla acerca del Diluvio: "Después de que las aguas cubrieran la tierra y que la Realeza volviera a bajar del Cielo, la Realeza se asentó en Kis". El objeto de la Lista Real era demostrar precisamente que la monarquía bajó del Cielo, y que había sido elegida una determinada ciudad para que dominara sobre todas las demás. Beroso, el historiador y escriba babilonio del 300 a.C., basando su historia en archivos del Templo de Marduk, copiados a su vez de inscripciones primitivas, muchas de las cuales han sido descubiertas, nombró a los 10 Reyes Longevos de Sumeria, que reinaron la friolera de entre 10.000 a 60.000 años cada uno de ellos. Dice Beroso: "En los días de Xisuthro (Zinsuddu) ocurrió el Gran Diluvio". Tanto las tablillas de Nippur como el Prisma de Weld dan los nombres, reinos y duración de reinados como siguen: rey Alulim, reino de Eridú, 28.000 años; rey Alalmar, reino de Eridú, 36.000 años; rey Emenluanna, reino de Badgurgurru, 43.000 años; rey Kichunna, reino de Larsa, 43.000 años; rey Enmengalanna, reino de Badgurgurru, 28.000 años; rey Dumuzi, reino de Badgurgurru, 36.000 años; rey Sibzianna, reino de Larak, 28.000 años; rey Emenduranna, reino de Sippar, 21.000 años; rey Uburrato, reino de Shuruppak, 18.000 años; rey Zinsuddu; rey Utnapishtim. "Entonces el Diluvio destruyó la Tierra". Estos son exactamente los mismos reyes que cita el historiador babilónico Beroso.

 

Después del gran Diluvio, mientras el dios sumerio Ninurta se ocupaba de hacer represas en las montañas que rodean Mesopotamia y de drenar sus llanuras, el dios sumerio Enki volvió a África para evaluar los daños que el Diluvio había causado allí. Al final, el dios sumerio Enlil y sus descendientes terminaron controlando todas las zonas altas desde el sudeste hasta el noroeste. Elam se le confió a la diosa Inanna/Ishtar, los Montes Tauro y Asia Menor se le dieron al dios Ishkur/Adad. Las tierras altas, que forman un arco entre ellas, se le dieron a Ninurta, en el sur, y a Nannar/Sin, en el norte. El mismo Enlil conservó la posición central, controlando el antiguo E.Din, y el supuesto lugar de aterrizaje de los anunnaki en la montaña de los Cedros, en Líbano, que se puso bajo el mando del dios Utu/Shamash. ¿Dónde fueron entonces el dios Enki y sus seguidores? Cuando Enki inspeccionó África se le hizo evidente que solamente el Abzu, la parte sur del continente africano, no era suficiente. Si la «abundancia» en Mesopotamia se basó en el cultivo de ribera, lo mismo tenía que hacerse en África, de manera que puso su atención, sus conocimientos y sus dotes organizativas en la recuperación del valle del Nilo. Los egipcios sostenían que sus grandes dioses habían llegado a Egipto desde la Ur sumeria,  que significa «el lugar de antaño». Según Manetón, el reinado de Ptah sobre las tierras del Nilo comenzó 17.900 años antes que Menes, es decir, hacia el 21.000 a.C. Nueve mil años más tarde, Ptah entregó los dominios de Egipto a su hijo Ra. Pero el reinado de éste se interrumpió súbitamente después de unos 1.000 años, es decir, hacia el 11.000 a.C., tal vez coincidiendo con el hundimiento de la Atlántida. Fue entonces, según los cálculos de Zecharia Sitchin, cuando tuvo lugar el Diluvio. Los egipcios creían que, después, Ptah volvió a Egipto para llevar a cabo grandes obras de recuperación de tierras y, literalmente, de elevación de éstas desde debajo de las aguas. Existen textos sumerios en donde se atestigua también que Enki fue a las tierras de Meluhha (Etiopía/Nubia) y Magan (Egipto) para hacerlas habitables para el hombre y los animales: "Fue al País de Meluhha; Enki, señor del Abzu, decreta su destino: Tierra negra, que tus árboles sean grandes, que sean árboles de las Tierras Altas. Que tus palacios reales se llenen de tronos. Que tus juncos sean grandes, que sean juncos de las Tierras Altas. Que tus toros sean grandes, que sean toros de las Tierras Altas. Que tu plata sea como oro, que tu cobre sea estaño y bronce. Que tu pueblo se multiplique; que tu héroe salga como un toro".

