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Sevilla. La Giralda.

alminar y campanario en La Giralda

Adosada a la actual catedral de Santa María de Sevilla se encuentra la magnífica Torre denominada La Giralda, la que fuese alminar de la mezquita aljama almohade. El califa Abu Yaqub Yusuf dio orden para la construcción y levantamiento de este alminar en el año 1184, cuando viajó desde Marrakesh, cruzando el Estrecho de Gibraltar, y pasó por la ciudad de Sevilla para emprender una campaña militar contra fuerzas castellanas y portuguesas que hostigaban el campo sevillano.

Con ocasión de su estancia en Ishbiliya, el califa ordenó al gobernador de la ciudad la construcción del alminar y para ello encargó la obra al arquitecto Ahmad Ibn Basu, el mismo que estaba construyendo la mezquita y otros palacios en la ciudad de Ishbiliya. Salió el califa de esta ciudad hacia Badajoz para desde allí dirigirse al oeste y sitiar la ciudad de Santarém, que estaba defendida por el rey cristiano Alfonso I de Portugal. Dicho asedio duró dos meses y el califa almohade resultó muerto en batalla.


Su heredero, Abu Yusuf Al-Manzur, fue entonces proclamado califa en el Alcázar de Sevilla y por supuesto continuó con la supervisión de las obras del alminar de la ciudad. Para el diseño del mismo, el arquitecto se inspiró en la torre conocida como Qutubiya de la ciudad de Marrakesh, que no en vano seguía siendo la capital del imperio almohade y cuyo alminar -contruido una década antes- contaba con 79 m de altura siendo una obra maestra del arte magrebí. 

Tiempo después, el arquitecto Alí de Gomara se hizo cargo de la dirección de esta obra de tremenda envergadura cruzando el Estrecho de Gibraltar en distintas ocasiones. Se continuaron construyendo los dos cuerpos de la torre en ladrillo, siguiendo una estética ornamental de gran trascendencia para este periodo: los paños de sebka, una labra en ladrillo que confiere ligereza y refinamiento y que será uno de los elementos artísticos más característicos del periodo almohade. En el año 1198, el mismo califa Abu Yusuf Al-Manzur ordenó terminar La Giralda con la colocación de las cuatro esferas doradas que la remataban, siendo obra de un siciliano, Abu Al-Layth, como así lo acredita un cronista musulmán de la época, Ibn Abi Zar. 

De alminar almohade a campanario católico

Se trata de una torre de planta cuadrada y de unos 104 m de altura sumado el campanario, constituida por dos machones concéntricos en torno a los cuales se desarrolla el acceso mediante rampas. El alminar quedaba coronado por el llamado yamur, vástago en el que quedaban insertas las cuatro esferas o manzanas doradas, realizadas por el artista siciliano antes citado en tamaño decreciente. Este remate se erigió para conmemorar la victoria del califa en la batalla de Alarcos y permaneció hasta su desplome a causa de un terremoto en el año 1356.

Actualmente, los dos tercios inferiores de la torre de La Giralda corresponden al alminar almohade de la mezquita aljama de Ishbiliya a finales del siglo XII, mientras que su tercio superior es una construcción sobrepuesta en época cristiana para albergar las campanas de la catedral de Santa María de Sevilla. Las cuatro manzanas que la coronaban en época islámica fueron sustituidas por una bola llamada tinaja sobre la cual se alza la estatua de bronce que representa el triunfo de la fe y que tiene función de veleta llamada el Giraldillo, inicialmente llamada Giralda hasta que a toda la torre el pueblo le dio este nombre.

paños de sebka almohades en La Giralda

Esta torre fue durante siglos la torre más alta de la península, así como una de las construcciones más elevadas y conocidas en toda Europa. En comparación, la torre de Pisa mide unos 56 m y el Big Ben presenta una altura de 96 m. Su arquitectura única y original de formas cuadrangulares perfectas ha servido de inspiración a multitud de torres posteriores en el mundo. El elemento mejor conservado de la mezquita aljama es sin duda esta Giralda, que constituye dentro de ella una entidad arquitectónica autónoma destacable no solo por su ubicación sino también por sus características formales, funcionales y simbólicas. 

