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Formamos parte de un todo

Tags: dios
Dios nos llamó de manera individual. Nuestra decisión de seguirlo fue personal. Dios nos ama personalmente y nos identifica por nuestro nombre. Sin embargo nos llamó para formar parte de un todo que se puede describir desde varias figuras. Aunque Dios respeta nuestra individualidad, esta siempre quedará supeditada a una realidad mucho más fuerte, una realidad colectiva, donde nuestra nueva identidad es formar parte de un contexto, viviendo para los demás y no para nosotros mismos. Esta nueva identidad, tan fuerte, significa un compromiso con mi carácter mi forma de ser mi participación. Todo lo que hago, entonces, afecta al resto, afecta a todos los demás que forman parte de mi contexto. Tanto las cosas positivas como las negativas, afectan al resto.

Somos la Familia de Dios
La palabra dice que a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre les dió la potestad de ser hechos hijos de Dios. Por supuesto estos nacerían de Dios. Por esta razón tenemos una filiación profundamente fuerte. Si ya es fuerte nuestra filiación familiar en nuestro contexto natural, cuanto más será nuestra filiación celestial. Es evidente que hay un vínculo con Dios y con mis hermanos que está fortalecido por el Espíritu Santo.

Somos el Pueblo de Dios
Dios, en Jeremías 31:33 habló de formar un pueblo. Un pueblo que tendría una relación muy íntima con El. Dios dijo que pondría sus leyes en el corazón de ellos y El mismo estaría con ellos y en ellos. Esta realidad también es una realidad fuerte. Tenemos una identidad similar. Somos de un pueblo, que tiene costumbres, patrimonio, lenguaje, forma de ser, vestimentas, lugar geográfico, un gobierno común, leyes que nos rigen.

Somos el Cuerpo de Cristo
Significa que somos el mismo Cristo. Tenemos la misma sangre que corre por todo el cuerpo, las mismas células, estamos unidos por coyunturas y ligamentos. Tenemos los mismos genes, la misma información genética, una herencia indiscutible, nos parecemos a nuestro padre. Esta realidad nos habla de funcionamiento concertado. Todos en ubicaciones distintas, pero funcionando armoniosamente, cada uno haciendo lo suyo, pero todos aportando para el bienestar del cuerpo. Si un miembro es afectado, todo el cuerpo es afectado.

Dios nos ve así, insertados, formando parte de un todo. Por eso habla tanto de nuestra relación con el prójimo. Por eso le interesan tanto nuestras buenas relaciones. Esta tan dentro de su corazón que dice que el que ama al hermano, verdaderamente lo ama a El y el que dice que lo ama a El y no ama a su hermano es una asesino y el amor de Dios no está en El.

Por este principio de unidad tan grande y que fluye del corazón de Dios es que El quiere que sintamos lo mismo, tengam,os el mismo amor, seamos de un corazón y de una sola mente; Dios quiere que funcionemos como uno solo, unidos y concertados.

El desafío que tenemos por delante, aquí en esta región, en donde el Señor nos ha puesto para ser testigos requiere de un entendimiento profundo, claro y arraigado de esta realidad colectiva, corporativa, plural.

No es posible entonces, que cada uno ande haciendo lo suyo, sin considerar a los demás; que tenga un dolor y los demás no lo sepan, que tenga un éxito y los demás no se enteren. La verdad es que el énfasis que tenemos es hacia el interior de nuestra familia y esto está bien, entendiendo como familia, esposo, esposa e hijos. Es un énfasis más que correcto, pero no puede ser excluyente, tiene tanta importancia como nuestra realidad de familia de Dios. El pueblo de Dios, en el contexto del AT estaba formado por tribus y las tribus por familias. Dios respeto tanto esto que el liderazgo escogido muchas veces estuvo basado en los cabezas de familia, los jefes de familia. Todo esto para una aporte claro a la realidad de pueblo de Dios. A nadie le pasaba por la mente vivir solo como familia natural. Todos sabían que pertenecían a un contexto mayor y que la vida de familia se hacía dentro de ese contexto mayor.

El tema de sentirse y saberse parte de incide claramente en los compromisos colectivos que asumimos. Las convocatorias a asumir desafíos, a construir los muros, a restaurar las calzadas rotas, a edificar, a hacer la obra de Dios, es clave en este tiempo.

Cada convocatoria es clave que sea asumida y obedecida. Nadie se puede dar el lujo de decidir que va a hacer, sabiendo que está convocado por Dios a participar en la vida de Su iglesia, en el mover de su Familia, en la organización de su pueblo. Nadie tiene derecho a determinar y decidir sobre tiempos y momentos en que debe estar reunido con el Cuerpo de Cristo. Por eso somos comunidad, por eso la iglesia debe ser comunidad. Si no entendemos esto, entonces, no somos comunidad no somos un contexto colectivo, cada uno está haciendo lo que le viene en gana, como en el pasado en donde no había palabra de Dios, no había conducción, no había gobierno.

Hoy Dios espera que nos hagamos fuertes en esto. Es difícil si lo enfrentamos desde la perspectiva de nuestros intereses o de nuestras limitaciones, mas no es difícil si intentamos acercarnos al corazón de Dios y vivir de acuerdo a Su voluntad.

Entonces no debemos dejar de congregarnos como algunos tienen por costumbre, porque vamos avanzando como un ejército, mientras más unidos, más eficientes seremos. Debemos estar en todoas las convocaciones a las que seamos citados. Esto nos anima a todos. Somos ya un número, pero nunca hemos estado todos juntos. Un día falta uno, al otro día falta otro, etc. Un día disparo, más rato no disparo, un día peleo, al otro día no peleo. Mientras tanto el enemigo no descansa sigue haciendo su obra perversa. Superemos nuestra vieja identidad individualista y sumerjamonos en Su cuerpo, con un compromiso definido, claro, concreto. Es lo que Dios está esperando. Los primeros discípulos esperaron juntos, unánimes, y de repente cayó sobre ellos el Espíritu Santo y todo cambio drásticamente, dramáticamente y comenzó la historia de la iglesia, con un gran avivamiento.


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