 

Las crónicas sumerias, que relacionan a Enki con las tierras africanas del Nilo, resultan importantes porque corroboran los relatos egipcios con relatos mesopotámicos, y porque vinculan a los dioses sumerios, especialmente Enki,  con los dioses de Egipto. Se cree que el dios egipcio Ptah no es otro que el dios sumerio Enki. Tras hacer habitables de nuevo las tierras, Enki dividió el continente africano entre sus seis hijos. El dominio más meridional se lo volvió a conceder a Nergal («Gran Vigilante») y a su esposa Ereshkigal. Un poco más al norte, en las regiones mineras, se instaló Gibil («El del Fuego»), a quien su padre enseñó los secretos de la metalurgia. Aninagal («Príncipe de las Grandes Aguas») se le dio, como su nombre indica, la región de los grandes lagos y las fuentes del Nilo. Aún más al norte, en los pastos mesetarios del Sudán, reinó el hijo menor, Dumuzi («Hijo Que Es Vida»), cuyo apodo era «El Apacentador». Entre los expertos se discute aún la identidad de otro de los hijos de Enki. Pero no hay duda de que el sexto hijo -en realidad el primogénito de Enki y su heredero legal- fue Marduk («Hijo del Montículo Puro»). Debido a que uno de sus cincuenta epítetos fue Asar, que suena similar al egipcio As-Sar («Osiris» en griego), algunos expertos han especulado con la idea de que Marduk y Osiris fueran el mismo dios. Pero estos epítetos, como «Todopoderoso» o «Impresionante», se les aplicaban a diversas deidades, y el significado de Asar, «Todo lo Ve», fue también el nombre-epíteto del dios asirio Assur.  De hecho, se han encontrado más similitudes entre el dios babilonio Marduk y el dios egipcio Ra. El primero era hijo de Enki, el segundo era hijo de Ptah, siendo ambos, Enki y Ptah, según se cree, el mismo dios; mientras que Osiris era el bisnieto de Ra y, por tanto, de una generación muy posterior a la de Ra o Marduk.

 

De hecho, en los textos sumerios se han encontrado evidencias dispersas, pero insistentes, que apoyan la idea de que el dios al que los egipcios llamaban Ra y el dios al que los mesopotámicos llamaban Marduk eran la misma deidad. Así, un himno auto-laudatorio a Marduk declara que uno de sus epítetos era «El dios IM.KUR. GAR RA», que equivale a «Ra Quien Junto al País Montañoso Habita». Además, existen evidencias textuales de que los sumerios eran conscientes de que el nombre egipcio de la deidad era Ra. Hubo sumerios cuyos nombres personales incluían el nombre divino de RA; y en tablillas del tiempo de la III Dinastía de Ur se menciona «Dingir Ra» y su templo E.Dingir.Ra. Más tarde, tras la caída de esta dinastía, cuando Marduk logró la supremacía en su ciudad favorita, Babilonia, su nombre sumerio Ka.Dingir («Puerta de los Dioses») se cambió por Ka.Dingir.Ra, «Puerta de los Dioses de Ra». Ciertamente, el ascenso de Marduk hasta su encumbramiento tuvo sus inicios en Egipto, donde su monumento más conocido, la Gran Pirámide de Gizeh, jugó un papel crucial en su turbulenta carrera. Pero el Gran Dios de Egipto, Marduk/Ra, anhelaba gobernar toda la Tierra, y hacerlo desde el antiguo «Ombligo de la Tierra» en Mesopotamia. Esta ambición fue la que le llevó a abdicar del trono divino de Egipto en favor de sus hijos y nietos. No se imaginaba que esto iba a llevar a dos Guerras de las Pirámides y casi a su muerte.

 

