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Año nuevo en Singapur: mi visita


Ayer lunes falleció Harry Lee Kuan Yew (李光耀), llamado el "padre fundador" de la moderna ciudad-estado de la República de Singapur, a los 91 años de edad, quedando a cargo su hijo Lee Hsien Loong, que es el primer ministro, en todo un ejercicio de continuismo político. Aprovecharé hoy para resumiros el viaje que hice a Singapur el mes pasado, mientras trato de sacudirme los ecos de las elecciones regionales en Andalucía y Francia del domingo.

Tras cosa de medio año enclaustrado en mi helador refugio burgalés escribiendo la tesis doctoral de lunes a domingo y bajando a la calle apenas para mirar el buzón, logré cerrar un manuscrito que presenté públicamente a finales de 2014 y envié a mi tutor para revisar. Mientras él se leía las quinientas y pico páginas, y ya que, por estar con ello, no disfruté del fin de año solar, aproveché para realizar un largamente pospuesto viaje a Asia para celebrar el fin de año lunar, que en 2015 está dedicado a la cabra, oveja o carnero.
Aunque he viajado a China muchas veces e incluso he trabajado allí, Me adjudicaron únicamente 30 días improrrogables tras la habitual tortura de obtener el visado, cosa que actualmente es más burocratizada, restrictiva y cara que nunca antes (y esperemos que ojalá cambie para mejor tras la toma de posesión del nuevo embajador de la RPC en España, aunque tengo -fundadas- dudas), Lo solicité para volar a Shanghai, donde visité a algunos amigos y compañeros de trabajo y realicé algunas gestiones. Entre otras, la obtención de un certificado de pago de impuestos por mi antiguo empleo de profesor de matemáticas e informática en la Universidad de Shanghai para la Ciencia y la Tecnología. Además, visité el fenomenal museo del mismo nombre, donde había desde cámaras de niebla para detectar muones hasta robots que disparaban arcos, tocaban el piano o resolvían cubos de Rubik [Vid1, Vid2].
Después de eso, volé al norte de China donde bajo unas gélidas temperaturas aproveché para deslizarme sobre un río congelado (no solo superficialmente, sino más de medio metro de espesor en el hielo) en un trineo artesanal, al más puro estilo esquimal. Tuvimos algunos inesperados días de cielo azul, que allí no son muy frecuentes,



Huelga decir que los cuellos de los viandantes se giraban al mirarme cada vez que salía a la calle como si fuera un alienígena, puesto que en toda la ciudad de Anshan (de unos 4 millones de personas, donde acaban de inaugurar -al fin- una pequeña terminal de aeropuerto), situada apenas a 150 kms. de la frontera con Corea del Norte, no vi ninguna otra cara occidental aparte de la mía propia. Eso sí, me trataron muy bien por lo general e hice nuevos amigos en mi tercera visita a la provincia de Liaoning [辽宁]. Además, pude conocer algunos rituales budistas, como las ofrendas a los ancestros, o también constatar el éxito cultural que están teniendo en la televisión china conceptos recién llegados como los culebrones tailandeses o el "fitness". A las inacabables tracas de petardos y fuegos artificiales "non-stop" ya me he acostumbrado, y hasta lo disfruto.



Hubo también algunos problemas: al comprar el billete (vía CTrip) hubo un error en mi reserva por lo que tuve que pagar dos billetes de ida y otros dos de regreso, por lo que no me reintegraron prácticamente nada (ni las gracias) a pesar de notificarlo apenas una hora después de pagar. Por ello dudo que vuelva a utilizar este servicio de compra de vuelos por internet, que ya de por sí es farragoso, especialmente para no-chinos.
No fue el único incidente con aerolíneas, pues la reserva del vuelo entre Shanghai y Singapur con AsianAir me salió más cara que el viaje de ida y vuelta desde España (incluyendo adicionalmente un abusivo importe por el cambio de divisa), fue casi imposible pagar por internet y me trataron notablemente peor. Además de los repetidos registros aeroportuarios (hasta cinco en el mismo aeropuerto) y la desorganización general, colas por los visados, etc, me metieron en un viejo avión de estrechísimos asientos que vibraba como si fuera un motocarro de los años 50, donde no me dieron ni un miserable cacahuete para comer, aunque me tiré volando en total más de un día entero (dos días completos al regresar).
AirAsia es la aerolínea que sufrió, junto con Malasya Airlines, varios trágicos accidentes aéreos en 2014, y con esta gestión tan al nefasto estilo de la irlandesa RyanAir (con ventas en vuelo anunciadas a bombo y platillo, suplementos abusivos por el equipaje...), la verdad es que no me extraña mucho. Empiezo a plantearme volar en aerolíneas de "low cost", donde todo es bajo excepto el coste final. Sobre todo con lo que ha vuelto a pasar hoy.
Fue todo un alivio montarme al terminar el viaje en los grandes y cómodos aviones rusos de AeroFlot con su mini-pantalla individual de cine y la mantita que te prestan, aunque frecuentemente despeguen con retraso. Ya no solo por la incertidumbre respecto al visado de tránsito en China por 72 horas, por cuyo desconocimiento el empleado del Check-In de AirAsia no me quería dejar embarcar en el primero de mis cuatro vuelos Singapur-Shanghai-Moscú-Madrid. Según él, tenía que irme ¡a la embajada china a pedir otro visado! y haciéndolo, perder los cuatro vuelos. Suerte que su supervisor tenía más cabeza y le confirmó que efectivamente era cierto lo que yo decía.

