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Hornachos

vista de las ruinas en el castillo de Hornachos

Hornachos, localidad situada en la zona suroeste de la provincia de Badajoz, pertenece a la comarca de Tierra de Barros. Se encuentra situada sobre la ladera de mediodía de la Sierra Grande, entre el Valle de los Moros y el Valle de los Cristianos en un emplazamiento escabroso de extraordinaria grandiosidad y belleza paisajística, estando rodeada de dehesa y monte bajo. Se alza en pleno centro de la Baja Extremadura, configurando una importante espina rocosa que establece la divisoria entre la Tierra de Barros y La Serena, como realidad geográfica difícil de adscribir a ninguno de los dos territorios. 

Sin duda, la villa de Hornachos protagonizó en su momento uno de los principales asentamientos mudéjares y Moriscos de la corona de Castilla. Comenzó como un asentamiento romano de paso hacia Emerita Augusta (Mérida) y Alange, donde se encontraban termas de recreo romanas. En esa época recibía el nombre de Fornacis y de ahí uno de sus gentilicios actuales, fornacense. El nombre actual de la localidad, Hornachos, deriva del latín fornus, traducido como hornos empleados para la fundición de metales como la galena argentífera, siendo explotados en minas de la zona. 

Con posterioridad al año 711, Hornachos fue ocupado por los musulmanes que levantaron una imponente fortaleza rocosa sobre la crestería de la sierra. El castillo o fortaleza puede considerarse de época islámica y sus restos se aprovecharon en las reformas cristianas. El castillo fue fabricado en tábiya, tapial y mampostería y data de los siglos IX al XIII, reconstruido en siglo XV. Su planta es irregular, ligeramente alargada en sentido norte-sur, para aprovechar perfectamente la cima del cerro. Hacia las zonas sur y oeste contó con un segundo recinto defensivo, casi perdido, del cual han sobrevivido escasos restos escondidos entre el roquedo y la vegetación.

vista del castillo de Hornachos en altura con la villa bajo su abrigo

Una vez construido el castillo fortaleza con forma de barco, en Hornachos se formó un bastión de importancia estratégica fundamental para el dominio de todos los territorios circundantes pues, por muy lejano que estuviese el movimiento de tropas, podía ser visto desde el castillo. El enclave de Hornachos, además, marcó los límites entre los reinos musulmanes taifas de Badajoz y Toledo primero, y de las jurisdicciones de la Orden militar de Santiago (Tierra de Barros) y Orden de Alcántara (La Serena) después. Cabe decir que Hornachos no formó parte de la kora de Fahs Al-Ballut durante época islámica ya que pertenecía a la kora de Mérida.

El geógrafo Al-Idrisi, en el siglo XII, cita a Hornachos como la Furnayus islámica en el itinerario Mérida - Córdoba, asentándose la población en el cerro del castillo y alrededores. La técnica constructiva con la que se edifica la alcazaba, pues como tal ha de considerarse, junto con el diseño de la puerta, así como la perfecta adaptación al terreno hacen de los restos del castillo de Hornachos un interesante ejemplar de arquitectura militar, aún por estudiar desde el punto de vista arqueológico, pero se trataba de una población próspera dedicada a la minería, agricultura y comercio, destacada durante los tiempos de la dominación almohade (1147-1232) al ser el momento en el que se construyeron y/o se separaron los lienzos de su alcazaba. 

