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AUTOBIOGRAFÍA DEL PADRE CASTILLO - XXIX


XXIX


Aunque tengo por muy grande y señalada merced de Dios el haber llegado a ver con tan felices principios las dos obras que he tenido, tan deseadas en esta ciudad de Lima, como son la reedificación de la Capilla de la Virgen de los Desamparados Santíssima y la casa de las Amparadas de la Puríssima, de que acabo de hacer relación, no tengo por menor merced de Nuestro Señor el haber traido su Magestad Soberana de España al Excelentíssimo Señor Conde de Lemos, por Virrey, Gobernador y Capitán General de estos Reynos del Perú, para que su Excelencia emprendiese estas obras de tan gran servicio y gloria de Dios, con el fervor, espíritu y celo que vemos, acudiendo muchas veces personalmente a la casa de las Amparadas de la Puríssima, a cuydar de la obra y sustento, y de todo lo necesario para las que están recoxidas dentro, y buscando también limosnas para tan santa y tan pía obra, assí dentro de la ciudad como fuera, por todo el Reyno; y cuydando también su Excelencia de la reedificación de la Capilla de la Virgen de los Desamparados Santíssima, con tan grande celo y fervor que no sólo ha procurado su Excelencia acudir frecuentemente a la obra, sino cuydando del material, aún estando fuera de la ciudad y en la fuerza de los despachos y ocupaciones en el Callao; y para que se eche de ver el celo, la devoción y piedad con que su Excelencia ha cuydado de esta obra, me ha parecido copiar aquí un papel que del Callao me escribió su Excelencia, que aunque no he querido publicar otros, aunque llenos de piedad y devoción, me ha párecido publicar este por ser de tanta edificación.

Papel que el Excelentíssimo Señor Conde de Lemos, estando en el puerto del Callao, me escribió acerca de la Capilla de la Virgen de los Desamparados Santíssima y de su obra.

"Padre de mi alma, tenga V.P.M.R. tan santos días como yo le deseo. Cruel noche de calor ha hecho la pasada, y ahora, que son las seis y media, está en su fuerza; algo se ha de padecer por cumplir la obligación. Estoy esperando la persona que ha de llevar los palos de amarillo, que como buen esclavo me toca solicitar lo que toca a mi ama, y bien sabe su Magestad que si fuera posible que la cal de la obra de su santa Capilla fuera amasada con mi sangre, no hubiera dicha mayor para mi, que aunque soy el más ingrato hombre a nuestro Dios, pero por su Santíssima l\iadre, y por su divina Magestad primero, claro está, me dejara hacer pedacicos, como lagloriosíssima Santa Rosa decía. Guárdeme Dios a V.P.M.R. en su santa gracia los muchos años que deseo y he menester.-Callao, 10 de Febrero de 1670.-Hijo de V.P. M.R.-EI Conde de Lemos".

Por este papel se echará de ver el fervor y celo santo de su Excelencia en las cosas del seruicio y. gloria dé Dios y de su Santíssima Madre, y cuán arraigada tiene su Excelencia en su corazón la dulcíssima y cordial devoción de esta Soberana y Gloriosa Reyna y Madre de Desamparados Santíssima.

No puedo dejar de apuntar aquí la merced que me hizo nuestro Señor en declararme y manifestarme con especial afecto y luces su santíssima voluntad, cuando el Excelentíssimo Señor Conde de Lemos, me mandó que fuesse su confesor, confieso que yo rehusaba y sentía la ocupación por mi corto caudal y talento, y por mis pocas letras y espíritu, como claramente se lo propuse varias veces a su Excelencia y a todos mis superiores, para que me excusasen de aqueste oficio propio de personas nobles y graves, y de muchas letras, ciencia y espíritu; pero sentí varias veces que nuestro Señor me daba a entender claramente con especiales luces y efectos que sentía en mi corazón, que yo no rehusase la ocupación, que esa era su voluntad para lo que pretendía su Magestad, de su grande servicio y gloria. Varias veces me ha dado nuestro Señor a sentir que el Excelentíssimo Señor Conde de Lemos le ha escoxido su Magestad Soberana y lo ha traído a este Reyno para cosas de grande gloria y de mucho servicio suyo, y para darle a su Excelencia después muy grande gloria en el cielo; y estoy sintiendo en mi corazón, y Dios nuestro Señor me ha dado a entender, que esta y otras señaladas mercedes que ha hecho a su Excelencia su Magestad Soberana, ha sido por la singular devoción y afecto que su Excelencia ha tenido a la Inmaculada y Puríssima Concepción de su Santíssima Madre María, nuestra Señora concebida sin mancha ni deuda alguna de pecado original en el primer instante físico de su ser.