La obra almohade que hoy podemos ver en La Giralda coincide con el gigantesco paralelepípedo de ladrillo que nace del suelo y que forma casi la mitad de la altura del edificio. Es curioso que sus colosales dimensiones, la constancia de su antigüedad y su aparente perennidad han propiciado la idea de la solidez de sus cimientos, pero nada más lejos de la realidad. El edificio arranca de un zócalo de sillería que tiene enterrados sólo 3,30 m, siendo este breve tramo subterráneo casi toda la cimentación que posee la torre. 

sillares romanos en la base del alminar almohade

En la base del alminar se conservan los sillares de época romana con inscripciones en latín. Es decir, otros tres metros de sillería emergen de la acera, empezando con una serie de aras y pedestales romanos de mármol, formando las esquinas y que marcan la separación entre el cimiento y este zócalo. El conjunto de sillares enterrados, muchos de ellos almohadillados y algunos signados, apenas si aumentan la superficie de apoyo de la torre mediante unos escasos relejes, descansando sobre una gruesa capa de argamasa, algo irregular, y ésta a su vez sobre una simple mejora del terreno, en el que quedaron incluidos los restos de casas andalusíes anteriores.

El cuerpo principal alberga una rampa que permite ascender pausadamente, admirando el paisaje urbano a través de las bíforas ubicadas a la derecha, mientras que por la izquierda se puede, cada cinco tramos de rampa, contemplar el contenido de una cámara abovedada, alojada en la parte interior de la torre, cuyo único acceso es un arco de herradura al que en el siglo XIX colocaron unas hojas de madera; en total son siete cámaras y se ignora que función tuvieron en origen, como ocurre con su hermana Qutubiya en Marrakech. 

escalera interior en La Giralda

Una vez que se llega a la rampa número treinta y cuatro, donde se esperaría hallar la entrada a la octava cámara, lo que se encuentra es, bajo una bóveda antigua, una escalera moderna y muy pendiente que reproduce la musulmana original y que desembarca en el lado sur de la galería del campanario, es decir, un espacio panorámico situado donde existió en época almohade la azotea desde la que el almuédano llamaba a la oración coránica.

Lo más interesante, además de ser un notable esfuerzo constructivo, es que la decoración de sus cuatro fachadas exteriores se pliega muy inteligentemente a los dictados de sus ventanas, y éstas al trazado tiránico de la rampa, para dar un conjunto jugoso y sutil, prodigio de diseño y previsión compositiva. Lo fundamental de la decoración son los huecos, casi siempre en forma de bíforas, con columnas de mármoles como maineles y arcos de formas muy variadas, que ocupan el centro de cada cara, en series desfasadas, ya que siguen con fidelidad el recorrido ascendente de la rampa.

paños de sebka en fachadas

También es destacable que a los lados, sin llegar a las esquinas y asociándose por parejas de ventanas, se forman paños decorativos simétricos, pero distintos en cada fachada, de los que se denominan de hombro y escalón, subdivididos a veces por medio de tramas menores, que se asemejan a grandes atauriques. La parte inferior de La Giralda tiene ventanas pequeñas y aisladas, entre paños lisos, y la superior un friso de arquillos entrelazados que dan la necesaria banda horizontal para su remate, cuyas ventanas son simples saeteras, las mínimas para iluminar los tramos altos de la rampa. En realidad es una espiral que gira en el mismo sentido que lo hacen los peregrinos musulmanes cuando circundan la Qaaba, giro que se documenta en los alminares andalusíes. 

Por otra parte, apenas hubo azulejería en los exteriores de edificios en época almohade. Incluso es sabido que los azulejos de la Torre de Oro son del siglo XIV, por lo tanto los que vemos ahora en La Giralda es probable que pertenezcan al posterior siglo XVI. En las obras realizadas en la torre en el año 1886 se destruyeron unas interesantes y bellas yeserías que enmarcaban los arcos de las bíforas y de las que se conservan algunas fotografías, aunque se ignora si eran las originales de época almohade. 


Lo que sí es seguro es que el conjunto de la mezquita estaba decorado por magníficas yeserías, como así lo atestiguan los restos conservados en la cara interna de la Puerta del Perdón, sobre el retablo barroco allí existente, en la bóveda que cubre sus hojas de madera y bronce y en las puertas del frente oriental del patio. Estas yeserías, como en el caso de La Giralda, certifican la existencia de una segunda etapa, quizás puramente decorativa, que enriqueció la muy austera apariencia original de los huecos almohades.


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