Estoy impresionado por la visión que Dios tiene de los jóvenes. La verdad es que ellos no son la iglesia del futuro, son la iglesia del presente, sin embargo, enclaustrada, atada de manos, inmóvil. Muchos líderes están esperando que los jóvenes lleguen a viejos para abrirles los espacios. La visión que el Señor tiene de ellos, no puede estar más distante de esto. El ha dicho que esta es la generación del avivamiento que ha sido anunciado, esta es la generación que verá el cumplimiento de la palabra profética del Señor, de ir a las naciones, esta es la generación que bendecirá al mundo en este último tiempo. Es esta la generación que está recibiendo el aceite fresco que el Espíritu Santo está derramando. Jóvenes y señoritas, chicos y chicas, llenos de hambre y sed por Dios, con una pasión desbordante por Jesús y una compasión sin límites por los perdidos.
Dios está formando a esta generación con todo el arrojo y la audacia que la Iglesia fue perdiendo en el transcurso del tiempo. La está levantando en medio de las últimas brasas que van quedando del último mover de su Espíritu. Pero la está levantando en medio de un sistema corrupto que precisa ser enfrentado con armas poderosas. Jóvenes y mujeres llenos del poder del Espíritu Santo, con una unción poderosa para ser ministrada en todos los lugares, jóvenes valientes, sin temor a nada y con la decisión de entregar sus vidas si eso fuera necesario.
¿Qué puede hacer la iglesia hoy, frente a esta decisión de Dios de levantar una nueva generación de líderes?. La iglesia debe dar gracias y todos los líderes deben ser propulsores, trampolines, instrumentos de proyección para una generación de poder que viene a levantar el testimonio de una iglesia que debe impactar a un mundo que está necesitando una palabra seguida de señales y milagros. Es urgente abrir camino a los matrimonios jóvenes, a los jóvenes en general, no importa si son hombres y mujeres; capacitarlos, infundirles fe y enviarlos en el poder del Espíritu Santo. Nuestra nación será impactada y también el mundo.