Pero a lo que vamos: aterricé, tras dos escalas en Shanghai y Kuala Lumpur, en el caluroso y muy húmedo clima tropical de Singapur, donde pasé unos diez días visitando a unos amigos que conocí en mi antiguo trabajo como profesor, quienes tuvieron la amabilidad de acogerme en su piso. La verdad es que el contraste climático fue notorio, aunque tiene la ventaja de estar en la misma zona horaria que China, por lo que no se sufre jet-lag.


La primera sensación al aterrizar fue el constatar las modernas instalaciones del aeropuerto y el alivio al ver que de nuevo funcionaban los servicios de internet que están cortados en China, como Twitter, Facebook o YouTube. Lo siguiente, fue el maravilloso y florido paisaje que adorna las calles de este pequeño país, situado en el extremo meridional de la península de Indochina, al sur de la Malasia continental. La República de Singapur es una isla natural que fue ocupada por británicos y japoneses, y se independizó (algunos dirían que "fue expulsada") de Malasia mediante referéndum en los años sesenta.



Desde entonces se liberó de su pasado colonial y se consolidó como en un centro financiero de primer nivel para el comercio internacional, debido a su privilegiada ubicación en el estrecho de Malaca, que es un paso tan relevante como el canal de Panamá, por ser casi obligado para el petróleo que llega al sudeste asiático desde la península arábiga y para las mercancías que salen de China con rumbo al canal de Suez. Debido a su importancia geoestratégica es una región gobernada con autoritarismo, aunque es bastante segura y apenas se aprecia presencia policial o militar en las calles.

Su población es muy cívica y a pesar de su multiculturalidad, no se ven tiranteces ni un papel tirado en la calle, en parte debido a las importantes sanciones que se imponen a estos comportamientos, como latigazos por hacer pintadas (en 1994) o multas de hasta 1000 $SP (unos 600 €) por cosas como dispersar cacas de perro o no desmontar de la bicicleta en un paso subterráneo. Claro que allí los sueldos deben estar acordes a la cuantía de las sanciones.

Entre otros estrambotes, está prohibido importar chicle o goma de mascar y existe un cártel del agua potable (recurso aparentemente muy escaso y bien custodiado) y de la cerveza que las vende a precios desorbitados. De hecho es más caro un botellín de agua mineral que un refresco del mismo tamaño, lo que es completamente absurdo, y sin embargo, la comida, que es increíblemente rica y variada, es muy asequible en los mercados callejeros al aire libre.

Singapur tiene cuatro idiomas oficiales: Malayo (romanizado, pues ya no usan el alfabeto Jawi pseudo-arábigo), Inglés, Chino y Tamil (que es el indio que se habla fuera de India). Tiene una forma particular de hablar y un soniquete o acento muy marcado, al estilo filipino.
Es este un país que ha crecido a base de inmigración y a los singaporenses "de raza" les llaman Peranakanes. Para un europeo es sencillo obtener un visado al llegar. El transporte urbano se realiza con tarjeta monedero en metro ligero y hay autobuses de dos pisos al estilo inglés, que conducen algo a trompicones. Comprar un automóvil es un lujo prohibitivo porque los precios se multiplican debido a los acuerdos de bloqueo comercial y otras excentricidades regulatorias.


La ciudad, que me recordó mucho a Sídney (sobre todo por sus puentes) con un regustillo sinoarábigo, cuenta un urbanismo notable y gran variedad de museos. De entre éstos me resultaron especialmente interesantes el antropológico o de las "Civilizaciones Asiáticas" y el de arte contemporáneo, aunque muchos otros desafortunadamente estaban en renovación y además resultaron algo caros. Uno de ellos ha publicado, vía ministerial, un obituario de Harry Lee. Gran cantidad de bancos y fondos de inversión están establecidos en la zona, que además, y como no podía ser de otra manera, cuenta con un inmenso casino situado en el edificio más representativo de la capital.