«Y los hijos de Noé que salieron del arca fueron Sem, Cam y Jafet; estos fueron los tres hijos de Noé, de los cuales se pobló toda la Tierra». Así, al relato bíblico del Diluvio le sigue el recital de la Tabla de las Naciones (Génesis 10), un documento singular del cual dudaron los expertos en un principio, debido a que en él había una relación de naciones desconocidas. Más tarde, se analizó críticamente y, por último, después de un siglo y medio de descubrimientos arqueológicos, provocó la sorpresa por su precisión. Según William F. Albright, que fue un destacado orientalista estadounidense: "El décimo capítulo del Génesis se encuentra absolutamente solo en la literatura antigua, sin un paralelo a distancia, incluso entre los griegos, donde se encuentra la aproximación más cercana a una distribución de los pueblos en el marco genealógico. La Tabla de las Naciones sigue siendo un documento preciso sorprendente". Es un documento que conserva gran cantidad de información histórica, geográfica y política en lo referente a la elevación de una exigua humanidad que, desde el lodo y la desolación que siguió al Diluvio, llegó a levantar civilizaciones e imperios. Dejando para el final al importantísimo linaje de Sem, la Tabla de las Nacionescomienza con los descendientes de Jafet («El Hermoso»): «Y los hijos de Jafet: Gomer, Magog y Madai, Yaván, Túbal, Mések y Tiras. Y los hijos de Gomer: Askanaz, Rifat y Togarmá; los hijos de Yaván: Elisa, Tarsis, los Kittim y los Dodanim. De ellos surgieron las naciones isleñas». Mientras que las últimas generaciones se difundieron, pues, por las regiones costeras y las islas, lo que pasó desapercibido fue que las primeras siete naciones se corresponden con las tierras altas de las regiones de Asia Menor, el Mar Negro y el Mar Caspio, zonas que fueron habitables poco después del Diluvio, a diferencia de las bajas regiones costeras y las islas, que no se pudieron habitar hasta mucho después.

Después de la lista de dioses, el Canon Real de Turíncomienza con los reyes humanos, siendo el primero de ellos Menes, primer rey de la Dinastía I, el primer Rey del Alto y Bajo Egipto, esto es, del Egipto unificado. Su nombre aparece dos veces, uno con un determinativo para "humano" y el otro para "divino". Al contrario de lo que ocurría con las listas reales que hemos mencionado, el Canon Real de Turín sí que incluye a los odiados gobernantes hiksos del Segundo Periodo Intermedio, del 1773 al 1550 a.C., correspondientes a las dinastías XIII a XVII, siendo las dinastías hiksas la XV y la XVI, aunque a los hiksos se les añade a sus nombres el calificativo de "extranjero". El término  "hiksos" viene de la expresión egipcia "heqau khasut", es decir, "gobernantes de los países extranjeros", el cual se aplicaba a los gobernantes asiáticos. Evidentemente, el motivo de la inclusión de los hiksos en el Canon Real de Turín es que no era una lista real destinada al culto a los reyes predecesores de un faraón, como las de Abidos o Karnak, lo cual da más veracidad a la lista de dioses gobernantes como tal, y no producto de una fantasía mitológica. Otro texto apócrifo para la egiptología son las Crónicas de Egipto, de Manetón. Manetón escribió La Historia de Egipto en 3 volúmenes que ya no existen en la actualidad, pero nos han llegado fragmentos recogidos por distintos autores. Según recoge Eusebio de Cesarea (263 – 339), una dinastía de dioses reinó en Egipto durante 13.900 años. El primer dios fue Vulcano, el dios descubridor del fuego, después el Sol, Sosis, Saturno, Isis y Osiris, Tifón hermano de Osiris, y Horus hijo de Isis y Osiris. A estos, siguieron dinastías de semidioses que reinaron durante 11.025 años, lo que hace un total de 24.925 años. A partir de ese tiempo, aproximadamente sobre el 3150 a.C. reinaría el primer faraón, Menes o Narmer.

 

Según Jorge Sincelo, o Jorge el Monje, secretario personal (sincelo) del patriarca Tarasio y que vivió a finales del siglo VIII e inicios del IX, desde las Crónicas de Manetón, seis dinastías de dioses reinaron durante 11.985 años. De nuevo aparecen: Hefesto dios del fuego, Helios o Sol, Agatodemon, Cronos o Saturno, Isis y Osiris y Tifón hermano de Osiris. Los primeros 9 semidioses que cita Sincelo son Horus, hijo de Isis y Osiris, Ares, Anubis, Heracles, Apolo, Amón, Titoes, Sosus, y Zeus, abarcando entre estos 9 semidioses un periodo de unos 2.645 años aproximadamente en el reinado en Egipto. A continuación, siguen sucediéndose dinastías de semidioses, y seguidores o compañeros de Horus, abarcando entre todos ellos miles de años de reinados en Egipto, con unas duraciones similares a las que establece Eusebio de Cesarea. Y todo esto, antes de que empezara a reinar en Egipto el primer faraón según la Historia oficial. Hay pequeñas diferencias entre las cronologías de Eusebio y Sincelo, pero ambas básicamente son muy similares. Por ejemplo, Sincelo cataloga a Horus como el primero de los semidioses, mientras que Eusebio lo nombra como el último de los dioses. Asimismo, está el importante testimonio de Diodoro de Sicilia, un famoso historiador griego del siglo I a. C., que empleó 30 años en escribir una Historia Universal, para lo cual visitó todos los lugares y monumentos que menciona. En Egipto fue ilustrado por los sacerdotes y eruditos egipcios de aquella época, y no dudó en escribir que los primeros monarcas del país del Nilo reinaban desde hacía 23.000 años. Otra vez asomaban dioses y semidioses en la cronología de Egipto, en un tiempo en el que todavía no reinaban los seres humanos. Y volvemos al tema extraterrestre, que podría encajar con el concepto de dioses o semidioses. La Piedra de Palermo es la mitad de una enorme losa de diorita negra que actualmente se puede contemplar en el Museo de Palermo. El documento, en escritura jeroglífica, da cuenta de 120 reyes predinásticos que reinaron antes de que existiera oficialmente la civilización egipcia. De nuevo aparecen los nombres de los misteriosos dioses y semidioses engrosando las genealogías reales egipcias.