Todavía se puede observar en el castillo la técnica al hacer los muros de tapial mediante el llenado de los encofrados con tierra y piedras, todo ello previamente humedecido y luego compactado mediante pisones. En los tapiales se observan numerosos mechinales que se corresponden con los agujeros dejados por los elementos que, atravesando el tapial, unían las dos caras del encofrado. Esta técnica constructiva sabemos que fue muy usada en época almohade. El acceso principal, una potente torre-puerta, tiene una disposición en recodo. El vano está muy deteriorado, pero aún es posible interpretar la herradura con que fue trazado y el alfiz que lo enmarcó con ladrillos esquinados alineados formando los característicos dientes de sierra, decoración andalusí perpetuada en el estilo mudéjar.

restos de puerta y arco en el castillo de Hornachos

Tras la conquista cristiana en el año 1234, la mayor parte de la población del lugar con origen musulmán, ahora mudéjares, optó por permanecer en Hornachos, conservando sus prácticas religiosas a cambio de una seria de impuestos a la corona. En el año 1235, el rey de Castilla Fernando III el Santo donó la villa y alfoz de Hornachos a la Orden militar de Santiago, como consecuencia del llamado Reparto de Medellín, estableciendo una cabeza de encomienda. En Hornachos no había entonces apenas otros cristianos que el Comendador santiaguista como autoridad política y un párroco como autoridad religiosa.

Las capitulaciones tras la conquista cristiana llevaban aparejadas condiciones relativamente generosas para los vencidos, entre ellas el mantenimiento de religión, lengua y costumbres propias. No conllevó cambios muy significativos en la vida de los pobladores, pero la intransigencia de la cultura dominante, que fue aumentando con los años, tensó las relaciones entre comunidades hasta generar situaciones insoportables para la minoría musulmana. La conquista del reino de Granada conllevó un aumento de la presión contra los mudéjares o moros del rey, como se les denominaba.

A finales del siglo XV, Hornachos era cabeza de partido con sede de gobernador teniendo jurisdicción sobre 14 aldeas y contaba con la población mudéjar más numerosa de la corona de Castilla. En el año 1494, casi tres siglos después de su conquista, los visitantes de la Orden de Santiago indicaron en su informe que "no hallaron que avia en la dicha villa ni en su termino iglesia ni hermita porque son todos moros". Todavía era visible su islamismo, como se conserva en otro documento de 1498, una carta de dote, escrita en castellano "según de uso y costumbre de aljama honrada de los moros de la villa de Hornachos".

restos de torres en el castillo fortaleza de Hornachos

En el año 1502, contraviniendo los acuerdos históricos, los considerados reyes católicos Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón decretaron la conversión forzosa al cristianismo de todos los mudéjares y los que no la aceptaran deberían salir de sus reinos, como también ocurriera con los judíos. Tan sólo tres días más tarde, una nueva pragmática les impedía abandonar el reino, no dando más opción que abrazar el cristianismo. La mayor parte de la población morisca optó por convertirse y permanecer en Hornachos y desde entonces las autoridades pusieron en marcha medidas para intentar cristianizar a los mudéjares, ahora llamados moriscos. 

Pese a las reclamaciones y revueltas, las autoridades se mantuvieron firmes en su decisión y se practicaron bautismos en masa, una pantomima absurda en la que los principios de fe fueron totalmente ignorados. Los procesos de aculturación de los mudéjares habían generado durante los siglos bajo-medievales una cultura mestiza en la que se fusionaban elementos cristianos e islámicos. Se observa la técnica cristiana en algunos sitios de la fortaleza de Hornachos, especialmente en zona occidental, unas veces desde el cimiento y otras como refuerzo de las débiles defensas de tapial, que revistieron de sillería. 

La Orden de Santiago llevó a cabo numerosas obras de mejora en la fortaleza y las principales fueron dirigidas a reforzar y consolidar el carácter defensivo frenando la degradación de los paramentos de tapia originales y para mejorar las condiciones de confort, reformando las alcobas, salones y capilla. También dotaron a la fortaleza de caballerizas y depósito de viandas, respetando el perímetro exterior, así como algunos elementos decorativos. Se conservan elementos estructurales como la Torre del Homenaje y otras de menor importancia, aún almenadas. Algunos elementos decorativos como vanos y esgrafiados murales pueden aún apreciarse, siendo la piedra y la mampostería sus materiales constructivos principales. 