Prosiguiendo con las mercedes y favores que aunque indigno me ha hecho nuestro Señor, comenzaré con un caso que en el Colegio de San Pablo me sucedió con el glorioso San Antonio de Padua; en una ocasión tenía una cruz de bronce curiosa, con especiales y grandes reliquias, perdióseme en una ocasión, y habiendo hecho todas las diligencias posibles no parecía; acabando yo un día de decir misa, y estando dando gracias a nuestro Señor, se le encomendé a San Antonio de Padua y al instante sentí que el corazón me decía que fuese a la celda y que entre la funda y el almohada hallaría la cruz metida, fuí a la celda y desatando la funda metí la mano y hallé que estaba dentro la cruz, con que rendí las gracias a San Antonio por la merced que me hizo nuestro Señor por su medio. Esta cruz se la dí después al Venerable y Apostólico Padre Antonio Ruiz de Montoya.

Tuve noticia en esta ciudad de Lima de que un mozo casado, andaba inquieto, inquietando mujeres casadas; entréme un día en su casa, propúsele la noticia que me habían dado de los malos pasos que daba y el mal estado en que estaba, ponderéle aquesta propuesta y contele un caso muy desastrado y muy ajustado al intento, previniéndole se cuydase, no le sucediese también lo mismo. Pasaron algunos días, y olvidado de esta propuesta y aviso le dió otro nuestro Señor, apareciéndosele en dos ocasiones la muerte: pasaron algunos días, y prosiguiendo en su mal estado, habiéndole Dios avisado dos veces, le castigo a la tercera su rigurosa justicia, porque llevando a una mujer casada a su casa y estando con ella en la cama, se quedó muerto en sus brazos, como después me contaron.

Un mozo, pardo, oficial, cayó un día de lo alto de la obra de nuestra Señora de los Desamparados, cuando se estaha haciendo su santa Capilla, y al caer se le embarazó el zapato y el pié de un andamio, con que quedó , boca abajo y colgado, hasta que unos oficiales lo descolgaron, con que si cayera hubiera muerto; atribuyo sea milagro de la Virgen de los Desamparados Santíssima.

A 18 a 19 y 20 de Septiembre de 1670 se celebró la fiesta de nuestra Señora de los Desamparados en la capilla real de Palacio, con la misma solemnidad y grandeza del año antecedente de 1669; el segundo día de la fiesta, 19 de Septiembre, me hizo nuestro Señor una gran merced, estando yo hincado de rodillas junto a la caxa y trono de la Santíssima Virgen. A 30 de Septiembre de 1670, tuve una visión imaginaria e intelectual, del fin y paradero de los regalos manjares y gustos de aquesta vida, tan espantosa fué aquesta visión y tan asquerosa que me faltan palabras, ponderación y razones con que explicarla.

A 3 de Octubre de 1670, viernes por la tarde, estando en la capilla real de Palacio, descubierto el Santíssimo Sacramento y la devota y hermosa imagen de nuestra Señora de los Desamparados para la oración mental, y faltando el organista y arpista que tocan todo el tiempo de la oración, bajó el Excelentíssimo Señor Conde de Lemos de la tribuna en que estaba a la capilla y estuvo tocando el órgano todo el tiempo de la oración, hasta que el Santíssimo se encerró; A 7 de Octubre de este año de 1670, estando con el Excelentíssimo Señor Conde de Lemos en la sala del Acuerdo, como a las doce del día, sentí en el lado derecho del pecho como una herida, una violencia y un incendio grande y fuego de amor de Dios. A 29 de Octubre de 1670, estando yo diciendo misa en la capilla real de Palacio delante de la Virgen de los Desamparados Santíssima, y acordándome de que me habían contado de que a un sujeto le habían disuadido y aconsejado de que no aplicara cierta limosna a la fábrica y capilla que entonces se estaba haciendo para la Virgen Santíssima, y acordándome entonces también del poco· afecto que algunas personas y sujetos tenían a dicha caxa y Capilla, me pareció que de la caxa y nicho de la Santíssima Virgen salía una voz que sentía en lo interior de mi corazón y mi alma, y me decía: "Si me tienes a mi", como que, la Virgen de los Desamparados Santíssima me decía: "Si me tienes a mi, tén fé". "Si me tienes a mí, espera en mi", "Si me tienes a mí, no pongas tu confianza ni corazón en criaturas", "si me tienes a mí, tendrás también a mi Santíssimo Hijo, con que lo tendrás todo" etc.

El día siguiente 30 de Octubre se me ofrecieron las mismas palabras, también de la Virgen Santissima nuestra Señora, que el día antes, diciendo misa, y a la noche me dijo el Excelentíssimo Señor Conde de Lemos, entrando su Excelencia en el aposento en que yo asistía, cómo acababa de recibir su Excelencia unos papeles, instrumentos y recaudos del Cuzco, que sólo había estado su Excelencia aguardando, para que se diesen a nuestra Señora de los Desamparados, diez mil pesos, que para su fábrica estaban depositados, con que quiso la Virgen de los Desamparados Santíssima, por medio de su Excelencia, enviar el amparo y socorro de esta limosna, y verificar y cumplir su celestial promesa y palabra.

El efecto que obró en mí, fué una grande confianza en la Santíssima Virgen y un desapego grande y desconfianza de criaturas, y un efecto grande y amor a esta Soberana Señora, tan solamente, y a su Sacratíssimo Hijo.

 


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