Por: Ricardo Buitrago C.
Inane, irreflexivo, pero intransigente y contestatario, se muestra el gobierno ante las propuestas y planteamientos efectuados por el recién posesionado Fiscal General de la Nación, Humberto Martínez, ante el pavoroso incremento de los cultivos de cocaína. Igual actitud asume con el anuncio de que las zonas de donde supuestamente salen las Farc están infectadas de toda suerte de bandas criminales y siguen con ellas las extorsiones, vacunas, gramajes y toda suerte de actividades ilegales que han sido caldo de cultivo de la violencia.
"Con la colaboración de las Farc se podrá hacer una sustitución de cultivos ilícitos verdaderamente estructural” afirmó sin ninguna vergüenza el presidente de manera aparentemente simplista pero con una connotación, para mí, totalmente entreguista. Denota una deliberada espera a que se termine de instaurar el cogobierno pactado en La Habana con los narcoterroristas de las farc antes de efectuar alguna acción en los territorios en donde ellos han delinquido.
Antes el Minjusticia había dicho: “encontraremos territorios libres de presencia de las Farc a donde pueda-el subrayado es mío- llegar el Estado con todos sus servicios públicos”, frase sintomática de la inconcebible aceptación de que en el país, con complacencia del gobierno actual, hay zonas vedadas para el ejercicio de la soberanía, la justicia, la autoridad y la implantación del ordenamiento institucional.
Como quien empuja ganado manso al matadero han estado guiando al país, adormitando y somnoliento, con paciencia, marrullería y engaños, hacia un Estado narcotraficante.
Recordemos que con ese perverso sistema, adoptado por el gobierno y sus voceros desde el inicio de los diálogos de La Habana, de lanzar propuestas al aire, alborotar el avispero de las críticas, dejarlas dormir, matizarlas con ese indeterminado si pero no, para luego imponerlas cuando el tiempo fuera disipando su efecto se esbozaron numerosas ideas que no eran Otra Cosa que soterradas y ocultas decisiones escondidas allí, en el limbo de lo ambiguo, pero en la realidad y certeza de su pérfida intención.
Así se propuso primero declarar el delito del narcotráfico conexo a lo político y ante la avalancha de críticas se dejó allí la propuesta, quietica a la espera del momento oportuno para implantarla, y se incluyó en los acuerdos. Poco tiempo después el glifosato, con extenso historial en la lucha antinarcóticos por su gran utilidad en el combate de los cultivos ilícitos, se propuso prohibirlo para tal efecto y se hizo.
El país se alarmó -tiempo pasado- cuando a través de Pablo Escobar, el narcotráfico permeó la política llegando al congreso. Valiosas vidas cobró la oposición y lucha para no entregar el Estado a los capos.
Ahora, cuando el tiempo trastocó hasta los principios de los herederos de los mártires inmolados en valerosa lucha, concatenando la seguidilla de esas pérfidas acciones, no se infiere otra cosa que el calco de las aspiraciones de Escobar, ahora en la figura de las farc.
Sí, porque las farc empezaron a utilizar al narcotráfico como método de financiación hasta que llego a convertirse en causa principal de sus objetivos. A su vez el narcotráfico encontró que unos terroristas utilizaron su ilícito negocio para su causa inicial y los convirtieron en socios. Unos y otros están refundidos en uno solo. Y las Farc, por los términos del acuerdo tendrán gran injerencia en el manejo del país. Vamos a pasos agigantados hacia un estado narcoterrorista. ¡Para evitarlo trato, democráticamente, de abrir los ojos e invitar a votar, en el plebiscito, NO!