restos de torre en la fortaleza de Hornachos

A medida que avanzaba el siglo XVI, la convivencia entre moriscos y cristianos viejos se fue deteriorando aún más debido a la intransigencia política y la conversión forzosa. En el año 1594 todavía formaba parte de la provincia de León de la Orden de Santiago aunque, durante todo el siglo XVI, el sitio se constituyó como uno de los focos más importantes del arte mudéjar en la región extremeña, llegando a existir cuatro iglesias, una ermita y un convento ya que muchos de los arquitectos y artesanos de la cultura morisca estaban perfectamente integrados en la sociedad de su tiempo, siendo aceptadas sus peculiaridades.

Fueron asentándose cristianos viejos en la villa auspiciados por las autoridades, circunstancia que provocó no pocos conflictos con los orgullosos hornacheros. Los moriscos de Hornachos constituían una comunidad compacta, bien organizada, firme mantenedora de sus tradiciones, costumbres y fe. Aunque fueron bautizados, su conversión al cristianismo era pura formalidad legal ya que en secreto seguían practicando sus ritos religiosos. La cercanía del tribunal de la Inquisición de Llerena, garante de la ortodoxia religiosa, no hizo mella en las creencias de los moriscos.

La conversión obligatoria, en la península, no parece que supuso gran quebranto para muchos de estos mudéjares, que, obviamente, ya había ido perdiendo la identidad originaria de sus mayores, dejado de hablar árabe y abrazado el cristianismo. En cambio, provocó un gran impacto en grupos menos receptivos a influencias extrañas a sus comunidades, que mostraban orgullosas sus costumbres, su lengua y su religión como elementos diferenciadores siendo el caso de los hornacheros, celosos de su cultura tradicional y reacios a asumir imposiciones foráneas. Los niños, tras su bautismo, eran llevados a lugares ocultos donde se practicaban ceremonias de descristianización, los denominados "desbautizaderos"

arco y torres defensivas en el castillo de Hornachos

Obviamente, la represión y el acoso de la Inquisición fueron constantes a lo largo del siglo XVI y la iglesia de Nuestra Señora de la Purísima Concepción fue la construcción más destacada de época mudéjar en Hornachos, siendo sus obras iniciadas en el año 1511. Esta iglesia presenta tres naves con cabecera gótica y arcos ojivales separan las naves que se apoyan sobre pilares construidos de ladrillo. Llama la atención la decoración de azulejos y las cubiertas de madera, en la que destaca su bello artesonado en la parte central donde se puede ver el escudo imperial de Carlos V. 

El emperador, con motivo de una sublevación en el año 1526, ordenó demoler la fortaleza y parte de la entonces villa, entonces establecida en la zona alta más próxima al castillo, resurgiendo después el caserío en el lugar que hoy ocupa. En el año 1530, según la documentación existente, se compraron propiedades en Hornachos para la fundación del posterior convento franciscano de San Ildefonso, también en estilo mudéjar por orden del citado emperador Carlos V siguiendo después la progresión de las obras su hijo y sucesor, el rey Felipe II el Prudente. En el citado convento destacan los retablos situados en el interior y la fachada en exterior, siendo hoy el lugar donde se realizan festejos y celebraciones, como son las fiestas de San Juan, el día de San Francisco y el zoco morisco. 

De esta forma, los frailes franciscanos se sumaban a los aún pocos cristianos que ocupaban estas tierras. Recordemos que, hasta la construcción de la citada iglesia del siglo XVI, Hornachos no contó siquiera con templo cristiano. Las condiciones de vida fueron endureciéndose progresivamente durante el siglo XVI, pues las inoperantes medidas de evangelización y catequización dieron paso a procesos de represión que pretendían liquidar las peculiaridades culturales moriscas. Es curioso que en Hornachos, quizá debido a que habían formado una importante comunidad mudéjar de antecedentes nobiliarios, siempre conservaron el privilegio de llevar espada, que les fue confirmado por el rey Felipe II. 

