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Zaragoza. Palacio de la Aljafería.

vista del Patio de Santa Isabel desde arquerías del Palacio de la Aljafería

En el Siglo XI, el rey de la taifa de Zaragoza conocido como Al-Muqtádir o el Poderoso consiguió rodearse de una corte de sabios debido a sus amplias inquietudes artísticas y culturales. Como muestra de esplendor de su reinado mandó erigir este palacio-fortaleza conocido como La Aljafería, en árabe قصر الجعفرية o Qasr Al-Ja'fariyah, en la explanada de la saría zaragozana, en la Almozara, donde se celebraban paradas militares. 

La Almozara, Al-Musara o La Explanada estaba situada fuera de las murallas de la ciudad de Zaragoza. Se trataba de un espacio donde se practicaban no sólo ejercicios militares sino también deportes ecuestres y desfiles ceremoniales. Además, funcionaba como gran espacio público, pues las medinas musulmanas carecían de amplias plazas debido al característico urbanismo islámico. Estaba rodeada de huerta, cultivos de cereal y un gran soto o bosque de ribera. Aljafería, por su parte, deriva de uno de los nombres del citado rey Al-Muqtádir que lo ordenó construir, Abu Yaáfar.

Ha sufrido diversas modificaciones, por lo que este palacio actualmente combina el palacio musulmán de los reyes taifas de Zaragoza, que incluye el Patio de Santa Isabel de Portugal y el pequeño oratorio que conserva el mihrab, junto con otras dependencias palaciegas (Salón Dorado o Salón del Trono), todas ellas de la segunda mitad del siglo XI en la época del reinado del ya citado Al-Muqtádir. Su importancia radica en que es el único testimonio conservado de un gran edificio de la arquitectura islámica hispana de la época de los llamados reinos de taifas.

De este modo, si se conserva un magnífico ejemplo del esplendor andalusí durante el califato de Córdoba con su magnífica mezquita aljama del siglo X y otro del canto de cisne de la cultura islámica en Al-Ándalus en la Alhambra de la ciudad  de Granada bajo la dinastía nazarí del siglo XIV, se debe incluir este Palacio de la Aljafería de Zaragoza en la triada de la arquitectura hispano-musulmana como muestra de las realizaciones del arte taifal en el siglo XI, que como sabemos fue una época intermedia de reinos independientes anterior a la llegada de los almorávides a la península.

portada taifa original del acceso a la Aljafería

Este palacio se convirtió en sede de la corte y residencia de los reyes hudíes de la taifa zaragozana. En sus salones se gestó un importante centro cultural al que acudían intelectuales y artistas de todos los puntos de Al-Ándalus. Se trataba de un palacio de recreo, denominado entonces por el propio Al-Muqtádir como Qasr Al-Surur o Palacio de la Alegría, reflejando el esplendor alcanzado por esta taifa en el período de su máximo apogeo. Del mismo modo, a la Sala del Trono que él presidía en recepciones y embajadas la hacía llamar Maylis Al-Dahab o Salón Dorado como atestiguan los versos del propio monarca.

"Oh palacio de la Alegría, oh Salón Dorado! Gracias a vosotros llegué al colmo de mis deseos. Y aunque en mi reino no tuviera otra cosa, para mí sois todo lo que pudiera anhelar". El nombre de Aljafería se documenta por primera vez en un texto de Al-Yazzar Al-Saraqusti en el siglo XI y da a conocer además el nombre del arquitecto del palacio, el eslavo Al-Halifa Zuhayr. Aunque este palacio data del siglo XI, puede decirse que su origen se sitúa en el siglo IX que corresponde con la base de su Torre del Trovador, que toma su nombre de la ópera romántica de Verdi, Il trovatore. 

Se trata de una torre defensiva de planta cuadrangular y cinco pisos que data de finales del siglo IX en el período gobernado por el primer tuyibí, Muhammad Alanqar, que fue nombrado por Muhammad I, emir omeya independiente de Córdoba. La torre mantiene vestigios del arranque de los gruesos muros de aparejo de sillería de alabastro en su parte inferior y continuaba con otros de encofrado de hormigón simple de yeso y cal, algo más delgados al ganar en altura. El exterior de esta Torre del Trovador no refleja la división en cinco pisos interna y aparece como un enorme prisma macizo apenas roto por vanos en aspillera. 

vista externa de Torre del Trovador en lienzo norte

El ingreso a su interior se efectuaba a través de una pequeña puerta en altura a la que solo se podía acceder mediante una escalera portátil. Su función inicial, era, por todos estos indicios, eminentemente de carácter militar. La primera planta de la Torre del Trovador conserva la estructura construida del siglo IX, que alberga dos naves y seis tramos separados mediante dos pilares cruciformes de los que parten arcos de herradura rebajados. A pesar de su sencillez conforman una estancia equilibrada, que acompaña el techo al modo de las mezquitas califales y que pudo ser utilizada como baños.