 

Si todos estos reyes hubieran sido figuras solo mitológicas, para que tomarse la molestia de inventar la duración de sus reinados, más aún con cifras aparentemente tan precisas ¿Quiénes eran estos personajes considerados dioses? ¿Fueron ellos los constructores de los grandes monumentos de la antigüedad? ¿Fueron seres extraterrestres que visitaron la Tierra? Estas son las preguntas a hacernos ante las evidencias encontradas, en lugar de intentar negar su existencia sólo porque no encajan en las cronologías oficiales. El Canon Real de Turíny la Piedra de Palermo fueron hallazgos arqueológicos que aportan más información a los textos que narran sobre reyes legendarios que gobernaron durante largos períodos de tiempo en una historia remota. Las teorías de civilizaciones antediluvianas incluyen, como información más importante, la Lista Real Sumeria, la Biblia (Génesis), los Manuscritos del Mar Muerto, las Crónicas de Manetón y la Historia de Babilonia de Beroso. Las cronologías de muchos pueblos antiguos, entre los que destacan los mesopotámicos o los egipcios, hablan de la presencia de misteriosas entidades que desempeñaron el papel de gobernantes en tiempos muy antiguos. Cuando un historiador moderno accede a referencias sobre alguna de estas entidades en algún antiguo manuscrito, suele relacionarlo con las llamadas cronologías mitológicas. Como sucede en toda Mesopotamia, los sumerios confeccionaron, a partir de un estudio detallado de los movimientos del Sol, la Luna y la Tierra, grandes tablas cósmicas en las que se anunciaban con absoluta precisión la llegada de eclipses. De igual manera, a la vez que podían predecir, los cálculos matemáticos de los sumerios también les permitieron precisar la existencia de eclipses sucedidos hacía ya miles de años, de los que la arqueología no les puede hacer testimonios directos.

 

En Egipto sucedió algo similar. En la remota historia de Egipto, los habitantes del valle del Nilo dedujeron la presencia de unos seres, supuestamente míticos, que gobernaron su país en  una época de gran esplendor. Se trataba de los Shemsu Hor o Compañeros de Horus. Son varios los textos que indican la existencia de estos misteriosos personajes en los albores de la Historia de Egipto. En primer lugar, tal como ya hemos indicado, tenemos el Canon Real de Turín, un documento fechado en la dinastía XVIII, alrededor del 1400 a. C., en el que se nos ofrece una relación de todos y cada uno de los reyes que gobernaron el valle del Nilo desde el comienzo de los tiempos. En este documento de extraordinario valor arqueológico se nos habla de los Shemsu Hor, una especie de héroes que gobernaron Egipto durante seis milenios, inmediatamente después del final del advenimiento de los dioses, y poco antes de los primeros faraones humanos. En la época tolemaica, el greco-egipcio Manetón, que fue sumo sacerdote durante el reinado del faraón Ptolomeo II Filadelfo (240 a. C.), recibió de éste el mandato de escribir una Historia de Egipto. Poco es lo que conservamos de su obra, que recogía la historia de esta civilización desde sus orígenes hasta la llegada de Alejandro Magno, seguida de la dinastía de los Ptolomeos. De su libro apenas se han conservado unos breves fragmentos transmitidos por recopiladores posteriores durante la época romana. En el texto original de Manetón aparecían todos los reyes y años de reinado de los faraones antecesores del propio Ptolomeo Filadelfo. Sin embargo, en los fragmentos recogidos por Eusebio de Cesarea, Manetón hace referencia a los semidioses que gobernaron después de los primeros dioses, entre ellos el propio Horus. Si bien el sacerdote greco-egipcio no hace referencia tácita a los Shemsu Hor, el período del reinado, 6.000 años, y su puesto en la lista real de estos semidioses, parecen hacer referencia a ellos. Estos seres, aparentemente míticos, habrían pasado desapercibidos para muchos investigadores si no hubieran sido rescatados del olvido por las nuevas cronologías de la Egiptología, que parecen retrasar varios siglos el comienzo de la historia de esta civilización. Una pregunta que nos tenemos que hacer es si fueron los Shemsu Hor los verdaderos constructores de las pirámides, una vez retrasamos su datación en varios siglos.

