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La decadencia social de Barranquilla


Por: Ricardo Buitrago C.

Los pilares de una Sociedad no son las obras físicas que materialmente magnifican y engrandecen su entorno. Los cimientos sociales se labran sobre sentimientos y normas sublimes como principios, valores, pertenencia, cultura ciudadana, fortaleza, respeto, y amor propio, entre otros.

La pandemia del covid-19 desnudó a los barranquilleros y dejó al descubierto la precariedad de las bases sociales sobre las cuales se ha soportado una ciudad que, en lo material, con grandes obras, ha obnubilado a propios y extraños pero que, bajo esas imponentes estructuras, escondió terribles males que disfrazados de “temperamento Caribe” se agazaparon para soltar, en procura de burlar el aislamiento preventivo decretado, esa horda de desfachateces y penosas actitudes ciudadanas por las que ahora nos declaramos hipócritamente sorprendidos.

Salimos entonces, para ocultar nuestras falencias, a buscar culpables y que mejor forma de hacerlo que criticar a autoridades locales o nacionales. Torpe manera de mirar pasar, pero negándonos a ver, a una comunidad desvencijada a la que pretendemos taparle las desvergüenzas que arrastra para eximirnos de tener que aceptar que como sociedad somos un desastre.

¿Qué pasó, acaso no fuimos una urbe pujante, culta, civilizada, con emprendimiento, respeto y cultura ciudadana?

Buscándole explicación sociológica a nuestra decadencia no sería descabellado pensar que, guardadas las proporciones, a Barranquilla le sucedió lo que, a juicio del escritor británico Toymbee, les pasó a Egipcios, Griegos, Romanos y otras civilizaciones que empezaron a declinar en la cúspide de su desarrollo y cuando brillaba su cultura, porque perdieron el estímulo que los impulsaba a ser más, la necesidad de superar los obstáculos propios de su desarrollo se minimizó y creyeron ser dueños, por siempre, de la bonanza y prosperidad que atravesaban.

Durante un largo periodo la ciudad y su dirigencia se dedicó a enseñorearse, sin ser señores, de hitos labrados en el pasado y recostados sobre una omnipotencia, mal concebida, se dejó de lado el emprendimiento, -todo lo consideraban hecho- liderazgo, educación y pedagogía ciudadana. Se cayó en el amañado facilismo de la complacencia social a ultranza lo que trajo el advenimiento de una clase social cuya fortaleza se basó en el arribismo, el banalismo, la carencia de valores y la acumulación y ostentación de riquezas a como diere lugar.

Se creó una sociedad en donde se erigen prohombres sobre los pilares de sus oscuros y truculentos pasados a personajes que con desvergüenza ocultan la vergüenza de su impudicia y perversión, trastocando el concepto de moralidad que la sociedad precedente había construido.

Fueron muchos años en los que se tiraron a un remolino, con fuerzas centrifugas generadas por dejadez, ineficiencia y corrupción, a vitales proyectos de inversión social que hoy pasan cuenta de cobro con mayor notoriedad en los desafueros generados en estratos bajos, pero no únicos ni más graves que las transgresiones matizadas que se hacen desde altas clases sociales.

En manos de esta generación de dirigentes está el saldar la deuda de infraestructura social, construir hitos y no seguir soñando con los pasados, y reflejar, con ejemplos de comportamientos, las normas y valores sobre los cuales debe transitar nuestra sociedad.



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