La segunda planta de la Torre repite el mismo esquema espacial de la anterior y se observan restos de fábrica musulmana del siglo XI en los lienzos de ladrillo, lo que indica que ya la segunda planta fue reconstruida posiblemente a la vez que el palacio en época de Al-Muqtádir. En el piso tercero, cuya estructura también sería del siglo XI con arcos también de herradura, aparecen pintados en el techo motivos geométricos ya mudéjares donde se pueden leer los nombres de Eneas, Amor y Venus y que datan, posiblemente, del siglo XIV. 

Algo similar ocurre con el aspecto de las dos últimas plantas, de factura mudéjar y posiblemente construidas bajo el reinado de Pedro IV el Ceremonioso. Los arcos de estas plantas ya reflejan su estructura cristiana, pues son arcos ligeramente apuntados y soportan techumbres no abovedadas sino estructuras planas de madera. La función de esta Torre del Trovador en los siglos IX y X era la de torre vigía y bastión defensivo estando rodeada por un foso. Fue integrada después por los Banu Hud en la construcción del palacio-fortaleza de la Aljafería, constituyéndose en una de las torres del entramado defensivo del lienzo norte exterior.

arcos de herradura rebajados en primera planta de la Torre

La disposición general del conjunto del palacio adopta el arquetipo de los castillos omeyas del desierto de Siria y Jordania de la primera mitad del siglo VIII, que eran de planta cuadrada y con torreones ultra-semi-circulares en los paños, con un espacio central tripartito que deja tres espacios rectangulares de los que el central aloja un patio con albercas y, en los extremos septentrional y meridional del mismo, los salones palaciegos y las dependencias de la vida cotidiana de la corte. Este palacio rinde homenaje a este modelo y su zona noble está situada en el segmento central de su planta cuadrada, si bien el alineamiento de los lados de esa planta es irregular. 

El rectángulo central acoge las dependencias palaciegas, estando organizado en torno a un patio con aljibes frente a los pórticos norte y sur al que vierten las estancias y salones reales. Se trata del llamado Patio de Santa Isabel y en sus extremos norte y sur se sitúan los pórticos y dependencias. En este palacio el más importante es el pórtico norte, que en origen estaba dotado de una segunda planta y poseía mayor profundidad, además de ser antecedido por un testero de columnas abierto y profusamente decorado, que se extendía en dos brazos mediante dos pabellones a sus flancos y que servía de pórtico teatral al Salón del Trono o Salón Dorado situado al fondo.

Se producía con ello un juego de alturas y de diversos volúmenes cúbicos que comenzaban por los corredores perpendiculares de los extremos, se resaltaba con la presencia de la altura de la segunda planta y finalizaba con la Torre del Trovador que ofrecía su volumen al fondo a la mirada de un espectador situado en el patio. Todo ello, reflejado además en el aljibe, realzaba la zona regia, lo que se corrobora por la presencia en el extremo oriental del testero norte de una pequeña mezquita u oratorio privado con mihrab.

arquerías en testero norte del Palacio de la Aljafería

Cabe señalar que las soluciones adoptadas en la ornamentación de este Palacio de la Aljafería como son la utilización de arcos mixtilíneos y de los salmeres en S, la extensión del ataurique calado en grandes superficies o la esquematización y abstracción progresiva de las yeserías de carácter vegetal, influyeron después decisivamente en el arte almorávide y en el posterior arte almohade tanto en el Magreb como en la península. Asimismo, la transición de la decoración hacia motivos más geométricos está en la base del arte nazarí granadino.

En el centro del muro norte del interior del Salón Dorado había un arco ciego, donde se situaba el rey, en cuya rosca se disponía una trama geométrica muy tradicional imitando la celosía de la fachada del mihrab de la mezquita aljama de Córdoba, edificio al que se pretendía emular. De este modo, desde el patio, aparecía semi-oculto por las tramas de columnas tanto de la arquería de acceso al Salón Dorado como de las del pórtico inmediato, dando un aspecto de celosía o una ilusión de profundidad que admiraba al visitante y prestaba esplendor a la figura del rey taifa. 