castillo de Hornachos desde el Salto de la Moza

Las consecuencias directas de la represión fueron los violentos alzamientos populares, de los cuales la rebelión de Las Alpujarras (años 1568-1571) fue seguramente el más grave. El rey Felipe II decidió usar todo el poder de los tercios de Flandes para sofocar la rebelión y la violencia con la que actuó Juan de Austria, hermano bastardo del rey, fue desmedida, según los cronistas. La élite dirigente con ello afianzaba la idea de que los moriscos eran ingobernables y que su asimilación resultaba tarea imposible, por lo que debían ser expulsados cuanto antes. 

Además, se aducía el peligro que representaban para la seguridad del Estado dado que podían actuar como quintacolumnistas al servicio del turco, entonces una de las potencias en el Mediterráneo, a quien, teóricamente, habían solicitado ayuda los moriscos. Algunos historiadores, sin embargo, sostienen que su expulsión se proyectó como cortina de humo para tapar las pésimas acciones del gobierno, la tregua con los Países Bajos y la progresiva pérdida de poder de la corona de Castilla en la política internacional.

A finales del siglo XVI, el núcleo de Hornachos estaba rodeado por un cerco amurallado y contaba con más de diez mil habitantes, siendo ya el foco morisco más importante de la península. Finalmente, en una forma vil de acallar las voces críticas a la corona, gran parte de la población de Hornachos salió en el siglo XVII con motivo del bando de expulsión de los moriscos dictado por el entonces rey de España y Portugal y nieto del emperador, Felipe III el Piadoso. Se trataba de una proclama de expulsión definitiva de todos los moriscos de los reinos hispánicos, aun siendo la principal minoría de aquellos tiempos y el chivo expiatorio de todos los problemas. 

parte del cerco amurallado y torres del castillo de Hornachos

"He resuelto que se saquen todos los moriscos de este reino y que se echen en Berbería", fueron algunas de las palabras del hedonista rey. La disposición cambió dramáticamente la vida de más de trescientas mil personas, que hubieron de dejar sus casas, sus posesiones, su patria, camino de un futuro incierto, lleno de peligros y avatares, sumido en nostalgias de su tierra y la de sus ancestros. Almas abandonadas a su suerte, embarcadas en un viaje sin retorno contrario a su voluntad, ante el que nada podía hacerse más que cumplirlo. Los primeros deportados fueron los moriscos valencianos, obligados a salir desde septiembre del año 1609.

La de Hornachos era una sociedad singularmente musulmana como el resto de localidades de la provincia de la Orden de Santiago ya que hasta el siglo XVI fue encomienda. Una parte de los moriscos consiguió permanecer en el lugar, quizás la tercera parte, protegidos por algunas familias de cristianos viejos. No obstante, tras la expulsión, la villa de Hornachos entró en franca decadencia convirtiéndose en un nido de malhechores y contrabandistas que se ocultaban entre la población. Muchos fueron los asesinatos y desórdenes públicos que por esta causa se cometieron, por lo que se establecieron en Hornachos fuerzas de seguridad y caballería. 

Hoy en día Hornachos posee un centro de interpretación de la cultura morisca y su expulsión en el siglo XVII. Se sabe que fueron más de tres mil los moriscos hornachegos que se marcharon en enero de 1610 desde el puerto de Sevilla, junto a murcianos que salieron desde Cartagena y andaluces moriscos desde Málaga. Poco después, sufrieron el mismo destino castellanos, catalanes, aragoneses y navarros, poniendo fin a un proceso vergonzoso que duró menos de un año. El destino de estas gentes fue variado, aunque la mayoría terminó asentándose en el Magreb, principalmente en Marruecos y Túnez, aunque hubo quien partió hacia Argelia, Libia, Egipto y Turquía.

vista lateral de los restos del castillo y sierra de Hornachos

El centro museístico en Hornachos que nos habla de este conflicto está ubicado en el interior del Pósito (que alguna interpretación señala como la ubicación de la antigua mezquita) entre los dos valles que han marcado la historia de la localidad, el Valle de los Moros y el de los Cristianos. El Pósito es uno de los edificios más emblemáticos de la localidad y está compuesto por dos naves cubiertas con bóvedas de cañón de ladrillo y sustentadas por cuatro arcos sobre pilares de ladrillo y cal. Hoy en día, desgraciadamente, apenas están conservados sus restos.

