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Un beso para Jesús

Una niña de tres o cuatro años solía acompañar a su Madre a Misa. Cuando la madre volvía de comulgar y se quedaba de rodillas en el banco, la niña se le acercaba, la abrazaba y le daba un tierno beso.

Los primeros días la madre no le comentó nada. Pero a la cuarta o quinta vez, extrañada, le preguntó:

—¿Por qué cuando vengo de comulgar siempre me das un beso?

—No es para ti, ­respondió la pequeña, es para Jesús que traes dentro.

¡Es lógico…! ¡Es mucho más importante fijarse en la joya que en el estuche donde se guarda!

Esta pequeña historia nos habla de una niña y su madre, pero podría ser el caso de todas las personas que están a nuestro alrededor. Puede que alguna no merezca mis desvelos. Pero Jesús si los merece. ¡Él lo merece todo!

Piénsalo… ¡Cuántas cosas cambiarían si, como la niña, viésemos a Jesús dentro de toda la gente que nos rodea!

¡Feliz domingo y feliz Eucaristía!



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