Para recordar el aspecto de este Palacio de la Aljafería a finales del siglo XI hay que imaginarse que todos los relieves vegetales, geométricos y epigráficos estaban policromados en tonos en los que predominaba el rojo y el azul para los fondos y el dorado para los relieves, que, junto con los zócalos en alabastro con decoración epigráfica y las solerías de mármol blanco, daba al conjunto un aspecto de gran magnificencia. Los diversos avatares sufridos han hecho desaparecer gran parte de los estucos que componían la decoración y, tras la reforma del siglo XV, la segunda planta rompió los remates de los arcos taifales.

pasillo de arcos, al fondo acceso al oratorio

En época almorávide, entre los siglos XI y XII, este palacio constituyó un refugio de tolerancia y mecenazgo para aquellos que huían del fanatismo de imanes y alfaquíes, debido a su situación más septentrional y a su relativa independencia política del sur. En sus salones se dieron cita poetas, músicos, historiadores, místicos y, sobre todo, nació la más importante escuela filosófica del islam andalusí y la primera que introdujo plenamente la filosofía de Aristóteles y la concilió con la sabiduría islámica, labor que fue desarrollada por Ibn Bayya, llamado Avempace por los cristianos.

Este palacio-fortaleza tras la conquista cristiana de la ciudad en 1118 por el rey Alfonso I el Batallador, se siguió utilizando como residencia de los reyes de Aragón como ocurrió con el citado rey Pedro IV el Ceremonioso en el siglo XIV, quien construye en su interior el llamado Palacio Mudéjar como su residencia regia. Este palacio se comunica con la Torre del Trovador gracias a un corredor, configurando ésta como su Torre del Homenaje. No se trataba de un palacio independiente, sino de la ampliación del palacio andalusí que todavía se encontraba en uso.

El rey Pedro IV trataba de dotar de salas más amplias, comedores y dormitorios al Palacio de la Aljafería, pues las alcobas de época taifal se habían quedado pequeñas para su demanda. Estas nuevas salas se agrupan sobre el sector norte del palacio original, a distintos niveles de altura. Esta nueva fábrica mudéjar fue realmente respetuosa con la construcción preexistente, tanto en planta como en alzado y la integran tres amplios salones de planta rectangular cubiertos por extraordinarios aljarfes o techos mudéjares de madera.

alfiz y enjuta mudéjares en el palacio de Pedro IV del siglo XIV

También durante el mismo reinado de Pedro IV el Ceremonioso se construyó la arquería occidental de arcos apuntados del llamado Patio de Santa Isabel, con arcos lobulados en sus intradós, así como una pequeña alcoba de planta cuadrada y cubierta con una cúpula octogonal de madera y una curiosa puerta de entrada en arco apuntado de intradós lobulado circunscrita en un fino alfiz, cuya enjuta se engalana de ataurique. Esta puerta conduce hacia una triple logia de arquillos de medio punto y la alcoba está ubicada en el bloque constructivo situado encima de la pequeña mezquita u oratorio.

Más tarde, este Palacio de la Aljafería también cobijó al matrimonio de los reyes Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, los reyes Católicos, en el siglo XV. Ellos ordenaron construir unas dependencias para uso real sobre el ala norte del recinto andalusí, configurando una segunda planta superpuesta a la del palacio ya existente. La edificación rompía las partes altas de las estancias taifales, donde se insertaron las vigas que sustentarían el nuevo palacio. Así, la Aljafería se convirtió en el principal foco difusor del mudéjar aragonés. 

Las obras completas llevadas a cabo están fechadas entre los años 1488 y 1495 siguiendo participando en ellas maestros de obra moriscos, como Faraig y Muhammad de Gali que, al igual que sucedió con los maestros del rey Pedro IV, mantuvieron la tradición de los alarifes del arte mudéjar. De esta reforma destaca su escalera monumental y las techumbres doradas fechadas en el año 1492. A esta parte cristiana se accede subiendo la escalera noble integrada por dos amplios tramos con pretiles de yeserías geométricas caladas e iluminadas por ventanales de medio punto angrelados de decoración con hojas y tallos góticos e influencias mudéjares, rematados en croché sobre la clave de los arcos.

vista nocturna de arquerías en la Aljafería

El techo de esta zona, grandioso, como en el resto de las dependencias palaciegas, se cubre con soberbias bovedillas de revoltón transversales dispuestas entre las jácenas y están decoradas con pintura al temple con motivos iconográficos relativos a los llamados reyes católicos con el yugo y las flechas alternando con recuadros de decoración en grisalla de grutescos y candelieri, que anuncia la decoración típica de la época del renacimiento. La escalera da acceso a un corredor en la planta primera que comunica con las dependencias reales propiamente dichas.