Para muchos egiptólogos el dios Osiris es identificada con uno de los primeros grandes reyes de la Historia de Egipto en el IV milenio a. C. Posiblemente este dios, ya no tan mítico, debió gobernar en alguna localidad del sur de Egipto, cerca de Abydos, ciudad que en los siglos sucesivos se convirtió en el centro de adoración de este dios. Precisamente el hijo de esta divinidad, Horus, el dios con cabeza de halcón, está ligado a la figura de su padre Osiris por el célebre relato de su muerte a manos de su hermano Seth. Además, cuenta la leyenda, que a la hora de vengar la muerte de su padre, Horus recibió ayuda de unos misteriosos seguidores, los Shemsu Hor, que fueron una baza importante en el desarrollo de la batalla final. En uno de los relieves de la galería que rodea al templo de Horus en Edfu, aparecen los Shemsu Hor en una de las pocas representaciones que de estos seres se conservan en Egipto. ¿Son narraciones míticas que no fueron ciertas? O son realmente la constatación histórica de que Egipto fue fundado y habitado por una civilización, actualmente ignorada, miles de años antes de lo que afirman las cronologías oficiales. Hay muchos interrogantes cuado más retrocedemos hacia el origen de la civilización egipcia. Calculando la duración de los reinados de los sucesores de los Shemsu Hor, vemos que, de haber existido estos semidioses, tendrían que haber gobernado la Tierra en algún momento alrededor del 10.000 a. C., fecha cercana a la presunta desaparición de la Atlántida. Según las crónicas egipcias, la realeza primitiva tuvo una sucesión ininterrumpida de 13.900 años. Algunos autores antiguos, como el ya mencionado Eusebio de Cesarea, creían que este gran número de años se debía a que los egipcios llamaban año al mes lunar, Sin embargo, esta interpretación no está fundamentada. A decir verdad, no existe ni una sola prueba arqueológica que permita los egiptólogos probar la existencia de una civilización desarrollada alrededor del 10.000 a.C., precisamente el mismo momento del hundimiento de la Atlántida de Platón. Por ello, cabe preguntarse dónde realmente gobernaban los Shemsu Hor en una época tan temprana de la Historia.

 

Hay algunas pruebas astro-arqueológicas que pueden retrasar la cronología del antiguo Egipto a tiempos considerados míticos. Robert Bauval es conocido especialmente por su teoría sobre la Correlación de Orión. Esta teoría establece una relación entre la pirámides egipcias de la IV dinastía, en la meseta de Guiza, y el alineamiento de ciertas estrellas de la constelación de Orión llamada comúnmente Cinturón de Orión o las Tres Marías. Lo indicado por Bauval, la nueva cronología de la Esfinge, más otros informes al respecto, señalan claramente el 10.000 a. C. Éste es el caso del zodíaco del templo de la diosa Hathor, en Dendera, cuyos 2,5 metros de diámetro decoraban el techo del pórtico de una de las salas dedicadas a Osiris, en la zona oriental del templo. Conservado en la actualidad en el museo parisino del Louvre, puede comprobarse cómo la colocación de los signos zodiacales está desarrollada de tal manera que el signo correspondiente a la constelación de Leo es el primero en aparecer. Es el grupo de estrellas que dominaba el horizonte de Egipto precisamente en el año 10.000 a.C. Sin embargo, ninguna de estas teorías arqueo-astronómicas demuestra que en esa época tan temprana existiera en el valle del Nilo una civilización desarrollada. Pero, sin embargo, este tipo de pruebas astronómicas deben haceros reflexionar, tal como han hecho algunos investigadores, como Robert Bauval. Si no existió ninguna cultura capaz de construir grandes monumentos en el año 10.000 a. C., ¿qué es lo que motivó a los antiguos egipcios a reflejar en sus monumentos relaciones estelares con aquel momento de la antigüedad? Algo sucedió alrededor del año 10.000 a. C. para que los egipcios lo rememoraran dejando constancia de ello. Contradiciendo las teorías que pretenden que el término Shemsu Hor no es más que la designación dada a una serie de reyes míticos que vivieron en un pasado lejano mítico, hay otras teorías que pretenden otorgar a los Shemsu Hor un papel más importante de lo que se había pensado hasta ahora. Autores como Robert Bauval o Graham Hancock, no solamente piensan que los Shemsu Hor existieron, sino que además fueron los portadores de una sabiduría iniciática que durante siglos se mantuvo en el más absoluto de los secretos.