Hornachos, desde la definitiva expulsión de los moriscos en el siglo XVII, pasó de ser una de las poblaciones más pujantes de la provincia de Badajoz a convertirse en una villa en profunda regresión, tanto que podría afirmarse que aún hoy no se ha recuperado del impacto sufrido en aquella época. Fueron embarcados en el puerto de Sevilla, como se ha dicho, y arribaron en Ceuta desde donde tomaron rumbo hacia Tetuán donde fundaron el gran barrio al norte del Bled, conocido como Al-Ayun o Las Fuentes. 

En Tetuán, el sultán trató de enrolarlos en su ejército y darles la misión de vigilar la frontera sur de Marruecos, encargo que rechazaron en el momento en que sintieron que perdían su adorada libertad. Se mantuvieron unidos y marcharon hacia el estuario del río Bu Regreg. Una vez allí, los habitantes moriscos de Hornachos decidieron tomar una pequeña fortaleza situada a la orilla del río y ocuparon Salé, enfrentada a lo que posteriormente sería la ciudad de Rabat, un puerto de singular valía estratégica. 

Qasba de los Udaya en Salé, fundada por moriscos de Hornachos

Los hornacheros refortificaron la arruinada alcazaba, actualmente llamada Qasba de los Udaya, y poco después llegarían otros quince mil moriscos andaluces y extremeños atraídos por la rápida bonanza económica del lugar. "Los hombres llegaron a Rabat vestidos con sus trajes caballerescos de trusa, capa y tizona al cinto; mientras las señoras lucían los vestidos a la moda de la corte de Madrid. Por ser más numerosos o estar mejor organizados, los de Hornachos se pusieron a la cabeza de los demás emigrados" nos dicen las crónicas. Entre los moriscos de Hornachos y el resto de moriscos emigrados se produjeron continuas fricciones, al ocupar los descendientes de Hornachos todos los cargos de responsabilidad. 

Las diferencias culturales entre los nuevos pobladores de lengua castellana y los autóctonos provocaron el rechazo de éstos, por los que los hornacheros se instalaron al otro lado de la desembocadura del río Bu Regreg, entonces conocido como Salé La Nueva y donde hoy se encuentra la medina de Rabat. La actividad principal de la plaza fue el corso, la piratería, la denominada pequeña guerra, con la que, además de obtener lucrativos botines que financiaban la vida de la comunidad, se causaba gran daño a Castilla con los barcos llegados de América. Trajeron en jaque a la corona de Castilla y también a la corona de Francia ya que atacaron sus barcos durante más de cuarenta años. 

Desde su ubicación en Salé era fácil controlar el tráfico marítimo con las colonias americanas y el Estrecho de Gibraltar, hostigando costas de Ceuta y Andalucía, con frecuencia en connivencia con el imperio otomano. También atacaban la costa berberisca, las Islas Canarias e incluso hacían incursiones en el Atlántico. El quebranto para las arcas del Estado fue grande ya que, además del refugio de Salé, la flota hacía uso de puertos del Mediterráneo como Tetuán y Argel, y del Atlántico, como Larache, desde donde atacaban a las naves que venían de las Indias, La Mamora, Bayona, las islas Sisargas (en la costa de la muerte de Galicia), Veere en los Países Bajos y la isla de Lundy, en el canal de Bristol. 

