Didi was drawing clean water from our well like many other neighbor women to our school. Every day, in the morning and in the afternoon, we open the doors so that their families can access to this water and thus avoid intestinal or skin parasites. Today, around 4 in the afternoon, Didi was the only one. As I approached her I realized that she was having trouble to get the water and was almost exhausted. Even so, she was putting the two pots you see in the photo, one on her hip and the other in her other hand. When she suddenly saw me approaching, she immediately stopped sighing and changed her expression of weariness into a splendid smile as she greeted me in the Muslim way "Asalam aleikum". Are you tired today, Didi? No, Brother, just a little. And she started walking towards her house at a good pace. I know that she was tired, that every day she has a harder time getting water from the well, that every day she is thinner and that she will leave us any day to go to rest. But meanwhile she greets me with her magnificent smile, and she puts her best face to the bad wind. Admirable is this woman who has dedicated her best years to collect tea leaves and who after years and years of working has neither a decent home, nor a soft bed, nor a bank account, nor the slightest money saved, nor anything that I may consider like comfortable at home. Is there anything more beautiful on this earth than the smile of Didi and so many other women who seem invisible because nobody pays the slightest attention to them? Is there anything more beautiful than her courage, her motherhood, her goodness, her resilience? The face and presence of God in them are evident to those who open their eyes just a little.

Didi Estaba sacando agua potable y limpia de nuestro pozo como muchas otras mujeres vecinas de nuestra escuela. Todos los días, por la mañana y por la tarde abrimos las puertas para que sus familias tengan acceso a esta agua y así evitar parásitos intestinales o cutáneos. Hoy, a eso de las 4 de la tarde Didi era la única. Según me acercaba me di cuenta de que le costaba bastante trabajo y estaba casi exhausta. Aún así se estaba poniendo los dos cacharros que ves en la foto uno en la cadera y el otro en la otra mano. Cuando de pronto me vio acercarme inmediatamente dejó de suspirar y cambió su rictus de cansancio por una espléndida sonrisa al tiempo que me saludaba al modo musulmán “Asalam aleikum”. ¿Estás cansada hoy, Didi? No, Brother, sólo un poco. Y empezó a caminar hacia su casa a buen paso. Yo sé que estaba cansada, que cada día le cuesta más sacar agua del pozo, que cada día está más flaca y que cualquier día nos dejará para irse a descansar. Pero mientras tanto me saluda con su magnífica sonrisa, y pone al mal viento su mejor cara. Admirable esta mujer que ha dedicado sus mejores años a recoger hojas de té y que después de años y años trabajando no tiene ni una casa digna, ni una cama blanda, ni una cuenta bancaria, ni el más mínimo dinero ahorrado, ni nada que yo pueda considerar como confortable en su casa. ¿Hay algo más hermoso en esta tierra que la sonrisa de Didi y tantas otras mujeres que parecen invisibles porque nadie les hace el más mínimo caso? ¿Hay algo más hermoso que su coraje, su maternidad, su bondad, su resiliencia? El rostro y la presencia de Dios en ellas son evidentes para quien abra un poco los ojos.