No muy lejos, en un lugar muy céntrico, se sitúa el afamado restaurante "Catalunya", aunque los hispanohablantes son una escasa minoría en Singapur.
Sin duda lo mejor del país es su fauna y flora (especialmente orquídeas), que tiene mucho en común con la del Amazonas Peruano. Saqué algunas buenas fotos por allí:




Las calles huelen a flores y hay pajaritos y mariposas que vuelan por los variados parques. Todo un contraste con Shanghai. Además cuenta con un gran jardín botánico y un buen zoológico, donde tienen muchos ejemplares de primates, focas entrenadas, murciélagos, tigres blancos y una gran variedad de reptiles, incluyendo dragones de Komodo de varios metros de largo.






Tiene playas frente al estrecho, que a todas horas está lleno de multitud de inmensos buques que apenas sí se mueven, y aunque no se aprecia contaminación a simple vista, la gente dice que no conviene bañarse en el mar, porque de los barcos caen deshechos, así que apenas nadie lo hace.

Sorprendentemente, a pesar del intensísimo tráfico marítimo de contenedores, el aire parece estar limpio, al menos durante el año nuevo (en comparación al desastre ecológico de China [véase esta reciente conferencia]), y el clima es bueno para perder peso por ser bastante bochornoso. Además cuenta con una vibrante comunidad de universitarios, ecologistas y artistas modernos. Para una muestra, véase este "cuadro móvil" que corresponde a la obra "He was a good man" expuesta en el muy memorable Museo de Arte de Singapur, donde un hombre trata de enhebrar una aguja, en intenso gesto de concentración, mientras el mundo se sucede a su alrededor.
Por su parte, el centro comercial y financiero de la ciudad está plagado de los consabidos e inasequibles emporios de Chanel, Dior, Gucci y similares, así como de brokers y ejecutivos/as estresados/as fumando compulsivamente, incluyendo un buen plantel de mujercitas menudas como aves, ricamente vestidas, y algunas otras con hiyab, nador o niqab (el atuendo musulmán tradicional).
En general, parece un país dedicado al capitalismo y a la convivencia entre culturas, donde la gente es bajita, delgada, multirracial, cívica y tolerante, aunque hay de todo, como en botica. Si se es políglota, parece haber muy buena calidad de vida, salvando la ocasional excentricidad regulatoria y la especulación desaforada del trading. Hay tiendas y establecimientos de todo tipo y templos de todas las confesiones que parecen convivir en bastante armonía bajo el clima sofocante.

Está por ver cómo afectará a la economía de Singapur la muerte de su "amado dirigente", así como la ampliación del canal de Panamá, y el decidido impulso a otras rutas comerciales como el tren YiXinOu entre China y España, aunque no se esperan grandes cambios. Existen informes de que la piratería marítima se está desviando desde las costas del África Oriental hacia regiones cercanas a Indonesia, aunque -por suerte- no lo he podido constatar. Históricamente es una nación que ha progresado mucho, aunque a costa de perder parte de su esencia. Durante el último siglo se erradicó el consumo de opio, y buena parte del trabajo semiesclavo, como el de los "coolies" que descargaban mercancías y tiraban de los rickshaw, término aquél (literalmente: "fresquillo") que proviene de que, a pesar del calor y la humedad, no parecían sudar al hacerlo, por fuerza de la costumbre, o quizá de la palabra china 苦力 (kǔ lì) que se puede traducir por "amargo esfuerzo". Además se multiplicó la renta per cápita y se reconvirtieron los pestilentes ríos en plácidos estuarios.


No obstante, se alienó a parte de la población, se generó una fuerte inflación y se eliminó completamente el pintoresco mercado flotante que existía en el río entre los puntes Elgin y Cavenagh, entre otros atentados contraculturales. Por otra parte y para compensar, se han desarrollado interesantes proyectos de arquitectura bioclimática, siendo uno de sus hitos más relevantes la construcción de los preciosos "Jardines de la Bahía", que ojalá fueran un modelo a seguir para las generaciones futuras.



Singapur es sin duda un lugar de contrastes, que transita con paso decidido desde su pasado colonial hacia el futuro de la globalización.

Al regresar a España hace un par de semanas me encontré con los temas de siempre en la televisión ¡qué os voy a contar!
Para finalizar, contaros que actualmente me estoy dedicando a aplicar las modificaciones que mi tutor de doctorado me ha pedido incorporar, para presentar y registrar el manuscrito de mi tesis en breve plazo. Luego ya se verá.

Nos leemos.



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