ruinas de torre almenada y muralla en castillo de Hornachos

Los moriscos de Hornachos llegaron a hablar con el rey castellano para volver a su patria chica en Extremadura, a cambio del cese de sus actividades. Hubo contactos entre ambas partes en los años 1614 (tan solo habían pasado 4 años de su llegada), año 1619, 1631, 1637 y 1663 pero el acuerdo no fructificó. En el momento de mayor apogeo contaban con una flota de unos 40 barcos, construidos con madera de la zona siguiendo el modelo holandés. Sus acciones llegaron hasta las costas de Islandia y en ellas lograron apresar gran número de barcos, cuyos tripulantes y viajeros eran convertidos en cautivos y cuyas mercancías dieron lugar a un intenso tráfico comercial. 

Más que la fortificación, lo que hacía casi inexpugnable al puerto de Salé era la poca profundidad de las aguas del río, por lo que sólo los muy conocedores podían entrar en él. También desarrollaron su propia nave, el jabeque, modificando un tipo de barco pesquero que tenía gran maniobrabilidad y, al poseer remos, podía sortear los bancos de arena de la desembocadura del río. Desde Salé, los hornacheros seguían solicitando diversas compensaciones a la corona y, a cambio, estaban dispuestos a cesar sus actuaciones corsarias y entregar la plaza al reino. 

Entre las peticiones, figuraban que les fuera permitido volver a su tierra, a sus casas de Hornachos. En el tratado del año 1631 se indicaba "los moriscos que residen en la dicha alcasaba son los que salieron de Hornajos y Endalusía y tienen más de christianos que de moros (...), tienen mucha confusión y aprieto grande junto al grande aborrecimiento que les tienen los moros alárabes que los llaman christianos". Solicitaban que se les permitiera volver por "el gran amor que tienen a la península pues desde que salieron suspiran por ella". 

puerta de acceso en la fortaleza de Hornachos

La petición de regreso a Hornachos fue realizada al rey austria Felipe IV el rey Planeta a través del duque de Medina Sidonia, encargándose ellos mismos de indemnizar a los vecinos que habían ocupado sus haciendas, solicitando que el gobierno local estuviera en sus manos y que no hubiese en el pueblo más cristianos viejos que los curas y frailes necesarios para su buen adoctrinamiento en el catolicismo, que se respetaran sus propiedades y no fuesen discriminados tributariamente. A cambio, ellos entregarían al rey la plaza, actual Qasba de los Udaya, con todo su arsenal y riquezas, sus 68 cañones así como sus barcos, con los que viajarían hasta el puerto de Sevilla a través del Guadalquivir. 

También entregarían la correspondencia que habían cruzado con el rey de Inglaterra así como los papeles que tenían de los burgomaestres de Amsterdam y "antes de la partida despojarán la judería, que es muy rica, aguardando el tiempo en que vienen las cafilas y los judíos de Flandes con navíos muy interesados y todo lo entregarán a V.M y las demás haciendas de mercaderes holandeses y franceses, que suelen ser de consideración". Ninguna de las negociaciones concluyó en acuerdo, a pesar de que los moriscos de Hornachos eran casi exclusivamente los armadores de la flota corsaria y todas las naciones de Europa se dedicaban al corso, considerándose una guerra marítima legal.

Desde el año 1620, Salé funcionó como república independiente, conocida como República de las Dos Orillas, gobernada por un consejo de doce miembros al mando del denominado Gran Almirante y organizada de forma similar al de cualquier ayuntamiento español de aquel tiempo, configurándose jurídicamente como un Estado. En el año 1626, los hornacheros se declararon independientes del sultán de Marruecos matando al caid nombrado por el sultán, pero en 1668 tuvieron que declararse nominalmente sus vasallos, bajo la recién llegada dinastía alauí, procedente del reino de Hedjaz (actual Arabia Saudí) que actualmente sigue gobernando el país. En todo caso, mantuvieron su actividad corsaria hasta el año 1829.

