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El extraño caso Pretzel

En la madrugada de Junio de 1968, en un hotel cercano a Villa Carlos Paz en la pcia. de Córdoba sucedería uno de los casos más extraños de encuentros cercanos del tercer tipo que hayan sucedido en Argentina.

Sobre la ruta 20 a 2 km del centro de Villa Carlos Paz en la pcia. de Córdoba se encontraba el hotel “La Cuesta” propiedad del Sr. Pedro Pretzel. Su hija María Elodia Pretzel era una joven de 19 años de buen concepto vecinal y de carácter decidido. A principios del año 1968 había sido intervenida quirúrgicamente; una vez repuesta se puso a trabajar en el hotel de su padre.
En la madrugada del día 14 de junio de 1968, hacia la una de la mañana don Pedro regresaba en su auto por la ruta 20 cuando a 50 mts. del hotel ve “dos grandes focos rojos sobre el camino, muy distanciados entre sí como para ser los faros de un auto”. Al llegar a la puerta de su casa, se encuentra conque está completamente abierta, lo cual le parece muy extraño teniendo en cuenta que su hija es muy cuidadosa con este tema. Cuando ingresa se dirige a la habitación y encuentra a su hija tendida en la cama e inconsciente.
Don Pedro logra reanimarla y cuando logra calmarla, María Elodia comienza con su extraño relato contando lo que le había sucedido.
Ella cuenta que luego de despedir a dos pasajeros se fue hacia la cocina y desde allí vio que provenía un fuerte resplandor desde el hall. Pensó que alguien habría encendido las luces, cuando llegó allí se encontró con un extraño visitante.
Era un “hombre” alto de aproximadamente 2 m de altura, rubio, peinado hacia atrás y aspecto amistoso, estaba vestido con una especie de malla enteriza color celeste flúor, que le cubría desde el cuello a los pies.
Según María Elodia desde los dedos le salían “rayitos luminosos”. En la mano izquierda tenía una esfera de cristal que producía destellos luminosos, en la mano derecha llevaba un anillo tipo manopla. Cada vez que levantaba la mano que tenía la manopla el ser “se elevaba del piso y se suspendía en el aire…”. Cuando hacía eso María Elodia se desvanecía y cuando el ser bajaba, ella se recuperaba. La entidad avanzó hacia ella de forma amistosa y hablaba de forma lenta en un lenguaje similar al “japonés”, según María pronunciaba algo así como “cling-gring-clish”. En cierto momento la joven sintió “como burbujas en la cabeza” y una intensa transpiración, pero al tocarse el cuello éste estaba seco. El ser movía la esfera de su mano izquierda y María sintió en su cabeza la frase “No tenga miedo…”
De repente la esfera se apagó y el ser se retiró hacia la puerta, la cual se abrió y se cerró sola al tiempo que la entidad se retiraba del lugar, desde ese momento María Elodia no recuerda nada más hasta que llegó su padre.




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