 

Bauval y Hancock defienden que gracias a este selecto grupo de sabios, los antiguos egipcios pudieron erigir grandes construcciones para las que se requerían conocimientos astronómicos y matemáticos, que resultan imposibles de encontrar en una civilización aparentemente primitiva como la egipcia del 2500 a. C., fecha en la que supuestamente se levantaron las grandes pirámides. Según estos dos autores, a la hora de edificar monumentos como los de la meseta de Gizeh, debieron estar involucrados seres sabios, sin cuya ayuda hubiera sido imposible la consecución de tales logros arquitectónicos. Y apuntan a los Shemsu Hor. El plan de los Shemsu Hor, según Bauval y Hancock, era alcanzar la conquista de un gran proyecto cósmico para las futuras generaciones de egipcios. Este proyecto no sería otro que el gigantesco plan cósmico que supone la construcción sobre el valle del Nilo de una réplica en piedra de la constelación de Orión, grupo de estrellas que estaba identificado con el dios Osiris, precisamente la divinidad que propició que los Shemsu Hor se unieran a su hijo Horus con el fin de vengar su muerte. Al parecer, este plan se consumó. Pero no sabemos si de manera exitosa. Pero después de la llamada Era de las Pirámides, que en la Historia oficial de Egipto se extiende desde el 2600 hasta el 2000 a. C., ya no se volvieron a llevar a cabo todas aquellas construcciones que requerían una serie de conocimientos astronómicos y matemáticos extraordinarios. Supuestamente desaparecieron los Shemsu Hor como herederos de un saber iniciático, que había sido guardado desde tiempos inmemoriales y que fue empleado para honrar a los dioses con monumentos extraordinarios. El misterio aparece cada vez que profundizaos en el estudio del origen de la civilización egipcia. Tanto si  existieron como no los Shemsu Hor, una vez intuido su papel en la historia, estaremos en condiciones de comprender el verdadero sentido de aquella sorprendente civilización.

 

Los faraones llevaban una doble corona, compuesta por un halcón que simbolizaba el sur de Egipto y una serpiente que representaba el Egipto septentrional. Pero la Esfinge parece haber tenido una sola corona de serpiente. Lo que nos remontaría a los tiempos del mito de la serpiente emplumada en la América precolombina o a su equivalente en los templos camboyanos de Angkor. Con esta información podemos intentar descubrir la auténtica identidad de aquellos misteriosos civilizadores. En el Templo de Edfu están grabados los Textos de la Construcción. El Templo de Edfu es un templo de Antiguo Egipto ubicado en la ribera occidental del Nilo, en la ciudad de Edfu, que durante el periodo grecorromano fue conocida como Apolinópolis Magna, dedicada al dios de los dioses, Horus-Apolo. Es el segundo templo más grande de Egipto después de Karnak y uno de los mejor conservados. El templo, dedicado al dios halcón Horus, fue construido durante el periodo helenístico, entre 237 y 57 a. C. Las inscripciones en sus paredes proporcionan información importante sobre el lenguaje, la mitología y la religión durante el mundo grecorromano en el Antiguo Egipto. En particular, sus textos inscritos sobre la construcción del templo proveen detalles de su construcción y también información sobre la interpretación mítica de éste y otros templos como la Isla de la Creación. También existen inscripciones que relacionaron el conflicto antiquísimo entre Horus y Seth. En éstos se nos habla de unos constructores conocidos con el nombre de los Siete Sabios, procedentes de una isla arrasada por las aguas, tal vez la Atlántida. Estos



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¿Quiénes fueron los misteriosos Shemsu Hor egipcios?

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