Se abre a una galería de columnas de fuste torso que descansan sobre zapatas con relieves antropomorfos en sus extremos. Para apoyar este mirador y el resto de las nuevas dependencias palaciegas fue necesario seccionar las zonas altas de los salones originales taifales, como ya se ha dicho, y disponer ante el pórtico norte cinco potentes pilares octogonales que, junto a unas arquerías apuntadas tras ellos, forman un nuevo antepórtico que une los dos pabellones perpendiculares andalusíes.

Destaca la portada principal de acceso al Salón Dorado, de arco rebajado tri-lobulado, guarnecido con un tímpano de cinco lóbulos, en cuyo centro aparece representado el escudo de los ya citados reyes católicos Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, en el que figuran los blasones de los reinos de Castilla, León, Aragón, Sicilia y Granada, sostenido por dos leones tenentes. El resto del campo decorativo se acaba con una delicada ornamentación vegetal de factura calada, que reaparece en los capiteles corridos de las jambas. 

detalles de arco en el Palacio de la Aljafería

Toda la portada está trabajada en yeso endurecido, siendo el material predominante en los interiores del palacio perpetuando así el mudéjar los materiales y técnicas islámicos. En el mismo paramento escoltan el ingreso dos amplios ventanales de triple arco mixtilíneo con celosías caladas sobre sus claves, gracias a los cuales se ilumina el espacio interior de las salas regias. Una vez recorrido el espacio de la galería, se disponen varias salas que anteceden al gran Salón del Trono o Salón Dorado, que son denominadas Salas de los Pasos Perdidos.

De estas Salas de los Pasos Perdidos hoy día solo dos son visibles, pues la tercera se vio clausurada al reponerse la cúpula del oratorio. Su techumbre se trasladó a una dependencia contigua al Salón Dorado. Uno de los elementos más estimables de estas Salas son sus solerías, que en origen eran azulejos cuadrados y alfardones hexagonales de cerámica vidriada en colores formando caprichosas cenefas. Fueron elaborados en los alfares de Muel a finales del siglo XV y partiendo de los fragmentos conservados se ha conseguido restaurar el suelo con cerámica que imita la forma y disposición de la antigua solería, aunque no su calidad de reflejos vidriados.

El otro elemento destacable de estas Salas de los Pasos Perdidos son sus excelsas techumbres asimismo de estilo mudéjar, constituidas por tres magníficos taujeles de carpinteros mudéjares aragoneses. Estos techos presentan retículas geométricas de madera posteriormente tallada, pintada y sobredorada con pan de oro, entre cuyas molduras ostentan los conocidos motivos heráldicos de los reyes católicos -el yugo, las flechas y el nudo gordiano unido al clásico lema del matrimonio real Tanto monta- así como un buen número de florones de hojarasca rematados con piñas pinjantes.

estrella de ocho en techumbre mudéjar de Sala de los Pasos Perdidos

A partir del año 1486, el patio de entrada a este palacio-fortaleza fue sede de la Inquisición, sirviendo de tribunal y su Torre del Homenaje como cárcel, pero las llamadas Alteraciones de Zaragoza obligaron al bisnieto de los citados reyes católicos en el siglo XVI, Felipe II el Prudente, a fortificar el conjunto en el estilo de ingeniería militar renacentista que hoy observamos en su exterior. En el año 1593, en concreto, se llevó a cabo la reforma que lo convertiría en fortaleza militar primero, según diseños renacentistas que hoy se pueden observar en su entorno, foso y jardines y, más tarde, como acuartelamiento de regimientos militares. 

La nueva función de la fortaleza se prolongaría hasta comienzos del siglo XVIII. Sufrió con el paso del tiempo reformas continuas y grandes desperfectos, hasta que finalmente fue restaurado el conjunto en la segunda mitad del siglo XX y actualmente acoge la sede de las cortes de Aragón tras una amplia restauración que incluyó la reconstrucción de algunas zonas del mismo. En esta última restauración se observan, por ejemplo, en color más oscuro los atauriques originales y en acabados blancos y lisos la reconstrucción de enlucido de la decoración de los arcos cuya estructura, eso sí, permanece indemne.

En su origen, la construcción de este Palacio de la Aljafería en Zaragoza se hizo extramuros de la muralla romana, en el llano de la saría donde los musulmanes desarrollaban alardes militares conocido como La Almozara, como se dijo al principio. Más tarde, con la expansión urbana el conjunto del Palacio de la Aljafería ha quedado dentro de la ciudad de Zaragoza y se ha podido respetar a su alrededor un pequeño entorno ajardinado. De época andalusí podrían destacarse en él su ya mencionado Patio de Santa Isabel rodeado de arcos entrelazados con bellas yeserías, el mihrab del oratorio y el Salón del Trono.

vista exterior, puente y foso del Palacio de la Aljafería en Zaragoza


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