It is not that we are fighting; we Love each other more than ever, although I am unfaithful more than ever. They say that young lovers need to say they love each other every so often; nevertheless those who have been married for decades do not need words, only the other’s presence, his/her gaze and his/her eloquent silence. They know each other; they know each other by heart. Well, something like that happens to me with God. The other day, celebrating my birthday, I realized that I have surely lived 75% of my life, or more. There is not much left. I have loved God very much. I think I still love him although many times I don't tell him or show him with my actions. Rather the opposite. Luckily, I continue to meet Him at every step, embodied in people and little people like Noyon, the boy in the picture. I don't have much left, but it's still intense, and I have the impression that it will continue to be intense. Noyon, this sad-faced boy, who licks his lollipop as if it were the last lollipop left on the planet, lost his mother last week; she died, like this, suddenly, at night, without warning, without noise. The boy, his brothers and his father now have to readjust their lives after overcoming the pain. God, that God whom I believe I love, appears to me as a child, as an elder person, as a lady overwhelmed by work or poverty. Doing something for them is my way of telling God how much I think I still love him.

No es que estemos peleados, nos queremos más que nunca creo yo, aunque le soy infiel también más que nunca. Dicen que los enamorados jóvenes necesitan decirse que se quieren a cada rato; sin embargo los matrimonios que han estado unidos por décadas no necesitan palabras, sólo la presencia del otro y su mirada y su elocuente silencio. Se conocen, se saben de memoria el uno al otro. Bueno pues algo así me pasa con Dios. El otro día, celebrando mi cumpleaños, me di cuenta de que seguramente he vivido ya el 75% de mi vida, o más. No queda Mucho. He amado a Dios mucho, mucho. Creo que le sigo amando aunque muchas veces ni se lo digo ni se lo muestro con mis actos. Más bien lo contrario. Por suerte, sigo encontrándome con Él a cada paso, encarnado en personas y personitas como Noyon, el niño de la foto. No me queda mucho, pero está siendo intenso, y tengo la impresión de que seguirá siéndolo. Noyon, este niño de cara triste, que lame su chupachup como si fuera el último chupachup que quedase en el planeta, perdió a su madre la semana pasada; se murió, así, de repente, por la noche, sin avisar, sin ruido. EL niño, sus hermanos, su padre tienen ahora que reajustar sus vidas tras superar el dolor. Dios, ese Dios al que creo que amo, se me aparece en forma de niño, de viejo, de señora abrumada por el trabajo o por la pobreza. Hacer algo por ellos es mi manera de decirle a Dios lo mucho que creo que todavía le quiero.