fortaleza de Hornachos en la Tierra de Barros

Resulta admirable que personas de interior, que no habían visto el mar en su vida, se convirtieran en avezados marineros en pocos años. Sin duda, es digno de mención que campesinos, artesanos y comerciantes se tornaran en el mar fieros bucaneros preparados para causar estragos en las tripulaciones más experimentadas de su tiempo. Que, sin conocimientos náuticos, viajaran por el mar del Norte, Gran Sol e Islas Británicas como si fuera algo natural en ellos. También que asaltaran y saquearan ciudades como Reikiavik, actual capital de Islandia, hogar de descendientes vikingos, sin apenas formación militar previa. 

Hasta bien entrado el siglo XX, cuando Rabat comienza a extenderse y absorber población de otras zonas debido a su capitalidad, fue muy importante la comunidad genéricamente llamada andalusí, y dentro de ella específicamente morisca, reconocible por sus apellidos de procedencia castellana. Recordemos que toda la Qasba dentro de Rabat, pero con salida al mar, estuvo habitada por hornacheros. En el año 2004, los ayuntamientos de Hornachos y Rabat firmaron un hermanamiento debido a los citados vínculos históricos en su deseo de profundizar en lazos de amistad, respeto y conocimiento mutuos. 

Con una más que posible permanencia musulmana en Hornachos durante más de siete siglos, hoy podemos encontrar en esta localidad diferentes rutas que amenizan la visita. Los barrios más antiguos aún preservan la organización urbanística heredada de la Edad Media, sus calles son sinuosas, adaptadas a la fuerte pendiente y las casas mantienen sistemas constructivos y organización tradicionales. Se palpa en cada rincón el peso de los siglos y sus fachadas de piedra encalada llaman nuestra atención, prácticamente ciegas de otros huecos que no sean una angosta puerta de entrada. 

construcción sobre las rocas en el castillo de Hornachos

El mirador del Pósito es un excelente lugar desde donde se puede observar el casco urbano, el embalse de Los Molinos y, al fondo, la Tierra de Barros. Ascendiendo por el Valle de los Cristianos, mediante la llamada Senda Moruna o Escalones, antigua vía que comunicaba Hornachos con las medinas de Toledo y Córdoba, se pueden observar los roquedos de Sierra Grande; a la derecha el Peñón de la Campana, al frente el Salto de la Moza, seguido del Peñón del Carrascal y, terminando, a la izquierda con vistas de las ruinas del castillo o fortaleza andalusí.

Una vez terminada la Senda Moruna podemos adentrarnos en el bosque mediterráneo formado por especies como encinas, alcornoques, coscojas, jaras, enebros, retamas, madroños, tomillo, romero, cantueso, etc, dando vista al Valle de los Corraletes, un paraje de pedriza de la solana del Peñón de Marín y la umbría de La Sillá, donde pueden visitarse pinturas rupestres de algunos abrigos. El descenso se realiza por el Valle de los Moros, atravesando el acueducto de ladrillo rojo y una zona que conduce hasta la Fuente de los Moros, del año 1503, situada sobre un manantial de agua perenne procedente de La Sillá cuyo sobrante era usado para regar las huertas moriscas colindantes.

Esta Fuente de los Moros, transformada en fuente pública, facilita como pocas la evocación de la vida cotidiana de siglos atrás, pero no era la única fuente en Hornachos. Dentro de su hermoso conjunto destacan varias fuentes o pilares que se distribuyen por la localidad como la Fuente de la Ribera, del siglo XVI, la Fuente de las Palomas, Los Cuatro Caños y San Francisco. Cabe también señalar que la influencia y huella árabe en esta localidad puede notarse también en platos como la sopa de ajo, las migas, el gazpacho, el salmorejo de conejo y la tradicional caldereta extremeña a base de cordero. Y en repostería destacan las puchas, repápalos con leche y las torrijas. 

Fuente de los Moros en Hornachos



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